Shakespeare, la educación y los atajos

Son las 12:45 del Viernes, 3 de Mayo del 2024.
Shakespeare, la educación y los atajos

Supongo que alguna vez habrán escuchado aquella leyenda urbana sobre un señor (unos se la atribuyen a Miguel de Unamuno, otros a Juan Valera o quizá a un individuo anónimo) que estaba pronunciando un discurso ante una concurrida audiencia. Cuando llegó el momento de referirse al insigne Bardo de Avon, dijo: “Cha-ques-pea-re”, así, de sopetón, tal como se lee en español, en vez de usar los verdaderos sonidos correspondientes a la transcripción fonética: /ˈʃeɪk.spɪər/.   Esta ocurrencia produjo ciertas risitas mal contenidas, alguna que otra risotada sin contener y numerosos cuchicheos entre los asistentes, atreviéndose incluso alguno de ellos a enmendarle la plana: “¡se dice /ˈʃeɪk.spɪər/!”. El conferenciante hizo una breve pausa para sorber un poco de agua, aclarar la voz e, impertérrito, continuó con su locución literaria. Eso sí, a partir de ese momento, en un inglés fluido y con una pronunciación sin mácula.

     Detrás de toda leyenda compartida por una sociedad se oculta una forma de interpretar la realidad, un comportamiento, unas aspiraciones de dicho colectivo. Y no nos referimos sólo a los españoles, sino a la “cultura occidental” en general. Nos encanta todo aquel que “se las sabe todas”, que da “zascas” a diestro y siniestro. El mundillo cinematográfico está repleto de protagonistas a los que ya no les basta con ser superhéroes con una fuerza sobrehumana. Además, son matemáticos, científicos, alumnos que corrigen al profesor torpe y encasillado, hablan diferentes idiomas como si tal cosa, tocan virtuosamente instrumentos musicales. Otros son ingenieros que dominan las nuevas tecnologías, la biomecánica, la física cuántica como si hubieran nacido con esos conocimientos grabados en sus genes. Personajes que son arqueólogos fuera de serie, astrónomos eminentes o vaya usted a saber qué… Encima son ocurrentes, tienen un sentido del humor perspicaz y un tipazo que quita el hipo.

     No nos parece inadecuado que nuestros “modelos” sean personas bien formadas, lo que se echa de menos es que los guionistas omitan de forma tan descarada el duro trayecto para adquirir tales conocimientos. En los guiones de la vida real no existen esas lagunas, ni tienen cabida los atajos. No pretendemos recurrir al anticuado y aborrecible lema: “la letra con sangre entra”, pero sí conviene recordar la también anticuada consigna, aunque debería permanecer mucho más vigente: “¡pico y pala!”. Para adquirir conocimientos no hay otra que trabajar muy duro. ¡No existen los atajos! Huid de los títulos “fáciles” como el que huye de un virus maligno, a no ser que vuestras aspiraciones sean “salir del paso”. Huid, en general, de los todos los títulos y de esa nueva plaga de “titulitis”, tan convenientemente alimentada por el márquetin y los intereses pecuniarios. Un diploma es la CONSECUENCIA de un conocimiento bien cimentado, nunca puede constituir un FIN en sí mismo. En realidad, quien realmente está interesado en un conocimiento determinado descubre, más pronto que tarde, que nunca habrá “un final”.

     Resulta descorazonador comprobar cómo el sistema educativo últimamente sigue unos cánones basados en “allanar el camino” al joven estudiante y la imposibilidad de casar esta actitud con la pretensión de aumentar el nivel de conocimiento. Cualquiera diría que se están haciendo trampas al solitario: ¡Evitemos que el alumno se traumatice en un cara a cara con el examinador! ¡Evitemos esa parte de la gramática tan difícil de aprender!… ¿Se imaginan si enseñáramos español evitando la conjugación del modo subjuntivo? El hispanohablante lo usa continuamente, sea o no sea consciente de ello (“SEA”: 1ª y 3ª persona del presente en modo subjuntivo del verbo SER) y es imprescindible para el aprendizaje de nuestro idioma e incluso para comprender matices que nos diferencian de otras culturas que no poseen este modo verbal. Los juegos, canciones, series y películas como material didáctico tienen un valor decisivo, siempre y cuando se usen adecuadamente, incentivando la interacción del alumno. De no ser así, pueden convertirse en la herramienta favorita del “lazy teacher”,  /ˈleɪzi ˈtiːtʃər/ o maestro gandul, que también pretende “salir del paso”.

     No siempre estaremos ahí para allanarles el camino, así que de nada sirven ahora los supuestos atajos o versiones edulcoradas. Parece que se avecina un trayecto repleto de baches, curvas y piedras sueltas. Aprender, más allá de ser maravilloso, es necesario y para ello no queda más remedio que tropezar, avanzar, fracasar a veces, afrontar en definitiva los avatares de la vida. Ya lo decía uno de los más famosos autores de la literatura universal: “TO BE, OR NOT TO BE. THAT IS THE QUESTION”