Carta desde Puertollano IX

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Son las 17:09 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
Carta desde Puertollano IX

Querido amigo Sullivan Mcmanus:

Recibir una carta en pleno siglo XXI, cuando ya estamos mediando su segunda década, me parece poco menos que un milagro. Bien es cierto que no cesa el correo procedente de bancos, seguros, hacienda, etc. Pero una carta de un amigo con olor a tierras extranjeras despierta en mí emociones que creía ya enterradas. En tu carta te interesas por aspectos de nuestra ciudad y sus gentes. Ya sé que siempre te has sentido atraído por nuestro país y nuestro idioma, aunque en realidad no hayas visitado nada más que su litoral, aparte de una fugaz visita a la ciudad de Toledo y la estancia de apenas unos días en Puertollano y su comarca.

 

 

Aún recuerdo cuando probaste por primera vez el agua de nuestra Fuente Agria. “Hmm, How very peculiar!”, dijiste y casi no pudiste ocultar una mueca de desagrado. Claro, no decir manifiestamente lo que se piensa para no ofender orgullos patrios, parece un rasgo definitorio de lo británico. En cualquier caso, y en defensa de nuestra agua, te diré que cuando la probaste ya había perdido bastantes de sus originales cualidades —“ya no es lo que era”, se suele decir por aquí—. Parece ser que la construcción desenfrenada de bloques en sus alrededores ha afectado al manantial de forma irreversible. Pero el tema de los planes de urbanización y construcción, así como el de las pérdidas irreversibles en nuestra ciudad creo que merece un capítulo aparte y, sinceramente, ahora mismo no estoy por la labor.

Mucho más ameno encuentro lo tocante al propio nombre de nuestra ciudad: ¡Puertollano! Dicho nombre ha dado origen a un chascarrillo que acompaña al habitante de aquí allá a dónde vaya. “¡Anda, entonces tu eres del pueblo de las dos mentiras: ni es puerto, ni es llano!” Yo, personalmente, esto lo llevo con resignada paciencia. No te niego que hace muchos años intentaba deshacer el malentendido, explicando la singularidad orográfica a la que debemos el topónimo: “Puertollano está ubicada en un puerto, es decir, en un paso de montaña a nivel del valle Ojailén y Tirteafuera completamente llano, facilitando la comunicación entre dos cuencas hidrográficas. Precisamente este sería el motivo de los primeros asentamientos en la zona, al convertirse en una importante zona de paso…” Pero como después de estos argumentos —en un tonillo didáctico que nos caracteriza a los maestros de pueblo— sólo consigues que te remachen de nuevo lo de “vives en el pueblo de las dos mentiras”, acabas desistiendo y asintiendo, sin más. Después de todo, Puertollano alberga, como cualquier otro pueblo, muchísimas mentiras. Si solamente fueran dos...

En cierto modo, no nos podemos quejar, pues también nosotros tenemos nuestros chascarrillos dedicados a pueblos limítrofes. Sirva de ejemplo Almodóvar del Campo, a unos siete kilómetros. Es una tradición muy antigua instalada entre los habitantes de Puertollano, hablar mal de los almodoveños. Se dice que San Juan de Ávila, uno de tantos santos que patearon los caminos castellanos, se sacudió las sandalias al abandonar Almodóvar al tiempo que expresaba a modo de sentencia: “¡De Almodóvar, ni el polvo!” Seguro que estarás de acuerdo conmigo en que se trata de una simple leyenda sin ningún fundamento histórico. Aún así, la fracesita en cuestión ha arraigado en el pensamiento colectivo de la comarca con la fuerza que arraigan las malas hierbas en el jardín. No se trata de hablar mal de una persona en concreto, sino de todos sus habitantes, como si por el hecho de haber nacido allí, una especie de estigma ya te señalara de por vida. De hecho, cando alguien percibe que en el grupo de charla hay algún almodoveño, rápidamente le da al debate un giro de 180 grados sin despeinarse y comienza a hablar mal de ese tipo de gente intransigente y pueblerina, que critica generalizando, sin tener en cuenta que hay buena y mala gente en todas partes. Incluso en Almodóvar.

Cuánto echo de menos esas largas caminatas por la campiña inglesa, a la que tanta afición profesáis por aquellas tierras. Aquí sigo manteniendo esa sana costumbre y en ocasiones no puedo evitar dirigirme a puntos elevados desde donde observar Puertollano, como si de un ser vivo se tratara e intentar analizarlo igual que un psicólogo analiza a sus pacientes. ¿Está Puertollano enfermo?... Desde lo más alto del Terry no obtienes precisamente la mejor vista del pueblo. Desde allí, se observan todas esas estructuras industriales relacionadas con las minas abandonadas en estampida. Parecen converger a sus pies las vías de ferrocarril abandonadas, las antiguas, las ultramodernas de alta velocidad, los caminos polvorientos y la carretera de Córdoba. Todas esas rutas por las que llegaban miles de personas a Puertollano desde el sur para buscarse aquí una vida más digna. Así iban hinchando la aglomeración urbana, la iban extendiendo sin apenas orden ni plan establecido, como una gran mancha de aceite. Quizá no sea políticamente correcto, como se dice ahora, pero yo prefería el Terry tal y como estaba antes. Era algo así como un monumento vivo a la decadencia y la melancolía. La superficie del Terry (“Le Terril” es su nombre original francés, es decir, la escombrera) estaba caliente y aún ardía el azufre en algunos puntos. Pasear por su cresta era como un entrenamiento para lo que a algunos nos espera en el infierno.

Puertollano es y sobre todo era una ciudad dura con unas difíciles condiciones de vida a las que adaptarse. De todos modos debería ofrecer mucho más de lo que tenían en sus pueblos a todas esas personas que se sentían atraídas y se dejaron caer por aquí. Al fin y al cabo, una de las cosas que les brindaba nuestra ciudad era nada más y nada menos que TRABAJO. Ya quisiera poder seguir ofreciendo lo mismo, pero no parece que en la actualidad sea así. Ahora podríamos aplicar a Puertollano aquel sabio texto que aparecía en las antiguas posadas españolas: “Aquí el viajero encontrará lo que traiga”.
No imaginas cuánto anhelo saborear una de aquellas pintas de “Ale” sentado en algún tranquilo y silencioso “pub” de tu comarca observando la lluvia tras los cristales. Hasta que llegue el momento seguiré contándote todo aquello que se me venga a la cabeza sobre este impar rincón castellano-manchego. Recibe un fuerte abrazo. Best Wishes!

Antonio Carmona