Raquel, vocación precoz y grato recuerdo

Son las 10:50 del , 5 de Mayo del 2024.
Raquel, vocación precoz y grato recuerdo
    Hay personas que descubren muy pronto su vocación y una vez despejada esa incógnita se aplican al camino elegido de manera decidida. A veces se trata de un descubrimiento que no tiene antecedentes en la historia familiar, a veces se alimenta de una herencia que viene de antiguo. 
 
    Raquel sintió nacer, cuando aún era niña, una inclinación a seguir las huellas de su abuelo y de su padre, supo muy pronto que la opción que habían elegido ellos desde muchos años antes sobresalía claramente entre otras posibles alternativas. No contempló otras posibilidades y toda su vida la aplicó a profundizar en las huellas que ya estaban impresas en el territorio árido y plagado de privaciones que transitaron sus mayores.
 
    Por otro lado, hay personas que no necesitan abandonar este mundo para embellecer su recuerdo. Raquel murió y lo hizo joven, pero cuantos la conocimos ya teníamos entonces formada la idea de que era una mujer que aunaba opinión acerca de su entrega, amabilidad y empatía.  Nada más conocerla, todos se sentían ante alguien cercano que despertaba el afecto de los demás por sus dotes personales.    
 
    Fue una tenaz luchadora en defensa de su ideología, convencida de que albergaba las claves para reducir las desigualdades sociales y construir un mundo más justo. Continuó así la lucha de sus referentes en el ámbito familiar. El libro “Cien años para la libertad. Historia y memoria del Socialismo en Puertollano” de Julián López García y Luis F. Pizarro Ruiz, se cierra con un relato de Raquel Gómez Castellanos en el que expone sus comienzos como militante socialista a los 14 años de edad, siguiendo las estelas de su abuelo Manuel y de su padre Floreal, marcadas por la adversidad que dificultaba sobrevivir en una época de posguerra donde se perseguía con saña a los disidentes de la línea política imperante. Raquel expone las historias de sus antepasados sin eludir los pasajes más duros y se siente continuadora de una trayectoria que desea cimentar al elegir el nombre de Pablo para su hijo. La fotografía de Luis F. Pizarro que acompaña a ese relato y a este artículo, muestra a Floreal, Raquel y Pablo ante la foto de Pablo Iglesias y el Gran Teatro de Puertollano. Un hombre y una ciudad que siempre polarizaron el trabajo y el afecto de Raquel.
 
    Nació en nuestra ciudad en 1970 y tras sus estudios primarios y secundarios en centros de su querida barriada de las “630” se licenció en Derecho. No parece descaminado suponer que su intención al elegir esta especialidad era ocuparse en allanar las dificultades de la gente más humilde, las personas de su mismo origen. Empieza a decantarse su destino político cuando en 1999 concurre por primera vez a las elecciones municipales en la candidatura encabezada por Casimiro Sánchez Calderón, que había sido su maestro en la escuela primaria y desde entonces consideró que aquella niña daba muestras de una capacidad y voluntad propicias para integrarse en la tarea política local. Creyó en su discípula hasta el punto de nominarla en su pensamiento como futura heredera de la cúpula de su partido. Es elegida concejal y empieza una labor que llama la atención por su entrega social y su personal cercanía.
 
    En las siguientes elecciones de 2003 esa idea de liderazgo se consolida y Raquel figura en la candidatura socialista en el número dos, tras el propio Casimiro Sánchez. Su relevancia crece en el gobierno municipal, ocupando concejalías en las que deja un poso de eficacia al tiempo que se granjea la amistad y el reconocimiento de sus equipos técnicos. Su método de trabajo se basa en otorgar confianza a los empleados municipales, apoyando sus iniciativas, respaldando sus tomas de decisiones y compartiendo responsabilidades. Es una concejal que transmite seguridad porque siempre está dispuesta a escuchar y activar recursos para alcanzar objetivos. No menos importante es el carácter alegre y positivo que pone de manifiesto incluso en los momentos en que vienen mal dadas. En las elecciones de 2007, ya con Joaquín Hermoso Murillo como cabeza de lista, Raquel ocupa el número tres de la candidatura, conservando un puesto de máxima confianza. Asume la concejalía de Administración Interna, básica para la organización municipal. Su trayectoria política no deja de afianzarse.
 
  Todos los indicios y la opinión de sus importantes valedores la sitúan en cabeza para ascender a la más alta responsabilidad municipal. Sin embargo, una serie de circunstancias personales le aconsejan dar un paso a un lado y recapitular sobre su futuro inmediato. En su recorrido al servicio de la ciudadanía había dejado la impronta de aplicar a la actividad política los principios de honradez, integridad y entrega. La ambición de medrar por encima de otras consideraciones quedó al margen de su currículo.
 
   Junto a la vocación política, Raquel cultivó la afición a la lectura y escritura. El relato citado es un buen exponente de sus méritos como autora, merecedor del segundo premio del certamen nacional de la Fundación Jaime Vera. También cosechó varios premios en el concurso de cartas de amor de la Asociación de Amas de Casa “El timón”, con epístolas redactadas con una emotividad que despierta la fibra sensible del lector. En el acto de una entrega de premios de este certamen, confesó que su poeta favorito era Miguel Hernández. No podía ser otro, el tono poético y el contenido social del poeta de Orihuela, congeniaban abiertamente con el modo de entender la poesía y la vida de Raquel.
 
   Su muerte el 14 de marzo de 2022, a la edad de 52 años, cuando ocupaba el cargo de vicesecretaria general de la agrupación socialista de Puertollano, convocó en la parroquia de San José a una multitud que dejó pequeña la capacidad del templo. Personas de nuestra ciudad y provenientes de otras poblaciones quisieron rendirle un sentido homenaje a quien en todo momento mantuvo una conducta ejemplar desde la óptica humana y desde el compromiso político. El ambiente de los entierros está marcado por la persona desaparecida y se refleja en el sentimiento de los dolientes: en este caso, la tristeza teñía los semblantes y los ánimos.
 
   Dejó en sus compañeros y amigos un recuerdo que se acrecentará con el tiempo: el de una mujer entregada a su amor filial y maternal, a su vocación y a los demás.
Eduardo Egido Sánchez