El joven escultor malagueño, José María Ruiz Montes, emergente
con una solidez incuestionable, sigue creciendo y expandiendo su
obra, que se caracteriza por un gran realismo, con una plasmación
perfecta del estudio de la anatomía humana, que atrapa al
espectador en sus entrañas con una garra religiosa; lo que hace
que entre creyente y obra se dialogue con la mirada, sin cansar,
sobre los temas fundamentales de la vida y la muerte.
La Parroquia Virgen de Gracia de Puertollano (Ciudad Real) firmó
un contrato con José María Ruiz Montes el 10 de Septiembre de
2015 para realizar un Cristo Crucificado, de un tamaño natural,
sobre 1,90 cm. La ubicación será la recién remodelada, para el
caso, Capilla Penitencial de dicha Parroquia. El reto del escultor es
hacer un Crucificado en la escena en la que, mirando al cielo, Cristo
pide al Padre perdón por quienes le están crucificando: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen” y hacer creíble, a quien
se deje atrapar, de la misericordia de esta petición, de tal manera
que llegue a experimentar la necesidad de dejarse abrazar y
perdonar por Cristo. No en vano la Cruz del Cristo descansará en la
sede en la que el sacerdote confesor acoge a los penitentes para
darles la absolución en nombre de Dios.
Esta idea, fue concebida en la Parroquia en la que se venera la
Patrona de Puertollano, Nuestra Señora de Gracia, a la que se
acercan muchos feligreses a pedir sus favores, que, así es, no
siempre terminan como el devoto quisiera; es como un requiebro
para que la Virgen los acerque a Cristo Crucificado y en Él puedan
seguir su peregrinación por la vida.
Era el Año del 500 aniversario del nacimiento de Santa Teresa
cuando se inició oficialmente este encargo. Por eso el Cristo del
Perdón llevará en su pecho, a modo de primera piedra, estos versos
de Santa Teresa de Ávila, que hizo para una profesión de una
religiosa, Isabel de los Ángeles:
Sea mi gozo en el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso,
y mi bonanza el quebranto.
Entre borrascas mi amor,
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida,
y en desprecios mi favor.
Mis tesoros en pobreza,
y mi triunfo en pelear,
mi descanso en trabajar
y mi contento en tristeza.
En la oscuridad mi luz,
mi grandeza en puesto bajo,
de mi camino el atajo,
y mi gloria sea la cruz.
Mi honra el abatimiento
y mi palma el padecer,
en las menguas mi crecer
y en menoscabos mi aumento.
En olvido mi memoria,
mi alteza en humillación,
en bajeza mi opinión,
en afrenta mi victoria.
En el hambre mi hartura,
mi esperanza en el temor,
mis regalos en pavor,
mis gustos en amargura.
Mi lauro esté en el desprecio,
en las penas mi afición,
mi dignidad sea el rincón,
y la soledad mi aprecio.
En Cristo mi confianza
y de él solo mi asimiento,
en sus cansancios mi aliento,
en su imitación mi holganza.
Aquí estriba mi firmeza,
aquí mi seguridad,
la prueba de mi verdad,
la muestra de mi fineza.
Se está gestando en el Año de la Misericordia, lo que da contenido
a la obra y a la remodelación de la capilla: Dios nos muestra de un
modo extremo su Amor Misericordioso en la entrega de su Hijo en
la Cruz. Y saldrá a la luz, D. m., en el próximo año.
Fuente : Pedro Crespo
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