Reflexiones en tiempo de pandemia

Son las 11:50 del Viernes, 3 de Mayo del 2024.
Reflexiones en tiempo de pandemia

Cuando esto acabe nos daremos cuenta de lo que tuvimos y ya no tenemos. Veremos como si un bosque conocido le faltaran algunos árboles que antes se nos manifestaban erguidos e inmutables al pasar de los años.

Añoraremos a tantos que con sus saludos nos ofrecían su franqueza y que se fueron sin haber cruzado con ellos el último adiós. Y cuántas sonrisas se quedarán heladas en este tiempo de rara primavera, en este tiempo de zozobras, de inquietudes ante un fantasma desconocido y desangelado.

Será el momento de valorar cada instante, de agradecer a Dios cada nuevo amanecer, de valorar cada trozo de pan y de absorber profundamente el perfume de cada flor, de admirar la perfección de cada rosa.

Será el momento de embelesarnos con cada atardecer, abstraídos con  los colores con que nos despide el día, en ese momento de elevar una plegaria de acción de gracias y de plenitud por tantos momentos, sencillos o intensos, vividos en ese día, dándole a cada uno su importancia.

Será el momento de extasiarnos contemplando la inmensidad del firmamento con sus millones de estrellas, indicándonos formas siempre interpretadas, siempre como testigos de nuestro devenir. Dejándonos cautivar por la grandeza del cielo que se nos ofrece delante de nuestros ojos, delante de nuestra alma.

Será el momento de dejar atrás viejas rencillas, viejos intereses que sólo encrespan el vivir diario.

Aspiremos todos a construir una sociedad más justa, más fraternal, más humana. No dejemos que construyan sobre las ruinas de la actual otros imperios que al final nos manipulan y nos encadenan a sus escondidos e inconfesables intereses egoístas.

Si escucho el “Himno de la Alegría”, “La mañana de Grieg” “El lago de los cisnes”, si me admiro con cuadros de Velázquez, Goya, Murillo, E. Vozmediano, me cuesta concebir que otros seres de la misma raza manipulen la genética de virus para hacerlos más mortales, más incontrolados, más destructivos.

Son tan opuestas esas aptitudes. Con una mano crea la belleza y con la otra destruye a seres inocentes. Cuesta asimilar que todo pertenezcamos al mismo género humano.

Aspiremos a la luz, a la luz clara que ilumina el alma y sepamos caminar como hermanos, por el camino del amor fraternal más solidario.

Aprendamos de nuestros errores anteriores para mirar al futuro con determinación para que el cambio afecte a todos y para todos. Si no se hace realidad el cambio en esta sociedad tan competitiva e insolidaria no habrá servido de nada tanto sacrificio, tantos hombres y mujeres abatidos por una pandemia que los ha arroyado.

Sepamos dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, por nuestras manos, por nuestra inteligencia. Y todo lo pongamos al servicio del ser humano, no de un progreso destructor de la naturaleza sino a un progreso que nos eleve a todos y engrandezca al hombre en toda la extensión de la palabra.

No necesitamos líderes que nos manipulen con sus mentiras y sus engaños. Necesitamos personas íntegras que nos quiten la venda de nuestros ojos que no nos deja ver la realidad que nos rodea, que entre todos hemos construido. Sepamos transformarla en otra realidad distinta, mejor, más luminosa, más respetuosa tanto con los demás hombres como con la naturaleza.

Valoremos lo pequeño, lo humilde, lo sencillo, que es ahí donde está el valor de la vida. Los que perdimos hace tiempo a nuestros padres lo que más añoramos de ellos no es que nos regalasen dar la vuelta al mundo sino el más candoroso gesto de cariño, una sonrisa abierta, un abrazo trasmitiéndonos los latidos de su corazón, casi sin palabras pero con toda la fuerza del amor más reconfortado. Coger de sus manos el pan recién cortado, y en el calor de hogar compartir ese cariño tan grande y elocuente.

Nada hay tan tierno como la sonrisa de un tierno bebé que duerme cobijado en los brazos de su madre y que en sueños, dulces sueños, gimotea para agradecer el calor que emana de su amor maternal, mientras a ella se le cae una lágrima de felicidad de tener en sus manos ese gran y delicado tesoro.

O del niño que en sus juegos construye e inventa fabulosas pero inocentes historias dignas de su alma limpia e inmaculada, aprendiendo a despertar a la vida y a grabar en su alma sentimientos de amor y alegría que le servirán para que sus pasos sean ciertos en su camino.

Aspiremos a ser niños siempre con el afán de aprender la esencia  de todo lo bueno que realmente nos ofrece la vida.

No construyamos más ídolos de barro, pue el barro cuando llega la lluvia lo deshace y nada queda, sino lodo que nos atasca los pies.

Aprendamos la lección dolorosa que estamos viviendo. No es un fracaso definitivo porque todavía tenemos la oportunidad de cambiar, de saber valorar todo aquello que realmente es importante. Todavía podemos cambiar el rumbo del ser humano por caminos más verdaderos, más espirituales.

No exijamos el cambio en los demás y nosotros sigamos en nuestra atalaya, en nuestro círculo de egoísmos. Seamos los primeros en dar el paso en el nuevo camino. Reconstruyamos esta sociedad forjándola más humana, más justa.

Valoremos a todos los hombres como seres humanos. No es más importante una estrella del fútbol que el laborioso labrador que saca nuestros alimentos de los surcos de la tierra. No es más importante un falso político que un científico que en un tubo de ensayo cura nuestras enfermedades, muchas de ellas consecuencias de nuestra vida equivocada.

Mucho podríamos hablar o escribir sobre esta historia que nos ha tocado vivir por la inconsciencia de otros. Pero lo bueno es que sepamos sembrar un mundo nuevo donde germinen las semillas del amor y de la fraternidad dejando que cada hombre aflore los valores que lleva dentro, escondidos, casi ocultos por otros valores no reconocidos.

Lo positivo será que lo que saquemos de esta triste vivencia y sepamos aprovecharla para reconstruir un mundo más humano, más solidario, más espiritual, donde el hombre sea hermano para el hombre.

 

 

Puert

Felipe de la Plaza Ciudad Real