Viajeros tan perdidos que tachan en sus cuadernos de bitácora la palabra “deriva”. Viajeros que descreen cartografías con leyendas que no estén atentas a los vientos dominantes de tristezas o a los poemas sembrados en tierra infecunda. Viajeros que desconfían de derroteros sin una simbología clara dedicada a los claros de bosque, a la justicia en plena ruina, a los puentes carentes de rivera, de tren y de suicida. Viajeros aconsejados por otros exploradores que ya estuvieron en aquella lucha, pero ellos hacen como que no escuchan. No, no escuchan. No permiten que nadie se erija en garante de sus errores.