En aquel tiempo (De Navidad)

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Son las 17:10 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
En aquel tiempo (De Navidad)

     “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos”…Así comienzan muchas de las parábolas contenidas en los Evangelios. ¿Dijo Jesús textualmente lo que afirman estas parábolas? Naturalmente que no. Una parábola es una narración ilustrativa con la que se pretende transmitir una enseñanza y pertenece al género de la alegoría, que es una ficción mediante la que algo (una cosa, un hecho) se representa de manera indirecta. En resumidas cuentas, una parábola es una especie de cuento en el sentido de la literalidad de los hechos, no del fondo de los hechos. Así, cuando se dice que Jesucristo nació el 24 de diciembre (Nochebuena) a las 12 de la noche del año cero, en el portal de Belén y que, por tanto, si asistimos a la Misa del Gallo estamos conmemorando históricamente el aniversario de su nacimiento con una fidelidad temporal de precisión relojera, estamos en realidad dando forma a una alegoría. En todo caso, se puede afirmar que hubo un personaje histórico llamado Jesús que nació por esa época seguramente en la población de Belén.

     La Biblia no hay que tomarla al pie de la letra. No es necesario un examen en profundidad para darse cuenta de que la multitud de hechos que narra no responde a una exactitud histórica, a lo que se suma la complejidad de los libros que la forman. La Biblia es “el libro de los libros” y narra hechos históricos y fenómenos naturales desde la interpretación de que están inspirados por la divinidad. Los libros que la componen fueron escritos a lo largo de un periodo que abarca más de mil años, concretamente desde 1000 años antes de Cristo hasta finales del siglo I después de Cristo. Obviamente, en ese dilatado periodo encontramos numerosos autores, de épocas históricas muy diversas y de culturas heterogéneas, con estilos literarios de marcado contraste y en lenguas  diversas. A menudo estas narraciones no se apoyan en documentos sino en tradiciones orales muy antiguas por lo que se puede suponer que han sufrido modificaciones al pasar de boca en boca. Otro rasgo de su complejidad es que los hechos que se narran abarcan un periodo de casi dos mil años, desde la figura patriarcal de Abraham, en el año 1900 a.C. hasta la constitución de las primeras comunidades cristianas  en el siglo I d.C.  

     Como es de dominio común, la Biblia se divide en dos grandes apartados: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los hechos que se refieren a la Navidad se relatan en los cuatro Evangelios, que pertenecen al Nuevo Testamento y fueron escritos cronológicamente por San Marcos (hacia el año 70) San Mateo, San Lucas (hacia el año 80 ambos) y San Juan ( hacia finales del siglo I). La autoría de los Evangelios es la que marca la tradición cristiana y asimismo su datación cronológica. Finalmente, para rematar la complejidad del asunto, existen otros evangelios que la ortodoxia cristiana no reconoce como auténticos, es decir, inspirados por Dios, y los considera apócrifos, es decir, falsos, aunque estén escritos en la misma época. Por ello, no están incluidos en el canon de la Biblia. Y, además, cristianos y judíos mantienen opiniones o interpretaciones opuestas acerca de qué libros son auténticos o apócrifos y, en consecuencia, dignos de ser incluidos en la Biblia.

     Así pues, cuando Jesús hablaba no estaban presentes los cuatro evangelistas para levantar acta, dicho sea con todo respeto, sino que los autores de transmitir los hechos de Jesús redactan sus escritos decenios más tarde, acudiendo a fuentes orales de la tradición puesto que los informantes tampoco estuvieron presentes en los acontecimientos descritos. Por otro lado, es sabido que Jesucristo no dejó escritas sus enseñanzas y no se conoce texto alguno de su autoría.

     Todo lo expuesto hasta ahora ¿pone en tela de juicio la fe religiosa? En absoluto, para nada. Lo antedicho únicamente debe ser interpretado como que no hay que tomar los pasajes bíblicos con la exactitud que tienen las obras históricas basadas en fuentes documentales. Y ello no atenta contra el sentimiento religioso. De forma que la Misa del Gallo, por recuperar el ejemplo citado, despertará en los fieles, en las personas de fe, una emoción que no se ve enturbiada por el hecho de que las circunstancias temporales y espaciales no respondan como un calco a la realidad. Lo que importa de esa ceremonia es el fondo, la esencia, el sentimiento que transmite. Y lo mismo sucede cuando se leen los textos de la Biblia: el creyente atiende a la doctrina que contienen, al espíritu que late tras las palabras, a la fe que despiertan.

     Si prestamos atención descubriremos que muchas de las emociones que sentimos no están producidas por hechos reales. Así, cuando leemos una novela, cuando vemos una película o una obra teatral, podemos sentirnos embargados por la creatividad de los autores, que nos presentan narraciones ficticias, relatos alegóricos, que, no obstante, nos emocionan con la misma intensidad que si fueran reales. Lo fundamental no es que los protagonistas sean meramente actores que interpretan determinados papeles para reflejar sentimientos sino que esos sentimientos se dan en la vida real, nuestra y de todo el mundo. Ante estas recreaciones de la realidad, reaccionamos emocionalmente con el llanto, la risa, la aprobación, la reprobación…

     Resulta contradictorio que la Navidad sea vivida por la parafernalia que la rodea y no por la esencia de sus ceremonias. Las ciudades compiten por presentar la iluminación más sofisticada como medio para atraer visitantes, los restaurantes por ofrecer los menús más sofisticados, los comercios por lucir la más llamativa decoración y ampliar la gama de productos a la venta. Nosotros aprovechamos para organizar las fiestas más espléndidas, para comprar décimos de lotería, para hacer turismo por el mundo, para desempolvar las muestras de solidaridad. De un tiempo acá, gana terreno el deseo de mucha gente de aislarse de este torbellino de hechos sobrevenidos a la sombra de la festividad religiosa. Es seguro que algunas personas  se valgan de este aislamiento para profundizar en la esencia de lo que se celebra y conmemora en la Navidad. Ese es el quid de la cuestión, la literalidad de los textos bíblicos es secundario y la traca festiva, prescindible.

Eduardo Egido Sánchez