Carta desde Puertollano (V)

La voz de Puertollano
La Voz de Puertollano en Facebook
La Voz de Puertollano en Twitter

Son las 08:52 del Miércoles, 24 de Abril del 2024.
Carta desde Puertollano (V)

Querido amigo Sullivan:

Es cierto. Últimamente el calor nos está concediendo una tregua. Pero aún no podemos cantar victoria. Tú deberías saberlo mejor que nadie, pues estuviste aquí durante aquel Veranillo del Membrillo. Todavía nos quedan bastantes días de calor, por más que las noches sean bastante frescas, que ya es de agradecer. Recordarás que me hice un lío con aquello del Veranillo del Membrillo o de San Martín o de San Miguel (por aquí lo relacionamos todo con los santos). Claro, tú argumentabas que no podía ser Veranillo de San Martín, puesto que existe el dicho: “A cada cerdo le llega su San Martín”. ¿Cómo van a utilizar un mismo santo para dos expresiones populares? Que te corrija un foráneo en cuestiones relacionadas con tu propia lengua, es algo que sólo una persona flexible, como yo, tolera con cierta elegancia. Finalmente y debido a que el fragor del debate se desarrolló en un restaurante de Brazatortas, donde cocinan un maravilloso cochifrito, acordamos cambiar el refrán del cerdo por “a cada cerdo le llega su San Benito”, en honor al nombre del restaurante y del dueño. Y con esta decisión quedó zanjada la controversia.

Si te sientes triste, porque afirmas que durante tu juventud conociste una Inglaterra mucho más limpia, más segura y más silenciosa que la actual, no quieras saber cómo sobrellevamos esos mismos problemas aquí. Bueno, te puedes hacer una idea, porque no creo que hayas visto en ningún otro lugar un despliegue de inmundicias y basuras, como el del sendero que recorrimos desde el parque junto a la Virgen de Gracia hasta el Monumento al Minero. No sabía qué decirte. Se me caía la cara de vergüenza. “Es que por aquí vienen muchos jóvenes a celebrar “el Botellón”, te expliqué a modo de excusa. Aunque las porquerías estaban sembradas a lo largo de toda la senda hasta el mismo monumento. ¿Quiere esto decir que por aquí somos un poco guarros?... Depende desde qué punto de vista lo analicemos. Si entras en cualquier casa, independientemente de la clase social de quien la habite, verás que la casa está limpia. Me atrevería a decir que está como los chorros del oro. Las casas huele a pulcritud (España es el  país que más gasta en productos de limpieza, sobre todo en lejía), porque una casa manchega no sólo tiene que estar limpia, además tiene que parecerlo. Te puedo asegurar que de niño he pasado a casas pequeñas y pisitos, donde solía haber un saloncito impoluto con un mobiliario a estreno, que jamás se utilizaba, salvo en grandes ocasiones. Una especie de exposición para enseñar a las visitas. Incluso fuera de la casa se barre concienzudamente el tramo de acera que corresponde a la fachada y se riega con un rítmico palmoteo al agua de un cubo.

Sin embargo, ese celo que demostramos por la limpieza dentro de nuestro recinto hogareño, se nos marchita en cuanto pisamos terreno público. A pocos padres les importa que sus hijos tiren el envoltorio del helado al suelo o escupa el chicle sobre la acera, para conseguir esa  superficie moteada de lunares negros tan característica de nuestro pueblo. Les parece lo más lógico. Así mismo ves como muchos conductores proceden al vaciado de ceniceros, y lanzamiento de objetos que ya no les son de utilidad por la ventanilla. Mejor no mencionar los servicios en gasolineras y demás lugares públicos, los “toilets”, para que me entiendas. Habría que llevar a cabo un estudio sobre nuestro comportamiento. ¿Porqué alguien actúa de una manera tan incívica en un servicio público? —En ocasiones hay que entrar con zancos—. Podríamos descubrir que a lo mejor se trata del mismo hombre que en su casa orina sentado, pues su señora no consiente ni una sola gotita sobre la tapa del váter. Perdona lo escatológico del tema, pero creo que es necesario para desentrañar nuestra manera de actuar fuera de casa.

