Son sólo sombras en la Caverna de Platón, en este melodramático teatro de sombras chinescas, donde la belleza apenas es sombra de la verdadera belleza y es mera ilusión la vida, así como el amor que espera entre bambalinas, el telón pluvioso de fondo y hasta el nuevo sol es sombra.
Y, en particular, es sombra la muerte. Justo cuando las manos dejan de siluetear formas y el yo-sombra parte al encuentro de su verdadero yo. Quizás, desde allí, pareciera la existencia un intricado vodevil con el apuntador bajo la concha, que sin descanso susurra a los actores en escena: "quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras".