Compañeros de partido

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Son las 03:16 del Jueves, 25 de Abril del 2024.
Compañeros de partido

«Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros de partido»

Giulio Andreotti

 

Muchos de los grandes estadistas del siglo XX valoraron y hasta sucumbieron a las acciones amistosas de los compañeros de partido.

El funcionamiento interno de los partidos, vertebradores de la acción política se basa con frecuencia en la búsqueda de la unanimidad a través de “adhesiones inquebrantables”, más que en la unidad de acción a través del debate político. Finalmente, los programas de contenido ideológico dejan paso al pragmatismo en el ejercicio del poder. Así se asegura la continuidad del anterior gobernante con algunos cambios estéticos pero muy pocos estructurales.  

 Winston Churchill decía que sus peores enemigos en el parlamento británico no se encontraban en la bancada de enfrente sino en la de atrás, donde se situaban sus compañeros de partido. El golpe más duro que recibió Adolfo Suárez, además de la feroz oposición ejercida por Felipe González, vino de sus propios coaligados. Tanto que, pudiendo haber liderado posteriormente el centro derecha, declinó sistemáticamente esta posibilidad, a riesgo de reencontrase con los  personajes que le traicionaron. Más o menos los predecesores de los que ahora se arrogan su legado político.

 

 

Los líderes políticos son impulsados por los aparatos de los partidos, elegidos en sus congresos por una élite de compromisarios ya escogidos de antemano por sus organizaciones regionales. La unanimidad obtenida llama pues a la obediencia como dijo Alfonso Guerra en aquella tan desafortunada proclama: “el que se mueve no sale en la foto”. La lealtad, sin embargo, es el valor ético en el que todos los miembros de un partido deberían fundamentar su actitud política, incluyendo el derecho a discrepar sin ser políticamente ejecutado.

La ascensión de Pedro Sánchez, Secretario general del PSOE, a la Presidencia del Gobierno de España se consumó contra todo pronóstico. No sólo por su insuficiente representación parlamentaria para alcanzar una mayoría para gobernar sino sobre todo por su falta de apoyo en el seno de su partido. Este hecho le hizo especialmente vulnerable ante su electorado. Sin embargo Pedro Sánchez fue catapultado por las bases hasta la recuperación del poder en el partido en un ejercicio de democracia interna sin precedentes.

La miopía política, con su buena dosis de arrogancia, de barones y baronesas les llevaron a hacer declaraciones públicas descalificantes, carentes de la lealtad necesaria. Ni siquiera otros antecedentes les dieron la pista para corregir la debacle que les esperaba. Por ejemplo, cuando Josep Borrell desbancó a Joaquín Almunia, también contra pronóstico.

El presidente de Castilla-La Mancha y secretario general del PSOE en esta comunidad, Emiliano García-Page, apoyando a Susana Díaz para la secretaría general tomó una posición abiertamente contraria a Pedro Sánchez hasta el punto de anunciar su dimisión en caso de que este saliese elegido. Pedro Sánchez ganó y él, por supuesto, no dimitió. Un ridículo innecesario.

 Esta semana pasada, hemos leído en una entrevista acordada a Europa Press, que el Sr García-Page  considera que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, “no puede aparentar una fortaleza que no tiene en el Parlamento” y que si la situación del Ejecutivo se torna “inviable” habrá que convocar elecciones generales. Esta reflexión es tan obvia como, una vez más, innecesaria. Estas son declaraciones que debilitan al presidente y al partido que lo sustenta, pero sobretodo que descalifican al que las pronuncia.

Para terminar, apostilla: “Creo que el Gobierno tiene obligación de gobernar con perspectiva temporal y con vocación de aguantar, pero tengo muy claro que si la situación es inviable, imposible, tendrán que hablar los españoles”.

 

¿Dónde se quiere situar el Sr García-Page en la escena política?Tras la derrota interna sin paliativos de Susana Díaz, ¿No se estará postulando tácitamente como posible alternativa a Sánchez desde la baronía? No le veo otra explicación a esta salida tan oportunista como inoportuna: “todo el mundo es consciente” de que tras la moción de censura se abrió un escenario “que no es definitivo”, sino “precario y provisional”.  

Pedro Sánchez está gobernando España. Con un equipo de gobierno serio, competente y esperemos que eficaz está intentando activar asuntos podridos en la incomunicación y en el desencanto. Contrariamente a su “antecesor”, Sánchez está recuperando la  negociación y el consenso en su estilo político. Una política que promueve el entendimiento, centrada más en los intereses de los ciudadanos y en la convivencia global que en la utilización de los conflictos para esconder los enormes escándalos sociales y económicos que aquejan a España: corrupción, nepotismo, inmovilismo… desde que la crisis nos ha sacado de la larga siesta del llamado “estado del bienestar”: Inmigración, Cataluña, precarización en el empleo, memoria histórica…

Pedro Sánchez está sacando al partido socialista del ostracismo político al que venía abocado tras el desgaste de tantos años de bipartidismo y desde la aparición de nuevas plataformas como Ciudadanos y Podemos, a su derecha e izquierda respectivamente. Efectivamente, el PSOE no tiene mayoría, Pedro Sánchez sí, la ha conseguido en el Parlamento. No tiene unanimidad ni la va a encontrar. No exige obediencia pero, por lo menos, la lealtad de sus compañeros de partido.

 

 

 

 

  

Miguel Marset