Imagen y memoria del Gran Teatro

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Son las 12:24 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
Imagen y memoria del Gran Teatro

Esta fotografía es un viaje en el tiempo milimétricamente dividido en dos mitades. La mitad derecha de esta fotografía contiene el futuro. Un futuro que para nosotros, espectadores contemporáneos, sería el presente simbolizado por ese edificio en construcción con sus paredes en bruto, sus techos desnudos, su fachada abierta y sus ganas de ser habitado. El edificio de la derecha fue en el tiempo de esta fotografía un proyecto a medio hacerse, una perspectiva del progreso, un gigante con la piel transparente nada más antes de convertirse en realidad destinada a seguir aquí y ahora entre nosotros.

En la mitad izquierda de la fotografía contemplamos el presente. El presente del tiempo de esta fotografía (que hoy día es nuestro pasado) lo protagoniza el Gran Teatro de Puertollano. Ahí es nada. Ante su fachada dos hombres y una mujer conversan, la niña del vestido claro se ha sentado a esperarles en un sillón de mimbre en la terraza del bar, otro hombre pasa junto a la cartelera sin prestarle atención y la gente va y viene con la aparente indolencia del tiempo detenido. Cae la tarde y en la cafetería de la planta baja tal vez algún cliente esté tomando un cortado con una copita de anís, quizá a otro le hayan servido un chato de vino con unos boquerones en vinagre y más adentro, sobre una butaca del anfiteatro, alguien soñará despierto bajo el haz del proyector y sus sueños se mecerán al vaivén de las partículas de polvo suspendidas en la luz blanca. Pero estos últimos detalles no los revela esta imagen y gracias a ello también nosotros podemos soñar.

En la esquina inferior derecha de la fotografía un hombre y una mujer observan al fotógrafo en el instante en que éste dispara su cámara. Ese hombre y esa mujer se han parado justo en el momento mágico e irrepetible del tiempo capturado dentro del tiempo, cuando alguien se toma la molestia de mirar a quien va a inmortalizarle anónimamente, a quien va a convertirle de un solo disparo en pasado, presente y futuro. Detrás de la pareja otra mujer también se ha detenido y abre el bolso, pero como nos oculta su rostro nunca sabremos si estaba guardando un secreto o sólo buscaba una nadería.

Regresemos a las construcciones ¿Sabría el fotógrafo que el inconcluso y en apariencia frágil edificio de la derecha iba a multiplicarse? ¿Sabría el fotógrafo que un vástago de este edificio tan moderno entonces acabaría devorando en pocos años al edificio de la izquierda, tan sólido, tan emblemático, tan bello, tan bien concebido para la inmortalidad? Podría ser. No hay más que ver la fachada diáfana del edificio en obras de la derecha e imaginar a esas enormes bocas abiertas que luego serán ventanales amenazando a sus parientes viejos con zampárselos sin misericordia tras haberlos demolido y convertido en escombros. De hecho, por el extremo izquierdo de la fotografía asoma otro edificio en construcción, otro gigante con las tripas al aire dispuesto a cerrar sus fauces contra el pasado. Ya no cabe la menor duda: el Gran Teatro está sitiado y sentenciado.

En la mitad derecha de esta fotografía hemos hallado el futuro que es ahora nuestro presente: un bloque de viviendas y locales comerciales, uno más. En la mitad izquierda de la fotografía hemos visitado al presente que es ahora nuestro pasado: el Gran Teatro de Puertollano, el sueño de la cultura, la luz del conocimiento, el esplendor y el gozo, un titán moribundo que pronto iban a convertir por la fuerza en añorado fantasma. Mientras todo esto sucede en la fotografía, un hombre joven pasa delante de la escena por la acera de enfrente, mirando hacia otro lado, con las manos en los bolsillos y el sol dándole en el cogote, ajeno al espectáculo, sin enterarse de nada, como si tal cosa.

Juan Felipe Molina

Juan Felipe Molina Fernández