Un sacerdote de Herencia en Puertollano. Cincuenta años del Colegio San José (Teresianas) 1967/2017

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Son las 23:28 del Jueves, 28 de Marzo del 2024.
Un sacerdote de Herencia en Puertollano. Cincuenta años del Colegio San José (Teresianas) 1967/2017

Luis Pizarro Ruiz, historiador

  El signo de la preocupación en el campo de lo social, puede decirse que ha dado la tónica al año que registramos en estas efemérides. Preocupación que jalonan a lo largo de sus días el cierre de los pozos de pizarra bituminosa de la ENCASO[1], la crisis de tres pequeñas empresas mineras [Hullera del Ojailén, 48 parados; La Razón, 72; Hullera Perseverancia, 74] y la parcial, aún no resuelta, planteada por la SMMP[2] [otros 250 trabajadores; en total 444 al paro], para llegar al crítico momento actual, cuando cerramos estas líneas, con la discusión del nuevo Convenio Colectivo de la ENCASO y un activo periodo dc gestiones para conseguir la instalación aquí de una central térmica que pueda absorber la producción de la SMMP, empresa que ahora almacena en bocamina tal cantidad de carbón —decenas de miles de toneladas— que constituye una seria interrogante para nuestro futuro laboral […]

   Aparte del problema social a que nos referimos, en el campo municipal hay todavía algo más que es preciso señalar: la angustiosa situación que al Puertollano-ciudad le ha planteado su industria.

   La aureola de gran urbe de que goza por ahí, al confundirse por lo general los términos industria y ciudad, constituye hoy la gran mentira de Puertollano, pues aquella especie de no ser puerto ni llano del decir popular no resiste un examen serio de la realidad geográfica.

   Industrialmente, Puertollano responde a su fama, pero Puertollano no es solo industria. El motor de ella es el hombre y el soporte del hombre es esta entidad de población que llamamos ciudad. Y nuestra ciudad, como núcleo de convivencia, es incómoda y difícil, de trabajoso y duro vivir, términos que solamente se conciben en toda su dimensión comparando el miserable discurrir municipal con el emporio de su riqueza.

   El que Puertollano sea un problema en su conjunto, a fuerza de repetirlo se nos ha hecho típico. La expresión ha ido perdiendo fuerza en la misma medida que la situación se ha ido agravando. Y henos aquí, en este año de 1967, en un estado que requiere la urgente intervención del Poder público para paliar la grave situación, la irritante situación, creada al Puertollano-ciudad por su crecimiento industrial […]

   Cincuenta y cinco mil habitantes [en realidad, la población censada de derecho en 1967 era de 58.613 habitantes (Programa de Feria 1968)] no pueden resignarse a ocultar dignamente, calladamente, su miseria. Es preciso deshacer la gran mentira de Puertollano. Es preciso que todo el mundo sepa y que la Administración conozca el que Puertollano es una ciudad prácticamente sin urbanizar; que las aguas negras corren por sus calles hasta el centro de la ciudad con lo que ello entraña de peligro para la salud pública; que sus calles no tienen vestigio de pavimentación en un 80% y se convierten en torrenteras durante el invierno, volcando sobre el centro toneladas de materiales de los cerros circundantes; que en las barriadas periféricas el tránsito por la mayoría de estas calles es a veces imposible hasta para los animales: es preciso que se sepa que el agua escasea en el verano, que todavía existen suburbios infrahumanos; que su atmósfera es irrespirable en muchas ocasiones; que los servicios municipales de limpieza, alumbrado, vigilancia, etc., son totalmente insuficientes por carencia de recursos. Sí, es preciso que se sepa todo esto por ahí para que pueda calibrarse en su exacta medida el grito de angustia de Puertollano, agravado hoy por sus problemas sociales.

