El desgaste de la vida

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Son las 19:35 del Jueves, 25 de Abril del 2024.
El desgaste de la vida
Me he sorprendido a mí mismo calculando la duración de un rollo de papel higiénico. No es una cuestión de economía doméstica. Bueno, quizá también lo sea, aunque más bien pretendo con ello mensurar de alguna manera un trayecto de vida. Observad: se agota la pasta dentífrica y el gel de baño; se embota el filo de la navaja y la cuchilla de afeitar; la piel acumula carencias de tersura. Dicen los entendidos que no sé cada cuánto tiempo —muy poco— renovamos todas las células, excepto alguna que se extravía en el camino, y perdemos un porrón de neuronas al día. Podemos constatar que se debilita la memoria o, peor aún, se hace selectiva; se van minando los molares y la moral, se erosiona la esperanza, se desvanecen las ilusiones…  Se corroe, ¡joder!, hasta el acero de los barcos, que convenientemente dejamos aparcados en costas de pueblos que no aspiran a banderas verdes en sus playas, ni se pueden permitir un proyecto de sostenibilidad, ni siquiera un simple trayecto de vida.
Se va atenuando la llama (sí, esa llama) y van menguando los amigos. La gente que te quiere, de una manera u otra, va haciendo mutis por el foro. Más tarde te dejan caer: que si deberías instalar Windows 10, que si ahora no va el horno, que si comienza a ronronear el frigorífico, que si se oye repiquetear la lavadora, que si los satélites se desploman —extenuados, aburridos— de vuelta a la añorada Madre Tierra. Y así, acaba por desgastarse hasta la guerra de desgaste, porque ya no te caben más guerras en las pocas neuronas que te quedan. Date cuenta, por favor, de que los espejos se están marchitando en casa, se mellan las esquinas y el suelo se muestra añoso y ajado después de tanta ruta en zapatillas. 
Pero, siendo todo lo anterior tal que así, ¿podría alguien aclararme por qué coño me siento, en cierto modo, satisfecho y feliz?
Antonio Carmona