Cines de invierno

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Son las 19:52 del Martes, 16 de Abril del 2024.
Cines de invierno

     En el artículo de junio pasamos revista a los cines de verano locales y ahora en diciembre le toca el turno a los cines de invierno. Cuando caen chuzos de punta, un buen plan es buscar refugio en una sala de cine, comprar un paquete de palomitas y dejarse llevar por una buena historia en imágenes. En Puertollano se proyectó cine en estas diez salas que recordamos ahora como tributo a la nostalgia.

     En mayo de 1920 se inauguró el Gran Teatro en el espacio que se extiende actualmente en la avda. 1º de mayo desde el BBVA hasta la Escuela de Danza. Ya en los años veinte se proyectó cine en sus grandiosas instalaciones, actividad que se mantuvo hasta poco antes de su demolición en 1982. Durante el verano se mantenía la programación y resultaba confortable refugiarse durante las horas de siesta en su fresca penumbra. Hay un recuerdo infantil de este cine que permanece imborrable: en una película del oeste, un indio anciano yace muerto boca arriba en mitad de la pradera y el viento agita su blanca y larga cabellera; esa escena alimentó un tiempo la nómina de  temores de la niñez y se grabó con fuerza en la memoria.

     El cineIdeal, conocido como el cine de Mugas, comenzó su actividad también en los años 20, rivalizando con el Gran Teatro. Se encontraba en la esquina donde se ubica ahora La Caixa. Nos cuentan que en la década de los 40 se proyectaban películas mudas en esta sala y que el propio Mugas explicaba las escenas valiéndose de una vara a modo de puntero. De este modo, llamaba la atención sobre un indio (tal vez el mismo que luego nos atemorizó en la niñez) que se había encaramado a un árbol para saltar al paso del vaquero protagonista. Decía el emprendedor Mugas elevando la voz para transmitir  emoción: “¡Mirad dónde se ha escondido el indio! ¡Ya veréis qué salto pega para atacar al vaquero!”.

     El cine Imperial Cinema, que no hay que confundir con el Imperial Terraza de verano, ocupó el edificio de la calle Aduana que antes había sido Casino, a la altura del actual nº 7 de la calle. Mantuvo la espectacular fachada del Casino y en el vestíbulo de entrada se instaló una máquina de palomitas –la primera que recordamos- que perfumaba el recinto. Este olor actuaba como el reflejo condicionado de Pavlov: cuando se percibía, avivaba el deseo de ver cine.

     En la calle Ricardo Cabañero, frente a la clausurada sucursal de CCM, estaba el cine Calatrava, que también contaba con otro de verano con idéntico nombre. Disponía de un amplio vestíbulo que se llenaba del humo de los cigarrillos en los intervalos entre  películas de los programas dobles. Luego funcionó como pista de patinaje durante un breve periodo. Otro recuerdo infantil: un niño se dispone a entrar a la sala acompañado por su hermano pequeño, convencido de que éste tendrá acceso gratuito. Se equivoca, el portero dice que necesita abonar la entrada. Ante el imprevisto, el mayor pide a su hermano que regrese a casa. Cuando ocupa su asiento (¿patio de butacas o anfiteatro?) nota una inquietud que le obliga a salir del cine, previo permiso del portero, alcanzar a su hermano antes de llegar a casa, comprar su entrada y acceder con él.

     El cine Córdoba únicamente contaba con patio de butacas, de mayor superficie que los cines citados, careciendo de los habituales anfiteatros conocidos popularmente como “gallineros” cuyas localidades eran más económicas. Su ubicación era la actual de Multicines Ortega. En la pared opuesta a la pantalla disponía de un panel decorativo de estilo abstracto y tonos oscuros que la panda de amigos calificaba despectivamente: “Con lo bonito que es el cine y vaya birria de cartel”. Debido a la gran anchura de la sala, los espectadores del extremo de las primeras filas, veían alargados los rostros de los actores. Andando el tiempo, también se representaron obras de teatro y otros espectáculos, como las actuaciones del cantante local Primi Ortega.

     En junio de 1962 se inauguró el cine Lepanto, situado en la calle Vélez, con la película “El coloso de Rodas” si la memoria no falla. El mármol brillaba por doquier en  sus lujosas dependencias. Disponía de un magnífico bar en el vestíbulo del anfiteatro, a semejanza de los antiguos ambigús. Poco después de su inauguración se proyectó, con  éxito extraordinario, la magnífica “Ben Hur” y con no menos éxito, éste de connotaciones políticas, el documental de Sáenz de Heredia “Franco, ese hombre”. Aunque para éxito, y ya a mediados de los años 70, la erótica “Emmanuelle”, protagonizada por la bellísima Sylvia Kristel.La cola para entrar al cine subía hasta el plazolete Patón y doblaba por la calle del Puerto. Se proyectó en sesión continua, pero el acomodador llamaba la atención a los que no abandonaban la sala al finalizar cada pase porque había que dejar sitio a la muchedumbre que aguardaba impaciente el  pase siguiente. Después llegaron la Emmanuelle negra, la oriental y algunas otras, todas ellas generosas a la hora de mostrar sus indiscutibles atributos físicos.

     A partir de los años 50  se “echaba” cine en dos salas no comerciales, el colegio salesiano y el teatro de Calvo Sotelo, que aún permanecen en pie, el primero activo con diversos tipos de espectáculos y el segundo cerrado y en estado ruinoso. Se envidiaba a los alumnos salesianos por sus instalaciones deportivas y por su cine dominical en el que podían ver cintas tan recordadas como “Quo vadis” y “Un ángel pasó por Brooklyn” del inolvidable Pablito Calvo. En el teatro de Calvo Sotelo, junto a la plaza de las Palmas de esa barriada, los hijos de los trabajadores de la empresa tenían el privilegio de asistir a películas dominicales y, por si ello fuera poco, con motivo de la festividad de santa Bárbara, patrona de los mineros, se sorteaban juguetes entre los asistentes, que  algunos padres reservaban hasta la cercana festividad de Reyes.

     Desde mediados de los años 70 también se proyectaban películas en la Casa Municipal de Cultura, con acceso  gratuito. En las décadas siguientes se implantó en su salón de actos el programa  denominado “viernes culturales” que incluía cine que no era habitual en las salas comerciales. El testigo lo recogió el auditorio municipal “Pedro Almodóvar” a partir de su inauguración en 1995, dotado de una excelente máquina de proyección. Acogió el estreno mundial de la cinta de este cineasta titulada “Volver”, con la presencia del director y sus principales intérpretes. El último acto cinematográfico de relieve fue la proyección de  la película de Gutiérrez Aragón basada en la segunda parte del Quijote, con la asistencia del director en un posterior coloquio.

     En el artículo dedicado a los cines de verano rendimos agradecimiento a los hermanos  Mariano y Primitivo Ortega por su perseverancia en el mantenimiento de salas de cine en nuestra ciudad. Ahora han cedido el testigo a su hijo e hijas, que continúan con su loable empresa y nos permiten seguir disfrutando en Puertollano de un Arte que para muchos no es el Séptimo sino que ocupa un lugar más preferente.

Eduardo Egido Sánchez