   Puertollano es industria pero también es ciudad y el HOMBRE, en nuestro concepto, debe tener prioridad sobre cualquier otra circunstancia. Concluimos por eso afirmando que mientras los términos industria y ciudad no estén equilibrados, la gran mentira sobre Puertollano continuará en pie.[3]

          Recordemos: estábamos en plena dictadura y quien escribió estas líneas no era ningún sospechoso de derrotismo, ni burló la férrea censura de la época, sino que lo hizo a conciencia. Si se le permitió publicar algo así fue porque los que gobernaban ya estaban hartos de soportar la situación descrita cuando no hacía ni un año —el 6 de junio de 1966— que Franco había visitado la ciudad por cuarta vez.

          En el apartado escolar la situación no era tampoco muy halagüeña que digamos. Julián Díaz-Peco, Inspector Jefe Provincial de Enseñanza Primaria, reconocía que la de Ciudad Real seguía siendo una de las provincias con mayor censo de analfabetos (era la cuarta por la cola, con 29.897 adultos, de los que 10.880 eran hombres y 19.017 mujeres) y, además, llegaban hasta 8.560 los niños sin escolarizar, en una época en la que la enseñanza obligatoria para todos comprendía desde los 6 a los 13 años.[4] Por entonces, a los colegios se les denominaba Grupos Escolares, de los que en Puertollano, según declaró el concejal de Enseñanza y Cultura, Francisco Espinosa Mora, había diecisiete con 180 unidades y unos siete mil alumnos matriculados, a los que se añadían los centros privados entre los que destacaban el Santa Bárbara (“Consejo Escolar Primario del Patronato de Viviendas Santa Bárbara”), Mina Asdrúbal, Inmaculada (ENCASO), Academia Cervantes, Salesianos y María Inmaculada (Hijas de la Caridad).[5]

          En cuanto a la situación de los colegios, ésta distaba mucho de ser satisfactoria. Así, si el del Padre Manjón todavía tenía pendiente dotar de agua sus servicios, el Doctor Limón necesitaba un estudio para abastecerlo de un suministro regular de agua[6], y el director de la Academia Cervantes (calle Hernández Novas, 27, actual Talavera Baja), Alfonso Martín de Pozuelo Gómez, se quejaba del precario estado en el que estaba el edificio y pedía subvención al Ayuntamiento “al igual como se hace con otros centros privados” para poder subsistir, dardo envenenado que podía aludir perfectamente a la cesión del edificio del antiguo Instituto Fray Andrés, que disfrutó el Colegio María Inmaculada mientras se construía su nuevo centro escolar al lado de la Asunción.[7] Asimismo, en la Barriada de las 630 había cien alumnos sin matricular y otros sesenta que se trasladaban a diario a otros colegios, dada la falta de ellos en esa zona, por lo que era acuciante la construcción de uno nuevo, mucho más cuando seguían construyéndose viviendas y ello acrecentaría el número de alumnos que debían escolarizarse.

          Esta era, someramente, la realidad del estado del Puertollano de 1967 cuando estaba a punto de producirse, hace cincuenta años, la apertura del Colegio San José.

          El cincuentenario que conmemoramos no podemos entenderlo sin la figura del sacerdote Jesús Jiménez-Ortiz y García-Morato (Don Jesús, en adelante), de igual forma que no podemos entenderlo a él en nuestra ciudad sin la barriada en la que se ubicó este edificio docente. Nacido en Herencia (Ciudad Real), un 13 de abril de 1927, llegó a Puertollano en 1956[8] con solo 29 años (procedente de Retuerta del Bullaque), donde lo acompañaría su hermana Victoria, nueve años más joven que él, pues nació en 1936. Poco más de un año de existencia tenía la Barriada de San José, la popular Barriada de las 309, que lo recibió, pues fue bendecida, junto con la Iglesia —denominada oficialmente del Cristo de las Minas y de San José—, el 4 de diciembre de 1954[9], encargándose de ella inicialmente el que era párroco de la iglesia de la Asunción, José María Gómez, hasta que el Obispo Juan Hervás no quiso que este siguiera llevando dos parroquias y trajo a Don Jesús que ya no se movería de la ciudad hasta su jubilación en 2004, si bien durante un tiempo se encargó también de la parroquia de la cercana Villanueva de San Carlos.[10] A efectos de lo que nos ocupa, once años después de su llegada, es decir, en 1967, también era Delegado Diocesano en Puertollano de las Hermandades del Trabajo de España, cuyo Consejo Diocesano Local presidían la conocida funcionaria municipal —licenciada en Derecho y Jefa del Negociado de Intervención en ese momento— y escritora María Luisa Menchón Garrido y Blas Almodóvar Marín, antiguo concejal del Ayuntamiento de Puertollano.[11]

