Por Antonio Carmona Márquez
En la Ronda de Alarcos, a orillas del Parque Gasset, se encuentra este original Museo del Quijote que también alberga una Biblioteca Cervantina con más de 4000 ejemplares. Su visita es más que recomendable y, diríamos incluso, inexcusable para aquellos que sientan cierta curiosidad tanto por los personajes literarios inmortales que pueblan esta novela universal, como por su autor, Miguel de Cervantes, cuya imagen virtual sentada en su escritorio te recibe para contarte algunos detalles de su biografía. La visita (gratuita) se lleva a cabo a través de obras de arte, todo el utillaje en una imprenta y una librería madrileña de principios del siglo XVII, proyecciones multimedia relativas al paisaje y espíritu de aquella época y un espacioso y sugerente salón de actos. El recorrido se nos hizo breve. Disentimos del manido dicho “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Lo que pasa es que lo bueno, por regla general, se nos figura breve.
El ayuntamiento y los habitantes de esta ciudad han demostrado durante décadas tener una imagen bastante realista de sí mismos, han dominado un encomiable “sentido de la proporción” a la hora de exhibir, preservar y poner en valor cualquier elemento cultural o de patrimonio, tal como se percibe, no ya en éste, sino en todos los museos de la capital. Me explico: en Ciudad Real, como en otros muchos municipios, los políticos de cualquier ideología (poco nos importa cuál) siempre están expuestos a caer en la consabida tentación del exceso. Este museo dedicado al Quijote, por ejemplo, podría haberse concebido desde la grandiosidad, el dispendio desmedido y la disposición a impresionar al pueblo llano y votante. Pasado el tiempo, ya se iría improvisando su viabilidad, la atención al visitante y el mantenimiento. Pero ese es ya otro tema, claro. Ese es precisamente el tema al que más cuidado y tesón habría que dedicar ANTES de acometer este tipo de proyectos a largo plazo. Cuando no se hace así, casi todo acaba en nada.