Paseando por la ciudad

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Son las 23:07 del Martes, 23 de Abril del 2024.
Paseando por la ciudad

 Por este lado de la calle se aproxima una señora risueña y elegante. Lleva en brazos una perrita con tirabuzones, chaleco de punto y pedigrí. La señora acaricia a la perrita y le habla como a un bebé: no quiere que baje al suelo y pise los charquitos de una llovizna reciente. Por la acera de enfrente pasa un galgo solitario. Cojea de una pata, camina un trecho, se detiene, jadea y reanuda la marcha. Su amo lo abandonó tras volver lisiado de una cacería. La perrita ladra tres veces desde la otra acera pero el galgo no responde. Él tan sólo avanza despacito hacia su destino. Ya le queda menos para encontrarlo.

La perrita y su dueña pasan por delante de una joyería. Cerca de la puerta hay un mendigo que pide limosna porque “Estoy sin trabajo, no tengo para comer”. Zumba el portero automático y de la joyería sale un joven apuesto y bien vestido. En la mano derecha lleva un paquete envuelto en papel dorado. Dentro del paquete hay un estuche forrado en terciopelo rojo que contiene un anillo de oro blanco y diamantes. El mendigo alza la vista, mira al joven y le dice “Buenos días, señor”. El joven sonríe: está pensando en la cena de esta noche, cuando le dé a su novia el paquete, ella abra el estuche, él le pida matrimonio, ella llore emocionada, él descorche una botella de champán y los dos se besen con pasión antes de brindar. El mendigo vuelve la mirada a la manoseada revista de pasatiempos que tiene en el regazo. Le falta una palabra de nueve letras para completar el crucigrama de la última página: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. 

La perrita y su dueña han llegado a la cafetería de la esquina. La mujer se sienta en la terraza, llama al camarero y le pide un capuchino con sacarina y una porción de tarta. Es un suflé de naranja con agua de azahar y virutas de chocolate que el pastelero, de piel tostada y acento norteafricano, acaba de hornear. La perrita lame la mano de su dueña cuando ella va a sacar del bolso un teléfono móvil con carcasa de pedrería. De la calle han desaparecido el mendigo, el joven sonriente y el galgo abandonado, la joyería está cerrando y al mendigo le espera su cajero de todas las noches. Antes de teclear, la mujer alza en el aire a su perrita y la besa en el hociquito. Entonces ve los enormes nubarrones grises oscuros casi negros que van cubriendo el cielo, palmo a palmo, y cae en la cuenta de que hoy han salido de casa sin paraguas.

Juan Felipe Molina Fernández
Foto: Guillermo Molina Fuentes