Del "Faro industrial" al "Castillo de naipes"

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Son las 23:44 del Viernes, 19 de Abril del 2024.

Lo de establecer un oasis industrial en el interior rural y despoblado de la península se lo inventó cierto dictador que campó a sus anchas por aquí hace ya casi cuarenta años. La idea, una más dentro de los planes de desarrollo del régimen, era dinamizar zonas deprimidas y en recesión. Como era el caso de la comarca minera de Puertollano. Hasta ahí bien, mucho le debemos a esa decisión los puertollaneros. Pero tras el pasado dictatorial y autárquico, no supimos afrontar mejor el futuro.

 

            A finales del siglo pasado, cuando España entró en una dinámica de crecimiento, desarrollo y expansión, por todo el país los consistorios más avispados construyeron polígonos y ofrecieron suelo barato para que se instalaran empresas. Esto trajo consigo progreso y empleo para muchos pueblos que, de la noche a la mañana vieron aumentada, y a veces duplicada, su población.

 

            No ocurrió así en Puertollano. Nuestros políticos de turno debieron de considerar que éste no era el camino a seguir. Despreciaron solicitudes y ofertas de  pequeñas y medianas empresas que terminaron buscando destinos menos hostiles y más favorables. Craso error.

 

            En lugar de ello, los avispados gobernantes de nuestra ciudad decidieron apostar por lo que vinieron en llamar "Ciudad de la energía". Emplearon los miles de millones que nos llovieron (especialmente desde Europa) y los invirtieron en subvenciones a empresas ruinosas y en obras faraónicas. Obras, en buena medida, inútiles, innecesarias y difíciles (cuando no imposibles) de mantener en la actualidad.

 

            Y, hete aquí, que se terminan las vacas gordas y llega la crisis. Tras años en los que parecía que el grifo del dinero no se secaba nunca, llegaron los problemas. Las subvenciones se terminaron y los proyectos estrella del ruinoso "Faro industrial" se encontraron con que tenían que salir adelante por si mismos, y no fueron capaces.

 

            De modo que la sufrida población de Puertollano que, durante años vivió un sueño de prosperidad, repentinamente se vio sumergida en un baño de cruda realidad. De la noche a la mañana nos dimos cuenta de que el supuesto Faro que nos vendieron, no era sino un fastuoso castillo de naipes. Un gigante con pies de barro, que al primer soplo de viento huracanado, se nos ha derrumbado.

 

 

 

 

Pepito Grillo