Los grandes titulares y lo mejor de la vida

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Son las 16:17 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
Los grandes titulares y lo mejor de la vida

Las buenas noticias no venden periódicos. Tampoco frecuentan la apertura de los informativos. Al comenzar la mañana, mientras comes o entre el ruido de fondo habitual da mejor, por pura costumbre, una dosis de catastrofismo. A quien desee rebatir al optimismo le resultará muy útil colocarse frente a frente con un informativo y zambullirse (a menudo con plena inconsciencia) en la versión diaria del reverso oscuro de la realidad. Esta es una de las vías más directas para llegar a la inapelable certidumbre del desastre.

Esa tendencia inveterada consistente en aliarse con el sufrimiento ajeno convirtiéndolo en pretexto exculpatorio del conformismo propio reúne todos los requisitos para perdurar en el tiempo. La solidaridad actúa frecuentemente como mecanismo regulador, abriendo la espita por donde se evacúa un suspiro de alivio tras comprobar que la tragedia ha pasado de largo y se ha cebado con otro. El instinto primario de autoprotección es más fuerte que la compasión, pero las excepciones son destacables. El amor incondicional de una madre hacia un hijo o el heroísmo de quien arriesga su vida para proteger la de otro son paradigmas de una salvedad explícita: el hombre no siempre es un lobo para el hombre.

Existen medios informativos centrados únicamente en las buenas noticias. Son minoría y poco conocidos. Mucha gente no puede vivir sin las malas noticias. Además, las buenas noticias suelen ser aburridas. Y una buena noticia, ¿es acaso una noticia? Habría que preguntar a los periodistas. O mejor, a los propietarios de los medios de comunicación. La respuesta de muchos ya la conocemos. Y ciertas noticias son como la comida basura: la fabrican pero nadie te obliga a consumirla. Dependerá de uno mismo dejarse intoxicar o no. Dejemos de echar la culpa al mensajero.

Al leer un periódico o escuchar los informativos no deberíamos olvidar nunca que la realidad es un concepto maleable. Y la realidad servida por los medios de comunicación puede llegarnos cruda, guisada, coloreada, endulzada, intoxicada, troceada, racionada o vaya usted a saber cómo. En contra de lo que muchas veces creemos (o de lo que algunos nos quieren dar a entender) existe un panorama menos feroz, más amable y halagüeño. Un simple cambio de perspectiva nos ayudará a conectar con la esperanza. Basta dar un paso atrás, salirse del esquema preparado, dejar de percibir la información como si fuésemos autómatas y poner en funcionamiento la conciencia para descubrir al instante un paisaje más confortable y prometedor.

Estamos tan acostumbrados a temer lo peor y a magnificar lo excesivo que entretanto, mientras lo peor casi nunca sucede y lo excesivo nos queda muy lejos, vamos obviando las cosas buenas de la vida, las mejores cosas de la vida. Por debajo de la realidad vertiginosa que nos presentan las noticias de apertura en los informativos existe una corriente de fondo calmada y ecuánime cuyo flujo no es tan intenso ni volátil como el de las primeras planas. Allí abajo, en lo esencial y cotidiano, en la importancia de lo aparentemente insignificante, en la grandeza de lo sencillo reside el verdadero motor que mantiene funcionando al mundo. No hace falta buscar lejos los motivos para la alegría. El antídoto para contrarrestar la nocividad de algunos grandes titulares se halla en nuestras propias manos.

Juan Felipe Molina Fernández

Fotografía: Guillermo Molina Fuentes https://www.flickr.com/photos/guillefuentes/

Juan Felipe Molina Fernández