Siempre nos quedará Parí­s

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Son las 05:07 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
Siempre nos quedará Parí­s

Arthur “Dooley” Wilson interpretaba a Sam, el pianista del “Rick’s Café” que entona una y otra vez al piano la canción “As Time goes by” en la célebre “Casablanca” (Michael Curtiz 1942) con Humprey Bogart e Ingrid Bergman y aquella frase tan emotiva y recordada que ha llegado a nosotros deformada: la Bergman no le dice Sam “play it again” (tócala otra vez) sino “play it” y “play it once” (tócala), es la imaginación de Woody Allen cuando está iniciándose como escritor teatral el que titula su obra “Play it again, Sam” que, una vez convertida en película, aquí veremos como “Sueños de seductor”.

Pero independientemente de la traducción más o menos afortunada de la frase, lo que sí queda en nuestros cerebros, retinas y recuerdos es la nostalgia que destila la audición de una vieja canción asociada a vivencias personales, a viejos y mitificados amores, a emociones… Como el personaje de la Bergman, que recuerda con la canción que toca Sam, el tórrido encuentro pasado con Rick (Bogart) en París, muchos de nosotros tenemos una o varias canciones para los recuerdos más emotivos e, inversamente, la escucha de una canción nos remite a una época de nuestra vida. Según Daniel Levitin, autor de “This Is Your Brain on Music: The Science of a Human Obsession”, la relación entre la música que escuchamos en nuestra adolescencia y nuestro cerebro es, básicamente, una historia de amor, nostalgia y gimnasia neuronal, que libera sustancias como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, entre otras sustancias neuroquímicas que nos llevan a la evocación o a la acción más convulsiva, según estemos en cada caso.

Por otra parte, cada canción es una larga historia de creación y avatares que, en el caso de los grandes temas de la música del siglo XX (pop, rock, blues, country, etc…) ha dado y dará para muchas líneas máxime si como ocurre con centenares de ellas han sido versionadas por eminentes intérpretes a lo largo de más de cinco décadas. Frank Sinatra le acaba dando a “My Way” de Paul Anka un contenido y prestigio que fundirá a ambos en el imaginario del público que obvia el hecho de que la canción había sido reformada por Anka tras comprársela a un antiguo novio de France Gall (la rubita de “Poupée de Cire”); cuando los Sex Pistols graban “My Way” ¿se están definiendo hostiles al “star-system” o como diría el bueno de Pablo Iglesias “integrándose en la casta”? Cada canción tiene miles de ópticas y prismas: “Hey Joe” relata un caso de violencia machista si lo vemos con nuestros actuales parámetros y su éxito durante los sesenta elevó a los altares a James Marshall “Jimi” Hendrix que no fue ni mucho menos el único, pero sí el más aventajado, en explotar uno de los temas más versionados e interpretados de la historia.

Las actuales posibilidades de información en Internet posibilitan que nos resulte más cómodo “pinchar” el “Mediterráneo” de Serrat en el Spotify o You Tube que levantarnos del sillón del ordenador y poner en marcha el artilugio correspondiente para la audición, eso si encontramos el disco, la cassette, el cd o el dvd donde disponíamos de la mítica canción serratina. Así que, dentro de esa pereza que nos invade para poner música en el viejo equipo estéreo, enfocamos las energías en buscar en Internet nuestras canciones favoritas y las historias y opiniones que, sobre las mismas, vierten en la red tipos más listos que nosotros o más hábiles para buscar antes la fuente más fidedigna de tanta leyenda urbana como circula por ahí. Hablaremos de ello, escribiré sobre ello y os dejaré una lista fácilmente manejable para que vosotros solitos busquéis esa vieja canción y le digáis a nuestro Sam virtual aquello de tócala otra vez.

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