Montes de nieve ocasional y efímera sobre canchales fríos de umbría perpetua. Huellas de ciervo, huellas de pájaro, de caminante sobre espuma de invierno, helada y serena. Arriba guardan silencio viseras de piedra, refugios sin nombre, o quizás su nombre se dilapidó en las baldías pedrizas del tiempo. Desde el interior se divisa la ciudad. La ciudad queda allí… ¡Tan lejos!