Dignidad perdida

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Son las 01:38 del Lunes, 14 de Octubre del 2024.
Dignidad perdida

 

 

 

 

 

 

La fotografía que ilustra el presente artículo muestra la estupefacción del presidente mejicano, Luis Peña Nieto, ante la amenaza del vecino gigante que le espera al otro lado del muro- frontera para devorarlo. El lobo quiere guerra y ante sus deseos de sangre y venganza se ceba con el más débil. Este hecho no nos aporta nada nuevo en las relaciones entre vecinos. Lo vemos también con frecuencia en las luchas sangrientas entre animales que matan para sobrevivir o luchan por su supremacía. La razón, propia de la especie humana, nos suele aportar mesura, pero a veces es solo en apariencia ya que hemos creado una moral que lejos de ser universal solo limita al que cree en ella. En lo que al sociópata respecta, la moral o la ética solo sirven de coartada para la consecución de sus fines casi siempre impregnados de poder y/o de dinero. Los perversos en el poder cuentan paradójicamente con la inestimable complicidad de la ciudadanía a través del voto, acto supremo de la democracia, que les legitima y perenniza en sus poltronas cargándonos de promesas que luego no se ven en la obligación de cumplir.

Los mensajes repugnantes de la campaña electoral de Donald Trump cargados de odio, racismo, misoginia y homofobia, no le ha impedido ganar unas elecciones en el país de las maravillas democráticas, el referente socio-político de occidente. Quizás sea que los supuestos valores que se le atribuyen no son tales y, ante tanto estereotipo zafio se esconda, como en los lobos, un alma que se mueve sin piedad cuando tiene hambre, asegurando su supervivencia y primacía, pero en este caso de odio y de poder. Ahí siempre estarán ellos…y nosotros y todos los que no dan duros por pesetas.

Las brabuconas provocaciones de este monstruo político y quizás también humano, sin parangón en las relaciones internacionales convencionales, encontraron rápida respuesta de su homólogo mejicano. La reacción del “puro macho” que los mejicanos llevan en los genes obtuvo lo que nadie antes había conseguido: la unanimidad entre todos ellos contra esta intolerable burla. Por fin los mexicanos juntos luchando contra una causa común, mantener en pie la dignidad de un pueblo. Esta, representada en un muro de la vergüenza, que para más inri ya existía (había empezado a construirse con Bill Clinton) y al que no le habíamos hecho ni caso. Un muro más, como el de Berlín, Melilla, Gaza…

Las palabras de Fernando Sabater, en su columna de El País del 28 de enero denuncia y desnuda la hipocresía que se esconde en nuestra sociedad y más concretamente en la clase política española al referirnos a los derechos humanos más allá de nuestras fronteras: “los derechos humanos no definen el rostro de los demás, sino el nuestro. Un día despertaremos sin máscaras ni coartadas y nos veremos de verdad en el espejo” asevera el filósofo desacomplejado cuando hace referencia a la condescendencia de Podemos con Venezuela o Irán o la actitud del gobierno enviando al Rey a reforzar nuestras tradicionales buenas relaciones con los sátrapas saudíes o la hipocresía de la Comunidad Europea en el incumplimiento de sus compromisos adquiridos con los refugiados sirios o la omnipresencia china ya en todos los órdenes de la vida comercial de occidente.

Condeno sin paliativos la actitud de Donald Trump. Sin embargo, es de justicia declarar la desconfianza que siento ante este ruido político ensordecedor. Las maneras de Don Donald son tan abruptas, estridentes y perversas que corremos el riesgo de desviar la atención de los terribles problemas que aquejan al mundo, algunos ya irreversibles, para fijarnos, una vez más, en los estereotipos.

 

No sería de extrañar que, con tanto circo, se estén organizando realidades a otros niveles ante las que no podremos decir nada una vez que se conviertan en irreversibles.

Pero volviendo al asunto central que nos incumbe: Sr. Peña Nieto, ¿a qué dignidad se refiere usted?: ¿La de uno de los países más corruptos de América latina donde se matan mujeres y estudiantes en masa casi con total impunidad? ¿Donde se persiguen a las minorías indígenas de manera encarnizada? ¿Donde los carteles de la droga se mueven con la connivencia de los poderes públicos? ¿Donde la corrupción se generaliza en todos los niveles del Estado? ¿La del hambre, la contaminación, la fuga de capitales, el caciquismo?...

 

Sr Peña Nieto, con todo el amor y el respeto con el que me suelo dirigir a mis hermanos mejicanos les voy a dar una idea: denle al “Macarra del norte” una buena lección por una vez en la vida. Hagan de México el país grande que fue en otro tiempo, resuelvan las desigualdades, reintegren la justicia, acaben con la impunidad, la delincuencia, el narcotráfico, el hambre y respeten los derechos de las minorías étnicas. Hagan de México el país generoso, democrático y libre que todos esperamos y dejen de compararse “la verga” con Donald. Ese atributo, siendo universal, no les va a quitar el hambre.  Sin embargo, ocuparse verdaderamente del ejercicio de los derechos y los deberes de la gente le ayudará a buen seguro a recuperar su dignidad perdida.

 

 

 

 

“Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”.                                            Miguel de Cervantes.

 

 

Fotografía: Diario Vanguardia de Saltillo (México)