La Sopa

La voz de Puertollano
La Voz de Puertollano en Facebook
La Voz de Puertollano en Twitter

Son las 07:53 del Miércoles, 24 de Abril del 2024.
La Sopa

Cuando te sientas frente al televisor para comer o cenar te sirven una sopa precocinada que tu cerebro deglute sin pestañear. Este caldo está compuesto por una variedad de noticias, declaraciones, testimonios, anuncios, opiniones y análisis, todo ello bien sazonado con un surtido de imágenes impactantes que te atraviesan la retina y tal vez tu subconsciente rescate antes de dormir. La cocción de esta sopa se ha hecho a fuego lento, en fogones donde no se deja nada al azar y cada cocinero ha ido mejorando su receta a base de ensayos y errores, anotando la dosis necesaria de cada ingrediente hasta dar con la fórmula que garantiza una buena clientela de comensales. Detalles tan precisos como la temperatura exacta a la que el plato llegará hasta tu mesa o la textura adecuada de la mezcla están minuciosamente calculados, pues la sopa no debe quemarte el paladar y ha de pasar al tubo digestivo sin mayores complicaciones.

Una vez en el estómago, este caldo comienza a desintegrarse y liberar cada uno de sus componentes. Puede que no lo notes, pero dentro de tu aparato digestivo hay púgiles con buen gancho de derecha o de izquierda que, según convenga, se zurran de lo lindo a sabiendas de que el cuadrilátero donde escupen no lo habrán de limpiar ellos. También hay opinadores profesionales, dotados de principios fácilmente intercambiables, capaces de adecuar su verbo rampante a las exigencias del patrono. Están los rostros bellos y los cuerpos envidiables sin más, poseídos por una genética de manual enlucida en el gimnasio o en el quirófano. Hay ídolos de masas, maniquíes de estilismo patrocinado y hermosas estrellas del cine mudo. Están los magos del escapismo, que inventaron una vida rutilante tras haber hecho desaparecer su pasado dentro de la chistera. Hay modelos de conducta que pontifican con una mano su honradez acrisolada mientras cuentan con la otra los millones escondidos. Hay coros de aduladores del poder lanzando invectivas contra quienes no visten de seda y solistas de la demagogia que conservan impoluto el nudo de la corbata una vez han degollado dialécticamente al adversario. Están los malos actores, expulsados del escenario por ineptos, que se ganan muy bien la vida ejerciendo de manipuladores sibilinos en platós decorados por un público pagado con bocadillos de salchichón. Y quizá los más letales sean esos buscadores de la verdad ajena que suelen atacar en grupo, practican la disección en vivo, destripan sin anestesia y cuelgan los retratos a color de sus víctimas como trofeos en las paredes de la redacción o el despacho.

Pero en ocasiones al cocinero se le va la mano, se despista o le da un arrebato creativo, y entonces deja caer en el puchero unas pizcas de ingredientes más raros, de esos que no siempre encuentras en el supermercado de la esquina. Son las voces de quienes nunca salen en la pantalla o lo hacen fugazmente, a
hurtadillas o a deshora, porque sus méritos son tan poca cosa como haber logrado que la humanidad sea cada día mejor, que progresen las ciencias y las artes, que florezca el espíritu, que la solidaridad atraviese cordilleras, que sonriamos y renovemos la esperanza en el ser humano. Estos ingredientes crean un espacio de seguridad en tu estómago, pues dejan el hueco necesario para que los gases producidos durante la digestión puedan expandirse y, de este modo, tus entrañas no se colapsen al intentar metabolizar el caldo que acabas de comerte. Gracias a estos ausentes, tu cuerpo sigue funcionando día tras día con cierto decoro, preserva un mínimo de higiene, respira, se desintoxica y, tal vez, logre evitar el ser colonizado por el tumor cotidiano de la sopa boba.

Juan Felipe Molina Fernández