La brigada polivalente municipal

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Son las 18:03 del Miércoles, 6 de Noviembre del 2024.
La brigada polivalente municipal

Hablar de las personas que ejercen la función pública –los funcionarios- puede ser  cuestión espinosa. Existe una opinión más o menos extendida acerca de que los funcionarios no se caracterizan precisamente por su celo profesional, a lo que se añade que disfrutan de un trabajo cómodo que les proporciona numerosas ventajas y pocos inconvenientes. Aceptando que las plazas de funcionario son objeto de deseo especialmente por su estabilidad, también es cierto que en general estas plazas las ejercen personas que se esfuerzan por desempeñar su cometido de la mejor manera posible y que todos conocemos ejemplos de funcionarios en las distintas ramas de la administración – enseñanza, sanidad,  fuerzas del orden, administración local- que dan lo mejor de sí mismos en beneficio de la sociedad. Adelanto que he ocupado durante más de 35 años un puesto de trabajo en la función pública municipal y que por ello admito que mi punto de vista pueda ser calificado como interesado. A pesar de esta circunstancia, quiero rendir un homenaje a un colectivo de trabajadores encuadrado en el organigrama del Ayuntamiento: la brigada polivalente. Y ello no debe interpretarse como  menoscabo de las restantes secciones de trabajadores municipales, donde hay excelentes profesionales que día a día resuelven las necesidades de cuantos vivimos en esta ciudad. Como muestra, valga comentar que esta misma mañana he acudido a la Oficina de Atención al Ciudadano, es decir, a la Casa de Baños, a gestionar una cuestión particular y me he encontrado una multitud de personas que tramitaba su inclusión en el Plan de Empleo Municipal y al personal de la Oficina, con su responsable ocupando mostrador de recepción, solventando cuantas cuestiones les planteaban los interesados, removiendo los obstáculos –como reza la normativa de la función pública- para dar respuesta a los problemas de cada uno.

     Pues bien, la brigada polivalente municipal lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Allá donde surge una necesidad, allá que acude la brigada para poner remedio. Como su nombre indica –polivalente- los cometidos de la brigada son múltiples y no conocen frontera. Esa frase que tanto utilizamos para zafarnos de cuestiones que nos resultan engorrosas “ese no es mi problema”, no existe en el diccionario de la brigada. Antes bien, si tuviera que elegir un lema para ilustrar su hipotético escudo heráldico, ese lema o divisa sería “ese es también nuestro problema”. Con toda probabilidad, su cometido más ilustre es disponer adecuadamente los preparativos de la comida del Santo Voto, en colaboración con otros servicios municipales. Desde primera hora de la víspera de la octava de la Ascensión -el jueves siguiente a esta festividad- ya están remangados los brigadistas yendo de acá para allá por la explanada de la Virgen de Gracia para acarrear las ollas donde se cocinará el guiso, los sacos de los panecillos, y cuantos utensilios se precisan para cumplir con los pormenores de la tradición más importante de Puertollano. Permanecerán en vigilia toda la noche y el día del reparto de la comida se mantendrán atentos a los innumerables detalles que puedan surgir. Tras el acontecimiento, se encargarán de la limpieza y recogida de los enseres  utilizados para dejarlos en disposición de uso al año siguiente.

     Junto a este ilustre cometido, encontramos una amplia nómina de tareas que, como ya he señalado, no conoce límites. La brigada se encarga de distribuir las urnas de las votaciones por los colegios electorales y de recogerlas después. En los festivales folclóricos, mercadillos solidarios, actos de promoción de asociaciones, etc. se ocupa de montar la infraestructura necesaria por lo general en los aledaños de la concha de la música. Resuelve diversas tareas en los colegios de enseñanza primaria, en particular trasladando mobiliario u objetos pesados entre sus dependencias, y lo mismo hace entre edificios municipales con ocasión de remodelaciones funcionales de algunas dependencias. A principios del verano es habitual ver a sus componentes arrancando maleza en las proximidades de las zonas urbanas para prevenir incendios y erradicar la presencia de reptiles y otros animales dañinos. También tiene a su cargo el baldeo de espacios muy frecuentados como la Fuente Agria, el Auditorio Municipal, la Concha de la Música y otros, limpiando con agua a presión la suciedad acumulada. Nunca agradeceré suficientemente a la brigada el apoyo que prestó a los servicios culturales mediante el traslado de exposiciones, lo que implicaba recogerlas en otros municipios y a veces devolverlas a los mismos u otros cuando se trataba de muestras itinerantes. Cuántos viajes he realizado en amigable compañía de sus componentes, en su furgoneta o en alguna que nos cediera el almacén municipal si el recorrido era especialmente largo, para hacer posible una muestra cultural que de otro modo quizá no se hubiera podido llevar a cabo por cuestiones presupuestarias. La brigada saca de apuros en  incontables ocasiones y gracias a su concurso es posible sacar adelante infinidad de actos en la vía pública. Su presencia es un elemento fijo del paisaje de la ciudad en casi todas las manifestaciones sociales que tienen lugar al aire libre.

     Un detalle que siempre me llamó la atención de los miembros de la brigada fue la disposición de ánimo con la que actuaban. Nunca vi caras largas ni desidia. Todo lo contrario, en ocasiones había que refrenar el impulso de alguno porque pretendía cargar sobre sus espaldas lo que a todas luces requería la colaboración de dos operarios. Y en lo relativo al ánimo, su campechanía y alacridad resultaban contagiosas, disipando los nubarrones que pudieran asomar por el horizonte de la jornada laboral. Su presencia alegraba el ambiente.

      Por todo ello, os sigo recordando, compañeros. Ha sido un honor compartir trabajo con vosotros durante tanto años. Y quiero, como homenaje, personalizar mi agradecimiento a Segundo Gómez, coordinador de la brigada, a Santos Hipólito, Francisco Zamora, Martín del Rey y José Arévalo; sin olvidar al entrañable y ya jubilado como yo, Santiago Amador, Tani, y al conductor Bonifacio Tena, Boni, que no pertenece a la brigada pero como si perteneciera, porque siempre estuvo dispuesto a ponerse al volante para recoger exposiciones donde fuera menester. Un abrazo a todos.

 

 

Eduardo Egido Sánchez

         

Eduardo Egido Sánchez