Barrera mental

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Son las 19:04 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
Barrera mental

La obra del pintor puertollanense Miguel Ángel Vozmediano, Barrera Mental, expuesta en el Instituto de Neurociencias Clínicas de Ginebra, es un reflejo de la encrucijada en la que se encuentra el ser humano, cuando, tras haber conocido el naufragio va recuperando su equilibrio. El muro, símbolo de aislamiento y soledad, se desquebraja asomándose a la consciencia y al espíritu, al cerebro y a la mente que, en el ser humano, lo define todo. El cielo, nuestra casa común, se puede volver a habitar a medida que las nubes descargan con su llanto el sufrimiento que felizmente se va disipando.

La integración entre el alma, el cuerpo y el espíritu no es un mero concepto intelectual, es una experiencia que se vive desde la práctica de la conciencia corporal. Sólo a partir de ella, es posible trascender las dicotomías humanas que pueblan el pensamiento.  En un mundo donde prima la productividad, la sensibilidad no es suficientemente reconocida. La barrera mental de Vozmediano no significa represión sino la expresión del hombre liberado y enfrentado a su destino. Un punto de inspiración para que, en su día mundial, ciudadanos y profesionales reflexionen sobre el presente y el futuro de la salud mental en una sociedad sometida a cambios tan rápidos y vertiginosos, que sobrepasan  nuestra capacidad de comprensión y de adaptación.

Muchos son los actores que se representan en la escena de la mente humana: médicos, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales pero también sociólogos, políticos y sobretodo los ciudadanos que en sus intercambios racionales y emocionales van construyendo el gran templo de la salud mental. Esta diversidad y heterogeneidad constituye también su complejidad y su riqueza. Sobrepasando el paradigma binario: salud/enfermedad, locura/cordura, normalidad/patología encontraremos la salida a este milenario dilema.

La enfermedad mental ha sido estigmatizada desde hace siglos presentándose tradicionalmente de forma dicotómica.  La salud Mental, en su día mundial, nos invita a sobrepasarla.

La Organización Mundial de la Salud define la Salud mental como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. Desde ese punto de vista las clasificaciones internacionales de enfermedades mentales, el CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud y el DSM-V de la Asociación Americana de Psiquiatría, son con frecuencia rechazadas con el pretexto de que “convierte en enfermedad los comportamientos humanos”. Es posible. Sin embargo las dos clasificaciones convergen en que lo que haría del comportamiento humano una enfermedad es el sufrimiento que genera. Pero, ¿se puede estar enfermo sin sufrir o sufrir sin estar enfermo?  

El sufrimiento humano no puede reducirse a una simple categorización. La psiquiatría ha tenido que asumir el abordaje de situaciones sociales complejas convertidas en patologías. ¿La exclusión, la marginación, el desempleo, las guerras, la violencia de género son problemas psiquiátricos? No en su génesis pero sí, aunque no exclusivamente, en su resolución. Uno de cada cuatro ciudadanos ha sufrido o van a sufrir en el trascurso de la vida un trastorno psicológico o psiquiátrico. En la actualidad la depresión es la tercera causa de baja laboral. ¿Qué genera la enfermedad mental? ¿Qué genera el sufrimiento humano? ¿Dónde se encuentra la frontera entre la intervención médica, psicosocial o sociopolítica?

Contra toda tentativa de parcialización de los esfuerzos, aboguemos por la inclusión y la transversalidad y su expresión en la resiliencia que es la capacidad de los seres humanos para trascender positivamente situaciones adversas y proyectarse en el futuro.

 

Tradicionalmente se nos ha enseñado que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Más recientemente, también ante la ley. Pero los que trabajamos en la salud mental sabemos que existen múltiples determinantes que contradicen aquellos principios. No todos los seres humanos son iguales, tienen derechos y deberes y el ejercicio de los mismos están supeditados a condicionantes biológicos, genéticos, culturales, educativos, sociales y políticos que hacen que unos sean más  iguales que otros ante Dios o ante la ley. Todos tienen, sin embargo, un potencial para poner al servicio de la convivencia, sobre-viviendo en una sociedad tan llena de posibilidades como hostil y vetada al ejercicio de la fragilidad y de la sensibilidad.

