Tú sabrás por qué finges rendición para retomar la lucha, y pretendes usar la superstición como amuleto; y la razón como excusa.
Tú sabrás por qué manoseas palabras obsoletas, envueltas en aire de nuevo cuño, siempre con el empeño deliberado y testarudo de reescribir el mundo.
Tú sabrás por qué lees entre líneas libélulas que tildan sílabas acentuadas de tristeza, que trazan versos coloridos sobre superficies de agua renovada de letras.
Tú sabrás por qué te ocultas en oquedades pétreas —obrador de silencios y rumores que se materializan en viento—, aunque sólo sea por enmarcar realidades tras tu bocana de medio punto.
Tú sabrás por qué columpias tu mirada en un arco iris casual. Por qué pretendes enraizar en el valle, al borde del camino, una brevedad irisada que dura lo que dura un sueño. Al menos eres dueño de tu esperanza. Tú sabrás si con eso basta para cimentar un destino.
Tú sabrás por qué la lánguida luz de la tarde parece correr el velo, parece poner de manifiesto que quizá nuestras vidas no van a ninguna parte.