La fiesta de los muertos vivientes, de procedencia norteamericana había de ser, no es una fiesta cultural, sino todo lo contrario, es una fiesta primitiva, asquerosa y aporta pocos valores.
Lo peor es que está creciendo gracias a los colegios, y es que algunos maestros, en su buen afán de que sus clases sean alegres y los niños disfruten, la ofrecen y potencian sin pensar que, aunque efectivamente, los niños se divierten y sorprenden, dejan imágenes desagradables en sus cerebros, que no sabemos las consecuencias que tendrán después en sus comportamientos de mayores.
Seguramente, imágenes del Museo del Prado para niños no les harían tanto daño.
El Haloween, o como se llame, solo es bueno para el mercado de las calabazas.
Casimiro Sánchez Calderón