          Imaginemos ahora lo que sentiría el joven y brioso Don Jesús cuando descubrió a su llegada las muchísimas dificultades por las que atravesaban sus feligreses, más cuando se trataba de un hombre que reconocía que “lo social ha sido para mí siempre una gran inquietud”, y que no le había gustado nunca “teorizar, sino ir directamente en la medida de mis fuerzas a la solución definitiva de los problemas”.[12] Aparte, mucho debió admirar, sin duda, a San Pedro Poveda —fundador de la Institución Teresiana—, pues le preocupaba la enseñanza, especialmente. Si Poveda afirmó “que mi afición predilecta es la educación de los niños y que hasta hace aproximadamente un año [...] ni pensé ni proyecté otra cosa sino la fundación de escuelas para educar e instruir a la juventud”[13], Don Jesús confesó que

  al hacerme cargo de la parroquia vi que sus centros de enseñanza eran en número insuficiente para su población escolar. Había una gran desproporción entre los centros educativos de niños y niñas; magníficamente atendidos aquellos por los Padres Salesianos y Magisterio Nacional y reducida la enseñanza de niñas a solo seis o siete escuelas.

   En cuanto a lo religioso, siempre he creído que el sueño dorado de toda parroquia sería poder contar con una comunidad religiosa consagrada por entero a colaborar en la formación integral de la persona, cuya problemática religiosa ocupa el lugar principal.[14]

          ¿Colegio, niñas, comunidad religiosa? En esas declaraciones ya dejó entrever que su aspiración iría de la mano de las Teresianas que se acoplaban como anillo al dedo a su credo.    Con esas ideas en la cabeza, no resulta extraño que concibiera la construcción de un proyecto muy ambicioso: un Centro Parroquial con ocho escuelas (aulas, en la terminología actual), guardería infantil, residencia para profesoras, salón de actos —con una capacidad total de 458 asientos, 100 de ellos en el entresuelo— y comedor escolar, diseñado en diciembre de 1966 por Fernando Plaja Lizaso, que fue arquitecto municipal, autor, entre otros, del antiguo Gimnasio de la calle Copa, de la Escuela que se conoció como el “Segurillo” (en el actual edificio de Servicios Sociales, en la calle Gran Capitán, 1), o de los pabellones que conformaron la I Feria de Muestras allá por 1954. Asimismo, en él se incluirían dependencias para formación profesional de la mujer, Hermandades de Trabajo, apostolado seglar y almacén para Cáritas, en un solar conocido como la Huerta de Pío, propiedad de la Parroquia, con fachada a las calles de La Plaza, Palafox y Las Torres, que se había comprado al labrador Pío Rodríguez.[15] El presupuesto inicial ascendería a la cantidad de 3.047.974,55 pesetas.[16] De los inicios de la obra se encargaron paisanos suyos de Herencia, que abandonarían posteriormente, por lo que se hizo cargo de ella una cuadrilla de tres oficiales y cuatro peones dirigida por Miguel Fernández Olmo, joven maestro albañil de Puertollano, nacido en 1946, que vivía en la calle San Gregorio, 39, justo al lado de uno de los refugios de la guerra. Con el fin de comenzar las clases se empezó por el edificio que da a la calle de la Plaza, en cuya planta superior tendrían las teresianas sus habitaciones, hasta que, terminado este, se construyó el de la fachada a la calle las Torres, a donde se trasladaron.[17]

