Cerro de las Cabezas de Valdepeñas: un ejemplo a seguir

Son las 08:00 del Viernes, 3 de Mayo del 2024.
Cerro de las Cabezas de Valdepeñas: un ejemplo a seguir
     El Cerro de las Cabezas, la excavación, su estudio, interpretación y divulgación no son fruto de ocurrencias espontáneas, ni de la improvisación de un político de turno. Ningún trabajo  ni proyecto en el que se aprecie tanta profesionalidad y empeño durante décadas, como el que nos ocupa, podría llegar a serlo. No sería nada fácil “vender” la importancia que entrañaba todo lo que yacía (y mucho más que aún yace) bajo un manto de erial en un cerro igual a otros tantos (a vista de neófito), que salpican la orografía del lugar. Imaginamos lo que se lucharía en los años ochenta tan sólo para desviar ligeramente el trazado de la Autovía A-IV, con el fin de preservar gran parte de un asentamiento protohistórico que tanta información nos está aportando a día de hoy sobre nuestro pasado.
     En la actualidad, el Cerro de las Cabezas es un enclave más que digno de visitar, donde miles de personas (entre ellos, un gran número de estudiantes) hacen un alto en el camino para dejarse empapar por una cultura prerromana, íbero-oretana, una cultura nuestra, cuya sazón aún fluye por nuestras venas, cuyos ambientes quedan perfectamente representados y generados en un Centro de Interpretación con forma heptagonal, la misma forma que trazan las murallas de la acrópolis, por medio de proyecciones de imagen y sonido, simultáneas y envolventes, enfatizando magistralmente las características más emotivas que definen a este oppidum, así como los detalles más nimios y “prácticos” de este pueblo. Detalles que aún perviven en nuestra Iberia y que constituían gran parte de la vida cotidiana de la Iberia de nuestros abuelos, de la España de anteayer y la casi olvidada España de hoy: los tapiales de adobe, los contenedores cerámicos, las áreas de almacenaje, el utillaje…  
     Caminar por las calles y entre los edificios, las murallas y bastiones, los almacenes, los talleres de artesanos de la zona ya excavada es como caminar por uno de nuestros pueblos de siempre, pero haciendo un viaje en el tiempo que supera los 2000 años en retrospectiva: la irregularidad del trazado vial (todavía no nos habían “civilizado” los romanos), la protección de las esquinas en las calles, los hornos domésticos, los hornos de alfarería en las afueras… Además, cuenta este parque arqueológico con unas instalaciones técnicas y una amplia y bien cuidada zona ajardinada. Todo está limpio, con cartelería y paneles informativos en buen estado, algo inusitado en otras muchas comarcas de la provincia de Ciudad Real. De hecho, en Valdepeñas “funcionan” (¡sí, creedme!) varios museos (el Municipal, de Gregorio Prieto, del Vino, etc.) con una salud y un atractivo envidiables.
     Suponemos que todo este buen hacer se habrá tropezado con no pocos sinsabores y altibajos, aunque queda claro que aquí el interés por el patrimonio ha vencido a la desidia y el “postureo”. Estamos hablando de esa batalla de espíritu quijotesco, tan enraizada y característica de nuestra tierra, muchas veces librada contra tu propia administración, que cuando no te ignora o te considera un iluso, juega a introducir palos en los radios, sobre todo si se aprecian ambigüedades en tu “color político”. Una administración que en ocasiones se regocija rodeándose de palmeros mal formados y evita o siente recelos ante el personal verdaderamente entendido y documentado, quizá por un mal disimulado complejo de inferioridad, actitud contraria a los que algunos entendemos por “buena gestión”. Así se han dejado en la cuneta innumerables proyectos y a no pocos científicos e investigadores que se están dejando la piel, que se han dejado la piel (en muchas ocasiones de forma altruista) para visibilizar y dar a conocer nuestro patrimonio. 
     Ciudad Real ocupa el dudoso honor de ser una de las provincias españolas donde en menor medida cuidamos de nuestro patrimonio, y no será por la escasez del mismo. De vez en cuando surge un gran y costoso proyecto con tintes de auto-márquetin en el que siempre se olvida el apartado “mantenimiento” a pesar del tremendo dispendio, motivo por el que todo suele acabar en nada. Ejemplos sobre este último particular tenemos en la provincia y en Castilla-La Mancha para dar y tomar. Si de verdad deseamos revertir esta situación se aconsejan, dicho sea sin acritud, tomar dos medidas radicales: en primer lugar, menos “politiqueo” y más política con altura de miras. En segundo lugar, una mejor y eficiente gestión. Todo lo demás vendrá rodado.