Montero, o una ministra para la historia

Son las 12:09 del Viernes, 3 de Mayo del 2024.
Montero, o una ministra para la historia
Historia. Dícese de la disciplina que estudia y expone los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado y que constituyen el desarrollo de la humanidad desde sus orígenes hasta el momento presente.
 
Hace muchos años, un profesor de esa disciplina me enseñó que para entender el presente primero hay que conocer y entender el pasado. Y que, como sociedad, no podemos cometer el error de confundir o entremezclar al personaje ilustre con el simple personaje. Debemos aprender a diferenciar a aquél ilustre que pasa a la historia por unos méritos incuestionables de aquél otro que también pasa a la historia, lamentablemente sí lo hace, pero con otra serie de connotaciones, no precisamente dignas de sentirse orgulloso.
 
Hace pocos días leo, no con poca sorpresa, cómo el ex vicepresidente segundo del Gobierno de España y actual tertuliano político, Don Pablo Iglesias, en un ataque de romanticismo, ha declarado que “no hacía falta golpear a una figura crucial de la izquierda” en referencia al veto que ha sufrido la todavía Ministra de Igualdad, Irene Montero, tras la reciente alianza entre Podemos, su partido político, y Sumar, la nueva fuerza política creada adrede para reunificar el voto de izquierdas cara a las próximas elecciones generales. Esas que, por obra y gracia de aquel que se ha ganado a pulso perder el adjetivo ilustre en la ecuación, pasarán a la historia como las elecciones del chiringuito playero y el voto por correo.
 
Parece, por tanto, que los días de la Sra. Montero como Ministra de Igualdad e incluso como política están contados. Y pasará a la historia. No lo duden. Pero no como un personaje ilustre digno de mencionar en los libros de esta disciplina. Sino como alguien obsesionada con hacer historia en el Parlamento desde la histeria de la que ha sido presa en todas y cada una de sus intervenciones. Por no hablar de su incuestionable ignorancia y su nula capacidad de autocrítica a la hora de reconocer sus errores. Que han sido muchos. Y a cada cual más grosero. 
 
Pasará a la historia como la Ministra de las soflamas incendiarias y los eslóganes baratos. Baratos a la par que estúpidos. Recuerden aquél “sola y borracha quiero llegar a casa”. ¿No había otra manera, Sra. Montero, algo más seria y, sobre todo, más digna del cargo que todavía ostenta, de proclamar la indemnidad sexual de aquellas mujeres que, lamentablemente, habían sido víctimas de abusos o agresiones sexuales? 
 
Pasará a la historia por su necedad y su nefasto tino a la hora de legislar. Porque la tristemente famosa “Ley del sí es sí” diseñada por la leguleya Sra. Montero pasará a la historia no sólo como un despropósito legislativo de magnitud insospechada sino también como la llave que abría de par en par las celdas de un buen puñado de agresores sexuales. Porque solo a una persona ignorante y pésimamente asesorada se le ocurre ponerse a equiparar en gravedad los abusos y las agresiones sexuales sin caer en la cuenta de que era necesario e imprescindible incluir una disposición transitoria que evitara despropósitos como los que han tenido lugar. Porque parece mentira, pero en este país en el que parece que todo vale, uno no sólo puede cometer un error de tamaña proporción, sino que además puede permitirse el lujo de echar la culpa a los jueces obligados a aplicar las leyes que se dictan desde la Cámara tildándoles de machistas a boca llena y sin ningún tipo de escrúpulo. Y no dimitir. Bochornoso.
 
Alguien debería recordarle a la Sra. Montero que el Parlamento no es un patio de colegio en el que uno pueda esconder sus miserias lanzando la pelota al tejado de quien no ha sido ni juez ni parte en su histérica carrera hacia la historia. Y también que el poder judicial es uno de los tres poderes en los que se sustenta el actual Estado social y democrático de derecho en el que nos encontramos. No estaría de más que la Sra. Montero aprendiera a ser más respetuosa con las instituciones. Y, sobre todo, con aquellos, los jueces, que cuentan con una formación jurídica con la que es evidente, a juzgar por los hechos, que ella no cuenta. 
 
Pero, por si fuera poco, también pasará a la historia como aquella Ministra de Igualdad que fue condenada por el Tribunal Supremo al pago de 18.000 euros por llamar maltratador al ex marido de Doña María Sevilla, todo ello públicamente y sin prueba alguna, en otra más de sus repulsivas vomiteras de odio. ¿A quién benefician los obstinados empeños de la Sra. Montero en fracturar nuestra sociedad y abrir una guerra de sexos? Sencillamente a nadie. Nuestro país no necesita más divisiones. Y menos aún a políticos que se encarguen de fomentarlas.
 
“Me voy a callar para que no se me caigan las lágrimas. Eso sí, de orgullo”, ha terminado manifestando el Sr. Iglesias. ¿Cómo le habrá sentado a nuestra ilustre Ministra que la única voz que se ha levantado en favor de su presencia en las listas electorales sea, precisamente, la de su pareja sentimental? 
 
Y digo yo que alguien en Sumar ha debido pensar que lo único que hace la Sra. Montero es, paradójicamente, restar. Pues eso. Parafraseando al referido personaje. Me voy a callar para que no se me caigan las lágrimas…de risa.   
 
 
Adrián Arruabarrena.
foto: LD