La diatermia es original de la Medicina Francesa, desde finales del siglo XIX, como otros muchos avances tecnológicos, comenzó a desarrollarse en el campo de la estética, hasta que, con el paso del tiempo y tras múltiples investigaciones se le encontró una gran utilidad en el campo de la fisioterapia y medicina deportiva.
La realidad es que la diatermia es una terapia que produce calor profundo, sin afectar a los tejidos superficiales de forma considerable. A diferencia de los infrarrojos, la microonda y la onda corta, la diatermia no calienta los tejidos superficiales. Una diferencia que se hace en España, según comenta Alfonso Ibáñez, fisioterapeuta por la Universidad de Málaga, profesor de la Universidad de Jaén, con clínica propia, y uno de los profesores de los cursos de formación impartidos por el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de Castilla-La Mancha, durante el mes de diciembre.
Es decir, que mientras en nuestro país diatermia es el paso de calor de un tejido a otro con la utilización de radiofrecuencia, en el resto del mundo, se denomina diatermia a pesar de que se obtenga a través de otros procesos.
El objetivo de la diatermia es provocar en los tejidos un aumento de la temperatura, elevando su metabolismo, estimulando el proceso de regeneración y facilitando su respuesta frente a las más diversas patologías.
Las ventajas de este calentamiento son una vasodilatación del tejido, que oxigena mucho mejor, reduce el tono muscular y crea una analgesia refleja, siendo el complemento perfecto antes de comenzar con la terapia manual, asegura el profesor Ibáñez. “Como complemento, o para hacer que el paciente lleve una sesión mejor, o para que el trabajo manual sea más llevadero para el fisioterapeuta, en cuanto que ya tiene preparado el tejido”.
¿Cómo funciona?
Desde siempre se han realizado técnicas de aplicación de calor por conducción, ya sea con una toalla caliente, una piedra caliente… Técnicas que tienen una gran limitación, ya que ese calor no profundiza porque se encuentra con la piel, que es el tejido más aislante de nuestro cuerpo. Es entonces cuando entran en juego las nuevas tecnologías, y las modernas máquinas de diatermia que consiguen atravesar esa barrera que es nuestra piel, llegando a los tejidos más profundos, al músculo, que es con el que realmente trabaja el fisioterapeuta.
“En cualquier caso, y a pesar de los avances, la tecnología no profundiza tanto como dice profundizar, y hay muchas limitaciones todavía a ese nivel”, indica Ibáñez. Ahora están empezando a salir sistemas nuevos que ya no funcionan por conducción (o transmisión resistiva) que es la trasmisión que depende de la resistencia del tejido.
En la búsqueda de una técnica para conseguir un calentamiento en el interior del cuerpo, sin que absorban la piel y la grasa la mayor parte de la energía, aparece la diatermia capacitiva, que consigue este objetivo ya que son los elementos del cuerpo más hidratados los que van a elevar más su temperatura.
La ventaja esencial es que las altas frecuencias no producen un estímulo de excitación neuro muscular tal y como ocurre con las corrientes de baja frecuencia como el Tens, galvánicas, ems, etc., con las cuales es imposible trabajar con altas intensidades. Se trabaja por tanto, con una gran cantidad de energía localizada en la parte concreta del cuerpo que se quiere tratar, con la finalidad de provocar cambios metabólicos. Ello es posible precisamente debido a que con la alta frecuencia se puede trabajar con intensidades elevadas para producir calor sin que se produzca reacción motora o dolor insoportable en el paciente, como sucedería si trabajáramos con la misma potencia en baja frecuencia.
Estaríamos por tanto ante unos nuevos equipos de diatermia capaces de producir un calentamiento en profundidad por medio del efecto capacitivo, que no conlleva contracciones musculares ni dolor, con un gran efecto de penetración y direccionalidad, con la eficacia de un calor profundo dirigido y controlado.
La colocación de los electrodos de forma precisa en diatermia resulta esencial para la obtención del resultado que deseamos. Hay que considerar que la corriente alcance el tejido enfermo fundamentalmente y que la percepción de la temperatura por parte del
paciente permanezca siempre en niveles perfectamente soportables. “Cualquier sensación de temperatura muy elevada o de quemadura será una indicación de que estamos utilizando la técnica de modo incorrecto, ya sea, por mala colocación de los electrodos, por un exceso de intensidad o por ambas cosas a la vez”.
Herramienta complementaria
Los aparatos de diatermia son muy versátiles, y se pueden usar “como herramienta complementaria en muchas patologías”, asegura Ibáñez, y dependiendo de la evolución del paciente, prolongar en el tiempo o no su aplicación. “Están pensados para ser un complemento, un tratamiento exclusivo en diatermia sería pobre”.
El calor calma mientras dure el calor. Es decir, mientras el músculo está caliente está mucho mejor, pero cuando se pasa el calor, ya hemos perdido esa sensación beneficiosa. Incluso, si nos hemos pasado de calor, puede que al desaparecer el calor haya más inflación. Por eso hay que tener cuidado, y utilizar estos sistemas con una dosimetría específica. “No se puede calentar al tuntún”, a veces el calor no lo notamos porque la aplicación del calor es progresiva, pero luego nos puede provocar una lesión”.
Hablamos por tanto de un sistema complementario para: Síndromes dolorosos neurológicos, neuritis, neuralgias, etc…; Patología raquídea, cervialgias, dorsalgias, lumbalgias, ciática; Artropatías reumáticas; Esguinces y distensiones ligamentosas en fase subaguda o crónica; Contracturas musculares y tortícolis; Retracciones y procesos fibróticos; Secuelas de contusiones y roturas musculares; Consolidación de fracturas; y por supuesto, alteraciones estéticas como arrugas, estrías, flaccidez, acné en fase cicatricial y celulitis, entre otros.