Fronteras

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Son las 17:16 del Martes, 16 de Abril del 2024.
Fronteras

Junto a esta torre de vigilancia pasan cada verano miles de personas camino a la playa. Dado que el ser humano, al igual que todas las demás especies animales conocidas, acostumbra delimitar su territorio con marcas, olores, sonidos u otras evidencias, esta torre señala la zona de transición entre la tierra firme y el medio marino, es decir, entre un entorno terrestre aparentemente subyugado y rendido a nuestros pies y un mar que, en muchos mortales, sigue activando el temor a lo desconocido. No indagaremos ahora sobre las causas del miedo ancestral que el mar indómito sigue produciéndonos aun sabiendo que la especie humana es el resultado de una sofisticada evolución iniciada cuando aquel pez salió de las aguas para convertirse, millones de años después, en el mamífero dominante del planeta, pero lo cierto es que ante una ola traicionera o frente a una corriente marina dispuesta a engullirte más te vale tener en orden tus asuntos, por el bien de tus herederos.

Volvamos a la torre de vigilancia. Cada mañana de verano el socorrista se encarama a ella, iza la bandera y otea tenaz la línea de playa en busca de peligros y osadías. Los bañistas, al ver el color de la bandera, calculan si ese día podrán medir sus fuerzas de tú a tú con las del mar o si, por el contrario, la partida está decidida de antemano y poner un pie en el agua supone extenderle un cheque en blanco al destino. Esta torre, con la figura del vigilante recortada en el cielo, la bandera ondeando al viento, su estructura de madera y los civiles alrededor confiados al escrutinio incansable del socorrista me evoca los fuertes de la caballería norteamericana de la última mitad del siglo XIX tal como fueron recreados o, más bien, idealizados por Hollywood en las películas del oeste del siglo pasado. Y también veo en ella (precisa nostalgia) la torre de aquel Fuerte Comansi con el que jugaban a indios y vaqueros los niños en los años 70. Bien es verdad que el socorrista defiende a los bañistas sólo a golpe de brazada y silbato, que en esta bandera no hay barras ni estrellas y que los veraneantes poco se parecen a los soldados y colonos que emprendieron la conquista del salvaje oeste o se lo usurparon a los indios. Pero bajo el sol abrasador de la playa con sus ardientes arenas te puede arrebatar un espejismo, trasladarte al Fuerte Starks de La legión invencible y oír a capitán Nathan Brittles, con la voz firme de John Wayne, ordenar desplegarse a la caballería.

Volvamos al presente. Esta torre de vigilancia playera es un puesto avanzado, la vanguardia, el último territorio o la última franja de terreno sólido donde poder encarar la Naturaleza a solas y sin artificios, confiado a tus propias fuerzas, antes de sumergirte en una aventura a merced de los elementos para la cual no hay, literalmente, suelo bajo tus pies. Y, como en cualquier frontera, en torno a esta torre podrás apreciar todos los colores de piel, escuchar el barullo de un sinfín de lenguas y disfrutar con la maravillosa diversidad de todos los rasgos posibles en los seres humanos. Ante un fondo esmeralda y sobre el rumor de las olas el socorrista domina una Babel de cuerpos semidesnudos al sol que han viajado cientos o miles de kilómetros desde sus hogares para conquistar un trozo de playa en el mapa de la primera o la segunda quincena del veraneo. La bandera verde les franquea el paso para cruzar una frontera donde no existen pasaportes, barreras ni alambradas. El tránsito desde un lado hacia el otro es aquí democrático e igualitario, sólo necesitas tu bañador y tus chanclas. El rico dejó las joyas en casa y el pobre bebe un sorbo de cerveza barata mientras mira a sus hijos retozar en las olas. Todos pisan la misma arena, una huella tapa otra huella y el mar las borrará todas. El pez que salió del agua para convertirse en el animal dominante del planeta ha hecho un largo viaje en el tiempo y ahora necesita crema para protegerse del sol.

Cae la tarde. El socorrista arría la bandera y cierra las portas de la torre. John Wayne ordena al destacamento regresar. Un día más, sin novedad en la frontera.

Juan Felipe Molina Fernández