“La figura de la madre se ha transmitido históricamente como uno de los arquetipos fundamentales en la vida de cualquier ser humano, al ser la responsable de “darnos a luz”, y sería justo en este punto donde se comete el error fundamental de atribución que ha persistido y persiste en la cultura y educación colectiva, asumiendo que, por el hecho de parir, una mujer está preparada psíquica y emocionalmente para ser buena madre”, ha explicado Virginia Parrado que asegura, “esto no siempre es así”.
De hecho, hay madres tóxicas que “podemos dividir en dos grupos absorbentes y negligentes”.
Las primeras “ven a su hija como una extensión de sí misma. Suele ser dominante y controladora, no acepta las saludables expresiones de individualidad infantil, quiere que su hija sea como ella, llegando a enojarse y castigarla arbitrariamente si muestra intereses u opiniones diferentes a las suyas”. Estas madres son a su vez “controladoras, narcisistas- que quieren ser el centro de atención- ; y crónicamente enfermas, las “que utilizan las enfermedades y padecimientos (reales o fingidos) para convertirse en el centro de atención y para manipular la hija a su antojo”.
En el grupo de las madres negligentes encontraríamos “a la madre inaccesible, que aunque este presente físicamente, son distantes emocionalmente”; la madre débil y dependiente “envueltas en depresión o adicción, son aquellas que terminan haciendo una reversión de roles en la familia, haciendo que sus hijas se ocupen de ellas, y muchas veces, del resto de la familia”.
La solución más “saludable para un hijo en estos casos es tomar distancia física y emocional de la madre ya que por su incompetencia emocional te está quitando gran parte de tu propia vida”. “Esto es difícil y para eso hay que dejar de escuchar nuestros fantasmas y alejar el sentimiento de culpabilidad”, según Parrado.
Fuente: La Voz de Puertollano
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