Un Valle con historia

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Son las 07:58 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
Un Valle con historia
Ya los árabes, le pusieron el nombre de Fahs-al-Ballut o "llano de las bellotas" y vivieron en el durante muchos años aprovechando sus recursos. Después caballeros calatravos y castellanos dejaron su marcada huella en este enclave, modificando su fisonomía al deforestar gran parte del mismo y utilizar la madera del bosque original como combustible, para las minas de azogue y plomo, pero también como material para la construcción y mantenimiento de la gran Armada Española de los Siglos XV al XVII.
 
Pero fue la deforestación sufrida a manos de los ganaderos, que en busca de pastizales talaron grandes zonas de arbolado, la que más marcadamente dejó su huella en el Valle de Alcudia, otorgándole esas grandes extensiones adehesadas sin árboles que hoy son un rico hábitat  para muchas especies de aves esteparias, que antes no eran muy comunes en la zona como la: Avutarda común, Sisón común, Alcaraván común, Cogujada común, Calandria, Alondra común, Triguero, Terrera común, Aguilucho cenizo, Aguilucho pálido, Carraca europea, Ganga ibérica, Ganga ortega, Collalba gris, Codorniz común, Bisbita campestre o Perdiz roja  todas ellas con mayor o menor población, pero residentes en ese tipo de entornos y que pasan desapercibidas a nuestra vista. Además de estas hay muchas otras especies más conocidas y también de una gran importancia. Junto a la centenaria trashumancia de ganado, suponen uno de los mayores atractivos Naturales, estéticos y culturales de la comarca.
 
La Orden de Calatrava, fundada en 1158, recibió en 1189 el privilegio de la asignación del Valle de Alcudia y el Campo de Calatrava cuyas rentas servirían para el mantenimiento de sus encomiendas, maestrazgo, sacristanía, obrería, etcétera, beneficiándose asimismo de la recaudación de diversos impuestos sobre las tierras pertenecientes a los concejos y a particulares se convirtieron en «meras recompensas para cortesanos, aristócratas y militares distinguidos».
 
La escasez y poca calidad de las tierras asignadas a los pobladores y a los concejos motivaron que los vecinos de la comarca arrendasen o adquiriesen tierras de la Orden ya en el siglo XIV, En el transcurso del siglo XVI, y como consecuencia del incremento demográfico que se produjo, se avivó el antiguo conflicto entre agricultores y ganaderos, así como las diferencias entre los ganaderos trashumantes y los locales. Durante la primera mitad de este siglo se roturaron y labraron arbitrariamente muchas tierras, tanto públicas corno de la Corona, siendo estas roturaciones particularmente importantes entre 1593 y 1602.
 
Las tres formas características de aprovechamiento del Valle fueron: el invernadero, el agostadero y la montanera, cumpliéndose este ciclo de forma rigurosa, por lo que se determinan a los pastizales de Alcudia como una unidad de aprovechamiento pastoril. 
 
El agostadero, con una importancia económica muy inferior, era aprovechado por los ganaderos locales principalmente, arrendándose también de manera colectiva aunque generalmente de forma anual. La pugna mantenida entre los ganaderos serranos y los riberiegos por el aprovechamiento de los pastos condujo en ocasiones a que los ganaderos trashumantes dificultasen o impidiesen la entrada de los rebaños locales en las dehesas durante el verano. Asimismo, existían quejas entre los ganaderos locales por el cobro abusivo de derechos o bien de impuestos ilegales.
 
El escaso poder e influencia de los ganaderos de agostadero determinaban que la mayoría de estos pleitos se resolviesen a favor de los ganaderos trashumantes que contaban con el poderoso respaldo de la Mesta.
 
El arrendamiento de los pastos de invierno, que se efectuaba por decenios, duraba desde el 29 de septiembre (San Miguel) hasta el 30 de abril, fecha en que comenzaba el agostadero. La cabaña invernante en Alcudia en el siglo XVIII debía de oscilar en torno a las 100.000 cabezas, aunque hubo años en los que se produjo la entrada de más de 150.000 ovejas.
 
Del total de la cabaña, las tres cuartas partes pertenecían a grandes ganaderos, una gran parte de los cuales vivían en Madrid, lo que podría explicar en gran medida la poderosa influencia de la Mesta en la Corte madrileña. La desamortización del Valle de Alcudia, iniciada en 1873, durante la Primera República, se hizo conjuntamente con la del Campo de Calatrava y afectó a 1.011 fincas. La puesta en venta de tan elevado número de tierras no se tradujo en una distribución más equitativa de la propiedad, al no ir acompañada de una fragmentación de las mismas que permitiese unos precios asequibles para los pequeños agricultores y ganaderos.
 
Por el contrario, la desamortización favoreció un proceso de acumulación de la propiedad que acentuó aún más el desequilibrio social existente. De este modo surgiría una nueva clase de grandes propietarios, pertenecientes a la burguesía madrileña y local, que acapararían la riqueza de la comarca, como lo prueba el hecho de que el 75,5% de la propiedad en aquella época estuviese en manos de sólo el 9,6% de los propietarios.
 
Otro aspecto muy importante del proceso desamortizador lo constituye la desaparición de baldíos y pastos comunales, hecho que afectó especialmente a los pequeños ganaderos, que se vieron obligados a arrendar pastos que hasta entonces eran gratuitos. Paralelamente se inició un intenso proceso de roturación que redujo notablemente la extensión de montes y dehesas, afectando asimismo a las vías pecuarias, que fueron objeto de un elevado número de intrusiones, especialmente en las primeras décadas de este siglo. La decadencia del ganado ovino favoreció este proceso roturador, tanto por el desuso en que cayeron muchas de las vías pecuarias.
 
Tras conocer un poco la historia podemos ver, cómo siglo tras siglo este Valle de Alcudia ha sido maltratado a la vez que ansiado por los poderosos y negado a sus moradores, una y otra vez hasta llegar a la actualidad. Donde podemos ver de nuevo como unos pocos terratenientes se quieren repartir el pastel, esta vez en forma de parques fotovoltaicos, que cambiaran las ovejas por placas solares, envenenando los suelos y destruyendo aquel hábitat nuevo que se formó, cuando talaron los árboles hace varios cientos de años.
 
 Miguel Ángel Duque Duque