Las últimas propuestas culturales que se han ofrecido en la ciudad, tanto de música como de teatro han tenido una respuesta de público asistente muy aceptable. Lo que evidencia que poco a poco, la menor incidencia de casos de COVID-19 y la reducción de las restricciones hacen que nuestra vida se vaya acercando a la normalidad a los niveles de antes de que llegase la pandemia. Esto ha favorecido que algunos servicios culturales que quedaron cerrados al público tras la irrupción del virus, retomen ahora su actividad.
Es el caso del auditorio de Puertollano Las propuestas ofrecidas en las últimas semanas han tenido una buena respuesta del público, según qué carteles.
El pasado sábado asistíamos a un “espectáculo” en el auditorio municipal, -llamativo por el afiche y por el título- del anunciado musical “Chicago Life” . Sin duda, la palabra "musical" unida a "Chicago" contribuyó para que obtuviera una buena entrada. En este caso asistíamos a una libre versión de la obra reconocida en Broadway que cuenta la historia de “Roxie Hart, una actriz aparentemente inocente que sueña con que el baile y la canción le permitan abandonar su humilde vida. El mayor deseo de Roxie es seguir los dorados pasos de la artista de vodevil Velma Kell”. Pero en la función de este sábado en el titulado “Chicago Life” el argumento nada tenía que ver con el clásico de Bob Fosse y Fred Ebb . Los que vinieron a Puertollano utilizaron y manosearon burdamente el nombre de un musical que ha hecho historia, para dejarnos en el auditorio Pedro Almodóvar un despropósito de función.
Una representación, - aquí hay que meter a los técnicos también- que para gloria de los actuantes vieron prácticamente lleno el teatro, con muy poco respeto por la gente que llenaba el patio de butacas y gran parte del anfiteatro: La descoordinación técnica, los continuos fallos resueltos con más sonrojo que acierto, sumados a una lamentable interpretación junto a una improvisación que rallaba en varios momentos la ordinariez y el malgusto, hizo que la velada en la primera noche de octubre en el auditorio puertollanense fuera una noche para olvidar.
Del espectáculo se salvaron las dos chicas protagonistas que cantaban bien, pero solo eso. El personaje que ejercía de hilo conductor interactuaba con el público improvisando con chistes más o menos fáciles que superaron escasamente el aprobado. Y a partir de aquí… la selección musical con sonido enlatado no dejaba de ser un batiburrillo de difícil encaje de continuidad. El espacio temporal de la dramaturgia no quedaba claro dónde situarla, si en el Chicago de los años 20 ó en el Madrid de “la casa de papel”.
Técnicamente un desastre. Desde el minuto uno, todo lo que podía salir mal, salió mal. Ya desde la apertura del telón pilló desprevenido a algunos de los actores. Continuaron los fallos de control de sonido, las luces no siempre estaban proyectadas para acompañar la escena correspondiente, el trabajo actoral sobreactuado y un guión soez que resultaba bochornoso en demasiadas ocasiones. Un montaje pretencioso que si quería ser una provocación sexy y libérrima del libreto clásico del famoso musical, rozó sin embargo el esperpento. La coreografía necesitaba más de una - y más de dos- tardes de ensayos. Las improvisaciones abusaban una y otra vez del chiste fácil, quedándose -lejos de escandalizar- en un bochornoso ridículo , más propio de una sesión de reprimidos adolescentes que de una compañía profesional.
En definitiva, después de año y medio de pandemia por mucha hambre de cultura que tengamos, no todo es justificable.
jmr