Un venao esmalta su corona con rayos de sol otoñal. Sus ojos de miel cautiva berrean una desazón cenital a la luna diurna y mentirosa, ebria ya a estas horas de copas altivas y nocturnidades procelosas. Retumba su anhelo desesperado en las peñas y en la dehesa. Es un bramido que ansía vida a empellones. Un inconfundible olor a cierva hoya la tierra. ¡Saldremos bien de ésta!