          Como el propio sacerdote dijo, el punto de partida fue la Enseñanza Primaria y la guardería infantil, pero “nuestras aspiraciones, sin embargo, son más ambiciosas”, mostrándose convencido de conseguir “soluciones ideales como son la especialización y formación profesional de la mujer”, cosa que acabó consiguiendo y bien pueden confirmar, a manera de ejemplo, Guillermina Martín, que formó Auxiliares de Enfermería, Joaquina (Quina) Navarro Ramírez con sus clases de taquigrafía y mecanografía, o Pilar García con las de Corte y Confección, sin olvidar extender su voluntad para enseñar a las niñas reclutando para su proyecto un elenco docente en el que mencionaremos a María Antonia y Carmela Mansilla, María Antonia Ercilla, Carmen Jiménez-Avendaño, Rosalía Conde, Mercedes León, María Antonia Jiménez, Emilia González Pizarro, Conchita Porras, María Jesús Gómez, María Ángeles Zúñiga o María González Castilla, y muchas otras que pasaron por sus aulas en estos cincuenta años, cuya lista resulta imposible reproducir en estas líneas.

          En cuanto al dichoso dinero, por ser declarada obra de interés social, contó con ayudas institucionales para sufragar hasta un treinta por ciento del proyecto, por lo que tuvo que buscar socorros entre particulares (entre ellos, una de las personas que siempre estuvo dispuesto a ayudar fue el conocido empresario Manuel León[18], que también había contribuido a la llegada de los Salesianos a Puertollano), afirmando el propio Don Jesús que se había recibido un donativo de cincuenta mil pesetas y esperaba “la contribución de mis feligreses” para cubrir el millón de pesetas necesario para acabar las obras (“tengo abierta en los bancos cuenta corriente”, afirmó).[19]

          Para finalizar, diremos que este clérigo tan emprendedor hizo honor al titular escrito por el periódico en la entrevista concedida con motivo de la que sería próxima puesta en marcha del Colegio: “Unas escuelas crecen en silencio”. Y tan en silencio: él declaró que en el “Patronato Diocesano San José” comenzarían las clases en el mes de septiembre de 1967, aunque el inicio de las clases pudo demorarse hasta un par de meses (de hecho, todavía estaba el Colegio en obras cuando entraron las primeras alumnas), bajo la gestión pedagógica de la Institución Teresiana —profesionales laicas de la Iglesia católica, llegaron a Puertollano en 1951[20] para impartir su magisterio en el Colegio de la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO)—, como él deseó desde el primer momento (en el proyecto se afirma que tendría “habitaciones o celdas para las Religiosas Maestras”[21]), a cuyo frente estuvo Carmen de Hita. También sabemos que como “cura regente de la Parroquia de San José”, el día 19 de septiembre de 1967 dirigió una carta al concejal de Cultura Francisco Espinosa, en demanda de “muebles escolares para cuatro aulas de unos cincuenta alumnos cada una”. El Municipio le concedió en depósito “25 pupitres del material usado que posee el Ayuntamiento”.[22] Al mismo tiempo,  Modesto Arias afirma que en ese Curso 1967-68 en las Escuelas Parroquiales San José estuvieron matriculadas 224 alumnas[23], entre las cuales podemos citar en representación de las demás a Ana Yergo García, Graci Rus Mora, Ana María Baeza Zurita, María Dolores Suárez Montero y Remedios Moya Anegón.[24] Ellas y el resto de compañeras constituyeron la primera hornada que se coció en los hornos de esta institución docente que ha formado a muchísimas personas en Puertollano, y a la que la visita del Obispo-Prior Juan Hervás, efectuada el 17 de marzo de 1969, le dio el espaldarazo definitivo para surcar la senda que llega a nuestros días y prosigue su camino.

