Nuestra tierra

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Son las 10:50 del Viernes, 29 de Marzo del 2024.
Nuestra tierra

Esta es nuestra tierra de piedra armoricana y enjundia ganadera. La orogenia Apalachense revela sierras de perfil suave y collados afables. Incluso puede darse el caso de algún que otro puerto casi llano. A pesar de todo y después de tantos milenios, aún no sabemos con certeza quién sembró abanicos de pedrizas en las laderas, sobre las que alguien instauró la primera industria lítica, tallando cuarcitas y modelando bifaces, buriles, puntas de flecha y raederas.

A finales del anticlinal se derrama lánguido y bonancible un manantial, bajo la penumbra de una zarza desmelenada. Cuesta abajo, en la dehesa, se agrupan sobre los pastos jugosas sombras de encinas —se cuentan por millares— perfectamente desalineadas. Por los caminos de esta tierra transita el silencio, vagando de pueblo en pueblo. En cuanto merodeas las cercanías, te da la bienvenida una torre de piedra con cigüeñas y un campanario, que viene a ser como el epicentro del devenir diario.

Y, por supuesto, la lluvia por fin llega… Siempre son mayoría las lluvias que alzan tupidas cortinas a lo lejos, que pasan de largo, que se quedan colgadas en la sierra. Pero esta tierra es más que agradecida y con poco verdea.

Esta es nuestra tierra. La tierra del hombre de piedra, del alfarero, del oretano, del hombre de Roma, del visigodo, el de la media luna, del cristiano, del hombre moderno y virtual de plástico. A todos nos espera nuestro cielo y nuestra tierra. En ella vamos dejando un rastro inconfundible e incompresible entre estratos sedimentarios. Esta tierra es nuestra, dicho sea en el sentido más profundo y literal que no precisa de escrituras ni de notarios.

Antonio Carmona