Esa cosa que llaman Navidad

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Son las 21:29 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
Esa cosa que llaman Navidad
¿Por qué? ¿Por qué la Navidad me OBLIGA a ser feliz? ¿Y si soy una persona que no tiene nada? ¿Y si he perdido a alguien importante? ¿Y si no tengo familia? Dime tú cómo podría ser feliz. Muchas personas, día tras día, se cobijan bajo el techo de las estrellas, el único calor que conocen son las bolas de periódicos que se colocan entre la ropa para no morir congelados, el único cariño que han recibido son las pocas limosnas que les damos. ¿Y esa madre que se ha quedado sin sus dos hijos desde hace no sé cuánto? Nadie sabe si están muertos o vivos, nadie sabe dónde están. ¿Cómo podrá sentirse ella, sin sus dos criaturas, en estas fechas? ¿Será FELIZ?
 
La Navidad no es solo una época en la que los niños judíos se sienten un poco incómodos o los enanos pueden encontrar trabajo como ayudantes de Papá Noel en anuncios denigrantes no sindicalizados. No. La Navidad no es solo comprar. Se ha perdido el concepto de “regalar” La Navidad es para dar, es para regalar. Pero, ¿sabéis qué es lo más bonito y valioso que podéis regalar? Vuestro tiempo. Es algo que no se puede comprar, y desde luego jamás se podrá recuperar. Es algo que perderéis para siempre, no volveréis a tenerlo. El dinero va y viene, ahora tienes, mañana no. Pero el tiempo desaparece para siempre.
 
En lugar de perder el tiempo consumiendo, perderlo con gente que realmente nos necesita: gente que ya no tiene tiempo para perder, gente que no tiene dinero ni hoy ni mañana, gente que se muere solo por un chocolate caliente con galletas, gente que lo único que quiere es un abrazo. Compartir vuestro tiempo con vuestra familia, amigos, en momentos inolvidables…Yo, por ejemplo, iré a la Misa del Gallo (lo que tiene que hacer una hija por su madre) y sé que me lo pasaré en grande, ¿por qué? Porque voy con ella, porque habremos bebido dos botellas como mínimo y las palabras del cura se volverán ininteligibles, y yo intentaré no dormirme.
 
Y todo esto sé que pasará porque cada año es algo parecido. Y lo más curioso de todo es que no recuerdo los regalos que he ido recibiendo año tras año. Pero sí recuerdo a mi abuelo sentándose mal en el asiento de la Iglesia. Teníamos que sujetarle del trasero para que no acabara en el suelo porque no atinaba con el asiento. Estuvimos toda la misa del gallo llorando de la risa, y él sin enterarse. Cómo le echo de menos.
 
No sé cómo pasaréis la nochebuena, nochevieja ni demás días no lectivos. Pero os deseo a todos una “feliz” Navidad.
 Perla.