Aún así, he de reconocer que las cosas han mejorado mucho en las últimas décadas. La primera vez que volví de Londres a Madrid, hace casi cuarenta años, fui por primera vez consciente de lo sucio que estaba mi país. Después de todo un verano en Peak District, el recorrido desde el aeropuerto de Barajas hasta Atocha en autobús hirió mi orgullo (¿patrio?) en lo más profundo. Por aquí seguíamos llenando de humo las salas de espera en los hospitales. Y eso. si tenías suerte y no te daba la bienvenida el médico con un cigarrillo apoyado en el cenicero.

Sin embargo,  otras actividades que se llevan a cabo en el campo han evolucionado poco o nada en cuanto a limpieza se refiere. Llama especialmente la atención que se trate de grupos que presumen de amar la naturaleza. No sé si en alguna ocasión hemos tocado el tema de las romerías. ¿Cómo explicar a un inglés lo que es una romería?... Una romería consiste en hacer un itinerario hacia una ermita, donde se venera a una Virgen o a un santo patrón. El lugar está normalmente ubicado en un bello paraje campestre. Yo he asistido a muy pocas, pero en las que estuve no vi más que comilonas, borracheras y lo que en “tiempos del Biguti” se habría denominado “orgía y desenfreno”. Eso es lo de menos, porque a la mañana siguiente nos damos unos golpes de pecho frente al altar, y todo arreglado. Lo que me preocupa es que nadie se pare a recoger la basura que ha generado, antes de marchar gozosos de vuelta al hogar. Es así como el lugar donde se hayan reunido los romeros o hayan hecho un alto en el camino, como en alguna bucólica fuente serrana, queda irremisiblemente como un estercolero. ¡Qué contradicción! ¡Cuánta devoción religiosa y qué poco respeto por la Madre Naturaleza!

Mención aparte merecen, sin lugar a dudas, los cazadores. Sí, esos que se han autoproclamado salvadores del medio ambiente. El campo prácticamente no existiría si no fuera por ellos. No sé. Quizá tengan razón. Yo he tenido la suerte de disfrutar de otros parajes tanto en el Norte de España como en Europa, donde la caza no existe o es una actividad minoritaria. En esos lugares no sólo existe el campo, sino que además la gran mayoría de sus habitantes disfrutan de él y se desarrolla una importante actividad turística, cosa que por aquí es cada vez más difícil de llevar a cabo. En fin, a lo que iba, sin necesidad de salirnos de nuestro valle del Ojailén, puedes ver con facilidad por dónde han pasado los cazadores. Lo dejan todo alfombrado de cartuchos multicolores. Tampoco se requiere ser un Sherlock Holmes para averiguar dónde han parado para el almuerzo. Es precisamente ahí, donde yacen moribundas las latas de cerveza, las bolsas de plástico, unas latillas de sardinas y algún paquete de tabaco, previamente estrujado por esa mano fornida del cazador implacable. Ya sé lo que me vas a decir: “no todos los romeros, ni tampoco todos los cazadores serán así”. ¡Por supuesto que no! Sabes que detesto generalizar sobre cualquier tema. Simplemente te cuento lo que he visto y experimentado.

Bueno, amigo Sullivan, sintiéndolo mucho, te tengo que dejar por ahora. Este año se ha decidió comenzar antes el curso escolar, así que pronto volveremos a la rutina docente, que tanto estoy echando de menos. Por cierto, no estaría de más que te pusiera un poco al tanto sobre cómo se ha ido desarrollando la actividad escolar y educativa. Al menos cómo lo he vivido yo aquí, en mi pueblo, en Puertollano. Recibe, como siempre, un fuerte abrazo (de los que damos aquí, nada de esos abrazos flojindongos y a distancia, que dais por allí). Da recuerdos a todos de este español que no os olvida.

Always yours

Antonio Carmona

Antonio Carmona