Western en Sierra Morena

Son las 14:06 del Viernes, 3 de Mayo del 2024.
Western en Sierra Morena
Los horizontes lejanos, sureños y montunos de nuestra provincia sirvieron no hace mucho de escenario para un desafortunado incidente. Unos vecinos de la zona recorrían un trayecto de nuestros caminos (entiéndase el posesivo “nuestros” como una triste ironía) para escuchar la berrea, hasta que llegaron a la puerta de una gran finca, que es el lugar donde de forma pertinaz y reiterada acaban los sueños de cualquier excursionista en Ciudad Real, ya sea autóctono o venido de tierras foráneas. Bueno, en este último caso es aún peor, porque como la administración no se ocupa de señalizar los caminos públicos, estos turistas con sus niños se ven obligados a dar media vuelta y encima pidiendo perdón, mientras releen incrédulos el prospecto turístico que les aseguraba que esa era la ruta a seguir. 
     Esta finca denominada, no sabemos si “El Juanar” o “El Madroñal”, pero que en todo caso debería denominarse “O.K. Corral” o “PorakínopasanielTato” ostenta una de esas puertas, obstruyendo un camino declarado público por un Tribunal, que impresionan al visitante, más aún si llegas de noche, porque los sucesos acontecieron con nocturnidad, aunque sin alevosía, todo hay que decirlo. Más bien fue la consecuencia de un “calentón” breve que dio paso a un todavía más breve duelo en el que solo una de las partes usaba balas de fusil como “argumentos”. 
     En este western a la española, contamos con la actuación estelar de un guarda (a lo Jon Báine) que llevó su lealtad al Señor del Lugar hasta límites que van más allá de la legalidad. ¡AHÍVADÁHI! Porque lo primero es lo primero. Pues claro, “hay dos tipos de personas”, que diría Clint Eastwood en ‘El Bueno, El Feo y El Malo’, “los que tienen la pistola y los que cavan”. En este caso, el hombre que “desafió” al guardián de la finca (dentro de un coche aguardaba otro excursionista y una mujer embarazada… ¿forajidos?) no tuvo que cavar, pero retrocedió sobre sus pasos con la agilidad y presteza de un corzo espantado nada más atisbar el fusil que empuñaba el guarda. Y al ¡PAN, PAN!, otro esperpento rural aparcado en el olvido.
     No es la primera vez que se da en nuestras tierras un rocambolesco suceso de este tipo. Estamos acostumbrados a desviar o suspender nuestro recorrido por caminos públicos, porque los tiros a veces suenan sospechosamente cerca. Cualquier malpensado diría que intentan amedrentarnos. Si se personara la autoridad en ese momento, quedaría demostrado que quienes están infringiendo la ley (cuando ni hay montería, ni es época de caza y seguramente los susodichos están furtiveando, etc.) son los escopeteros, ¿pero a quién le importa eso?... Nosotros somos los que cavamos. 
     En esta “españolada” a la que hoy nos referimos, no sabríamos decir con certeza quien es El Bueno y quién El Feo. Creemos que no deberíamos necesitar excursionistas exaltados aporreando puertas con sus proclamas. Mucho menos necesitamos guardas tan excesivos en lealtad, escuetos en palabras y de gatillo fácil. En realidad no haría falta ninguno de los dos si de una vez por todas El Malo (lleva décadas siéndolo, de ahí estos lodos): la Administración, el Gobierno, la Junta, la Diputación o quien quiera que esté al mando (o se ponga al mando, si es necesario) haga de una puñetera vez su trabajo. 
     Este camino es público y ni siquiera debería haber una puerta, según sentencia firme del Tribunal Superior de Albacete (2014). Si hubieran llevado a cabo bien su trabajo desde hace décadas, ni siquiera habría hecho falta acudir a ningún Tribunal de Justicia. Una sentencia, como la de un desahucio, se cumple a rajatabla y se echa a la calle a quien esté dentro del domicilio, ya sea un sinvergüenza que no paga o una familia menesterosa con hijos. La ley está para cumplirla. ¿Por qué en otros ámbitos, como éste, se obliga a un pequeño ayuntamiento, a un pueblecito en medio de ninguna parte a seguir unos vericuetos jurídicos costosos, un galimatías legal para el que no están preparados ni tienen recursos, si quieren demostrar que un camino es público? ¿Por qué no se obliga al gran propietario a demostrar que ese camino es privado y que siga siendo público mientras lo demuestra?... Y, por favor, ya nos sabemos el truquito ese de que el camino público hace años que “se perdió y éste que hay ahora lo hemos construido nosotros”. Hay tantas cosas que “se pierden” adrede… ¿Por qué hay sentencias que no mueven a ninguna autoridad (Policía Nacional, Guardia Civil) para comprobar que se cumple a rajatabla? Los que no entendemos de Justicia tenemos la impresión de que esto es el mundo del revés, o que quizá eso de que la Justicia es igual para todos es uno de tantos espejismos en los que se está convirtiendo la esencia y los pilares de nuestra sociedad.
     Necesitamos una autoridad que no delegue, sino que se ponga al frente de un problema vital para el futuro desarrollo de nuestra provincia. Ya no vale seguir la estrategia de ponerse de perfil y mirar para otro lado, de unas instituciones que no saben, ni contestan, ni actúan, ni se les espera. Ha llegado la hora de coger el toro por los cuernos, definir con claridad y cueste lo que cueste (y no nos referimos sólo a lo económico) qué caminos son públicos (son nuestro patrimonio, el de todos), arreglarlos, definirlos, darlos a conocer y señalizarlos, si es que de verdad los que ocupan cargos están al servicio de quien los eligió y no desean que se vuelvan a repetir este tipo de disparatados sucesos que un día podrían acabar en tragedia.