Propósitos para el nuevo año

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Son las 10:08 del Sábado, 20 de Abril del 2024.
Propósitos para el nuevo año
A mis amigos Hilario y Manuel
 
     Hay un conocido chiste que bajo la apariencia de inocente esconde una pesada carga de culpa. Le pregunta un amigo a otro qué propósitos ha hecho de cara al año que empieza. Especialmente –responde- se ha propuesto un reto que desconfía poder conseguir: dejar de fumar. El primero le asegura que dejar de fumar es muy fácil y prueba de ello es que él lo ha conseguido en multitud de  ocasiones. Ante la triste sonrisa del segundo, el otro reconoce que lo ha intentado muchas veces pero tras un periodo más o menos largo de abstinencia ha vuelto a recaer. La cara oculta del chiste muestra que para alcanzar ese objetivo un número determinado de intentos hay que fracasar exactamente el mismo número. Y entonces el supuesto chiste se transforma en lamentación.
 
     Lo cierto es que acabamos de empezar el año y resulta difícil sustraerse al ejercicio generalizado de prometernos que ahora sí que sí nos vamos a esforzar para no incumplir nuestra intención. La lista se suele elaborar a finales de año, cuando comprobamos que el periodo que expira ha sido más anodino que otra cosa y que los doce últimos meses han transcurrido con más pena que gloria. La capacidad humana de sobreponerse a esta evidencia no conoce límites: año que llega, año que renovamos nuestra voluntad para que el futuro inmediato resulte más amable que el pasado reciente. 
 
     Vamos a situarnos en el preciso instante de las doce campanadas que acompañamos con las doce uvas. La familia está pendiente del reloj de la Puerta del Sol, atenta a que la última campanada coincida con la última uva. (Porque es creencia que en caso contrario se atrae la mala suerte). Nada más terminar el rito, nos ponemos de pie y entre abrazos nos deseamos un feliz año nuevo. Corre el cava y hasta animamos a la abuela para que tome un sorbito. Pareciera que suspiramos con alivio al librarnos del año que acaba de despedirse y que recibimos con los brazos abiertos al que llega en mantillas. Qué bonitos dígitos lo identifican y personalizan, cómo no vamos a esperar de él lo mejor.
 
     Amigos, por muchos palos que nos hayan dado los años que sumamos –que ya van siendo años, según intuyo, los que cuentan los habituales lectores de estos artículos- quien más quien menos seguimos fieles a la costumbre de poner la alfombra roja al personaje que se presenta disfrazado de calendario. Y que no deje de ser así. Como dijo el desdichado Vicent van Gogh: “¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo? La experiencia nos dicta que ya está bien de pájaros volando, en cambio la ilusión  mira con ojos nuevos el futuro. En este tira y afloja se libra la batalla que desnudará o vestirá de utilería el escenario donde representamos nuestra obra teatral, al mismo tiempo que fijará el género de la representación: ¿drama, comedia, tragicomedia…?  
 
     Lo importante es adaptar las ilusiones a la edad. Son distintas las listas de propósitos ante el nuevo año que elaboran niños, jóvenes, adultos o viejos. Lo natural es que cada grupo de edad tenga horizontes similares aunque se admitan también las excepciones. Si repasamos nuestra vida observaremos que los deseos de cada etapa han sido dispares, acomodados a las capacidades específicas de cada jalón de nuestro itinerario para que no resulten estériles quimeras. Esta postura no contradice la frase que hemos citado, únicamente se asegura de establecer metas que no resulten descabelladas. En este aspecto, el sentido común de la gente ironiza acerca de las pretensiones de los que  hacen caso omiso a los condicionantes de cada edad.
 
     Rebasado el ecuador de este artículo, aún no nos hemos metido en harina o lo que es igual, todavía no hemos señalado los propósitos que puedan ser recomendables para mis coetáneos, aquellos que ya retozamos en el prado o erial de la jubilación. Y como es seguro que no se habrá extinguido la fauna de los empedernidos fumadores, el primero es dejar de fumar. No es necesario aportar motivos para convencerlos de las bondades de abandonar hábito tan nocivo porque los conocen sobradamente. Tengo dos amigos que andan en el empeño de dejar el tabaco. Uno me decía recientemente que lleva sesenta años fumando, así que me hago cargo de que dejarlo supone una heroicidad. Ha escuchado varios diagnósticos médicos: debe abandonar el tabaco de inmediato. Está reuniendo la voluntad necesaria y ojalá lo consiga cuanto antes. El otro lo ha dejado muchas veces pero ninguna ha sido definitiva. Ahora se lo ha prometido a alguien que convierte la promesa en un auténtico órdago. Nos darían una alegría especial a familiares y amigos si este año colocaran en la casilla correspondiente la palabra “Hecho”. A partir de entonces los encontraríamos más saludables, más satisfechos de sí mismos.
 
     El segundo propósito es hacer más ejercicio físico. Ya hemos batido todos los récords que teníamos asignados en nuestro historial deportivo, de modo que ahora se trata de tomárselo con calma. Mi actividad física favorita es caminar por espacios abiertos, solo o acompañado por amigos. A ritmo vivo, se disfruta del sol o la lluvia, del viento o la calma, de la llanura o el monte, de la conversación o el silencio. Todo confluye para favorecer el bienestar que nos rodea como una música de fondo. Vencer la pereza matutina es robustecer las horas de la jornada.
 
     El tercer propósito es pasar más tiempo con nosotros mismos de forma consciente, prestando atención a ese compañero permanente al que a menudo hacemos el vacío. Estar uno consigo es compatible con llevar a cabo esas actividades que nos resultan placenteras. Mi tríada de cabecera está formada por la música, los libros y el cine, tres medicinas que nos dispensan las mentes más brillantes de la humanidad a lo largo de la historia. Así que es posible estar solo y bien acompañado.
 
    El cuarto y último propósito es fortalecer la convicción de que el tiempo que nos resta por vivir también formará parte de nuestra vida y que en buena medida depende de nosotros hacer valioso este tiempo. Es cierto que con la edad vamos renunciando a muchas cosas pero asimismo lo es que el ser humano está capacitado para enriquecer  las parcelas aparentemente minúsculas o incómodas, lo que el lenguaje popular define como “hacer de la necesidad, virtud” o “hacer de tripas, corazón”. El crepúsculo resta intensidad a los colores del día pero les presta indudable belleza.
 
     Cualquiera que sean los propósitos que hayamos hecho para el nuevo año, adelante con ellos, ánimo para no desfallecer y salud para envolver el regalo.
Eduardo Egido Sánchez