          En conclusión, un Puertollano en el que se contradecían la potencia de su industria con los graves problemas que presentaba el desarrollo de la ciudad, fue el caldo de cultivo en el que un sacerdote herenciano que no se arredraba ante las dificultades —Don Jesús Jiménez-Ortiz— emprendió la creación de un centro escolar que ha cumplido en 2017 cincuenta años.

 


[1]Empresa Nacional Calvo Sotelo.

[2]Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya.

[3]Programa de la Feria de Mayo (1967): “De Feria a Feria. Efemérides municipales 1966-67”. Ayuntamiento de Puertollano. La cursiva es del autor de este artículo.

[4]Lanza, 6 de septiembre de 1967, nº 6724, p. 3. El diario dice que era hasta los 14, cuando esta edad no se fijó hasta la Ley General de Educación de 1970.

[5]Ibid, 7 de septiembre de 1967, nº 6725, p. 7.

[6]Archivo Municipal de Puertollano (AMP), Comisión Municipal Permanente, 16 y 30 de mayo de 1967, caja 942.

[7]Ibid, CMP y Borradores de Pleno, cajas 943 (28 de septiembre de 1967) y 1003 (28 de marzo de 1967), respectivamente.

[8]Ibid, Padrón de 1965, distrito 4, secc. 3, caja 2101.

[9]Lanza, 6 de diciembre de 1954, nº 3575, pp. 3-4.

[10]Reverendo Pedro Antonio Rodríguez Menchén al autor, 20 de octubre de 2017.

[11]AMP, Borradores de Pleno, 4 de julio de 1967, caja 942.

[12]Lanza, 7 de septiembre de 1967, nº 6.725, p. 11.

[13]Gómez Molleda, María Dolores (1993): Pedro Poveda, educador de educadores. Madrid, Narcea, pp. 37-38.

[14] Lanza, 7 de septiembre de 1967, nº 6.725, p. 11.

[15]Abuelo paterno de José Manuel Rodríguez Salmerón, conocido por “Senén”, antiguo portero del Calvo Sotelo juvenil y popular empleado del BBVA.

[16]Archivo del Colegio San José (ACSJ). El proyecto fue visado en el Colegio de Arquitectos de Ciudad Real el 14 de julio de 1967.

[17]Miguel Fernández Olmo al autor, 23 de noviembre de 2017.

[18]Emilia González Pizarro al autor, 16 de octubre de 2017.

[19]Todos los entrecomillados corresponden a Lanza, 7 de septiembre de 1967, nº 6.725, p. 11.

[20]Entre aquellas primeras teresianas estuvieron, entre otras, Conchita Cerezo, María Teresa Franco o María Luisa Mutón (Emilia González Pizarro al autor, 16 de octubre de 2017).

[21]ACSJ, escrito de Don Jesús Jiménez-Ortiz al Director General de Enseñanza Primaria, 18 de mayo de 1965.

[22]AMP, Borradores de Pleno, 28 de septiembre de 1967, caja 943.

[23]Arias Fernández, Modesto (2005): La etapa del franquismo en Puertollano (1939-1975). Puertollano, Intuición, p. 166.

[24]ACSJ, listas de matrícula del Curso 1967-68.

Sentados aparecen Don Jesús y Carmen de Hita, la primera directora. De pie (desde la izquierda) están María Antonia Jiménez, Victoria Jiménez-Ortiz, Amalia Ciudad y Miguel Fernández Olmo, contratista del Colegio.
Visita del Obispo Juan Hervás Benet al Colegio San José en 1969. En el centro podemos ver a los sacerdotes Don Jesús y Don José María Gómez (detrás).
Fachada principal de la calle La Plaza cuando todavía no se habían revestido los muros.