La Dehesa Boyal (Los Pinos)

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Son las 21:32 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
La Dehesa Boyal (Los Pinos)

Puertollano cuenta con el privilegio de disponer de un espacio natural de 2400 hectáreas situado a escasamente 5 kilómetros del casco urbano y perfectamente comunicado por carretera y carril bici/caminantes. Su nombre oficial es la Dehesa Boyal pero es más conocido por su denominación popular, los Pinos. Es sabido que se suelen valorar más los tesoros ajenos que los propios, y, en este caso, los Pinos reciben alabanzas fundadas de aquellas personas o colectivos que nos visitan, mientras que prácticamente pasan desapercibidos para nosotros, los habitantes de Puertollano.

La primera obligación del visitante de este entorno natural es cuidarlo, siquiera sea de modo pasivo, es decir, no abandonando en el terreno objetos o restos que denuncien su paso por el lugar. A cambio de esta lógica y nada penosa obligación, se recibe la recompensa de poder disfrutar de los numerosos encantos que proporciona este espacio excepcional. Un compromiso más loable sería llevar a cabo un cuidado activo, recogiendo y depositando en los contenedores de la zona los desechos que encontremos a nuestro paso o comunicando a la instancia responsable de su limpieza -el Ayuntamiento- aquellos atentados que se observen. En este sentido, siempre he dado vueltas a la idea de que se podrían poner en marcha iniciativas por parte de colectivos locales para preservar el mantenimiento adecuado de la zona y completar la señalización de los lugares más reseñables. Cierto es que alguna iniciativa de este tipo ya se ha hecha realidad.

Naturalmente, cada visitante de los Pinos tendrá sus lugares preferidos y hará un uso prioritario: senderismo, paseo reposado, bicicleta de paseo o de montaña, comidas familiares o de amigos, meditación o lectura en el silencio que brinda…las posibilidades son numerosas y todas ellas sugestivas. Es evidente que cualquier opción se disfruta con mayor placer cuando no hay que lamentar que a nuestro lado permanezcan los desechos de las personas que no han sabido respetar este espacio público, propiedad de todos nosotros, y que el disfrute es mayor cuando todo lo que nos rodea lo proporciona en exclusiva la naturaleza.

Sin intención de abarcarlos todos, los lugares que visito con mayor frecuencia en los Pinos y las actividades que realizo preferentemente son las que siguen. En verano me encanta desplegar un sillón de campo en la zona aledaña a la casa existente junto a la ermita y leer un libro que requiera concentración y silencio. Cuesta creer que la temperatura de las mañanas estivales en esta zona resulta bastante más llevadera que en la ciudad. El viento se anuncia a lo lejos, se acerca a buen paso y sobrevuela por encima de nuestras cabezas con un hálito, si no de frescura, al menos reconfortante. De vez en cuando, se impone el deseo de bajar a tope el respaldo del sillón y permanecer tumbado, abiertos o cerrados los ojos, percibiendo ese viento, el reclamo de las tórtolas, el trino de las aves o el picoteo del pájaro carpintero. No es raro dejarse vencer por la laxitud y adentrarse en un duermevela reparador.

Resulta muy aconsejable perderse por los caminos, senderos, trochas y trialeras que nos salen a cada paso invitando a descubrir nuevas rutas, bien por terreno llano, bien por terreno montaraz. Nadie sabrá a ciencia cierta cuántos kilómetros de estas vías están esperando a ser hollados por nuestros pasos. Lo que sí se puede asegurar es que cada recorrido encierra una belleza del paisaje, un hallazgo de flora o fauna, un lugar donde sentirnos en íntima comunicación con nosotros mismos. Para aquellos que quieran poner a prueba la fortaleza de sus piernas y la potencia de su ritmo cardíaco se dispone de múltiples subidas por las sierras de Puertollano y de Cabezarrubias. Particularmente, han ganado merecida fama la subida del “Camino de los Mineros” que utilizaban los mineros residentes en Hinojosas para venir a nuestras minas, y la temible subida del puerto de Cabezarrubias, bautizada por los ciclistas como el “Mortirolo” en homenaje a este puerto del Giro de Italia. Desde ambas cimas, se ofrece al sur otro enclave privilegiado, el Valle de Alcudia, con sus infinitas señas de identidad.

Confieso mi debilidad por la torreta de vigilancia forestal que existe en la zona oeste, culminando la Loma de los Chaparrales. Desde ella se divisa prácticamente toda la Dehesa Boyal y permite una vista panorámica sobre nuestra ciudad y su entorno. Desde allí la mirada encuentra con facilidad la copa imponente del árbol del ahorcado, próximo a la cumbre de la sierra. Allí alguien puso fin a su vida eligiendo el lugar quizá con secreta intención. En más de una ocasión he cometido la imprudencia de subir los peldaños de la escalera de caracol que conduce a lo alto de la torreta, escalones consumidos por la herrumbre que amenazan con venirse abajo. A despecho del riesgo, sus siete u ocho metros de altura permiten una vista aún más panorámica. Quizá no resultaría demasiado gravoso acometer la restauración de la torreta para eliminar el peligro de su ascenso, que tendría además la ventaja de que así sería más eficaz su función de avistamientos de incendios al permitir abarcar visualmente una mayor extensión de terreno.

Baste este sucinto recorrido para reivindicar la excelencia de este entorno natural que supone un auténtico pulmón verde para mejorar la calidad del aire de Puertollano y un cúmulo de usos para todos nosotros a cual más recomendable. Los Pinos merecen ser respetados y preservados para nuestro completo disfrute y el de las futuras generaciones.

Eduardo Egido Sánchez
torre de vigilancia "mirador de San Agustín"