El campo de la salud necesita promover el eje transdisciplinario para poder abarcar así no solo al individuo tratado sino también "acompañado" en su dimensión integrativa: alma, cuerpo y espíritu. Solo así el "ciudadano acompañado" será capaz de percibir ese “cielo de oportunidades” al cual pertenecemos todos y que tan bien ha expresado Miguel Ángel Vozmediano en su obra.

La Intervención terapéutica en salud mental toma en cuenta las características biológicas y psicológicas del individuo, así como la familia, escuela y entorno social en el que desarrolla. En este sentido su abordaje debe ser considerado bajo una perspectiva individualizada, integrada y diversificada: abordajes genéticos, biológicos, psicoterapéuticos y psicoeducativos, teniendo también en cuenta el contexto socio-político en el que se encuentra.  En este sentido, la intervención en salud mental debe considerar la integración de los elementos de socialización del individuo: escuela, familia y sociedad en la que todos estamos implicados  como elementos activos.

Asistimos a debates con frecuencia estériles que tienden a la simplificación cuando no a la negación de los problemas. Más allá de posiciones exclusivistas y en definitiva autoritarias, la individualización de la atención y la diversificación de los enfoques y recursos garantizan el reconocimiento de la “diferencia” y el trabajo en la integración psicosocial de las personas.

Las enfermedades mentales son diversas y heterogéneas. Aparecen cuando los mecanismos de adaptación a los estresantes psicosociales han fracasado. Muchas veces es difícil diagnosticarlas y tratarlas en sus manifestaciones más complejas. Por ello, no pueden existir fronteras entre los actores de la salud mental para una intervención efectiva, apostando por la trans-disciplinaridad en la que el individuo encontrará un terreno donde desarrollar sus recursos.

 

 

 

Desde una perspectiva más profunda, la transdisciplina es capaz de relacionar el arte con la medicina, la espiritualidad con las neurociencias, la cultura con la ciudadanía y puede transformarse en una inspiración para la búsqueda del crecimiento y desarrollo personal.

El día mundial de la Salud Mental que hemos celebrado en el mes de octubre nos ha invitado a pensar en el ser humano desde la perspectiva ciudadana, integradora de sus dimensiones más universales, teniendo en cuenta de nuestros supuestos antropológicos y comprendiendo nuestras referencias y diferencias. Cuando el referente del campo de la salud no olvida su propia ciudadanía ni su pertenencia a una cultura determinada integra el respeto de los valores humanos.

En los últimos años el abordaje de los problemas de salud mental se ha desarrollado sobretodo en la prescripción de medicamentos abandonando a los psicólogos los aspectos psicoterapéuticos. El modelo de formación de los médicos en salud mental pone el acento en sus aspectos biológicos dejando en un segundo plano cuando no, ni siquiera abordándolos los  psicológicos y sociales. Los médicos de familia no están suficientemente formados en psiquiatría. Los psiquiatras no tienen formación en psicoterapia y los sistemas de salud no están suficientemente dotados de equipos que aborden la salud mental desde una perspectiva global e interdisciplinar.

La promoción de la salud y de la sensibilidad es necesaria para todos, portadores o no de sufrimiento psíquico. Aunemos nuestras acciones hacia el respeto de lo íntegro, valorando lo singular que es lo más valioso de nuestro ser universal. Un círculo vicioso que se convierta en virtuoso donde cada actor aporte su parte de creatividad, solidaridad y responsabilidad recíproca al servicio de un proyecto común.

Necesitamos de nuevas ideas que vayan más allá de la siempre necesaria planificación. Seguir profundizando en una integración efectiva hacia una, por qué no, nueva disciplina que integre a todas las demás en unas Ciencias de la Salud Mental. Superaremos así el carácter piramidal de la intervención clínica y psicosocial con lo que desarrollaremos una auténtica transversalidad e igualdad de oportunidades .

Miguel Marset y Stéphanie Metzger Del Campo*

* Médica, licenciada en Argentina. Fundadora de la Asociación Nutrivida    

    de Ginebra (para el estudio de la transversalidad entre el arte, la cultura y la salud)

Miguel Marset
Barrera Mental. Miguel Ángel Vozmediano. 2007