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Son las 21:23 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
Patrimonio nacional

           « El futuro del pueblo no esta escrito    porque solo el pueblo puede escribirlo"  

Adolfo Suárez                                                                                                                         

                                                                                                                                                                                             

No consigo interpretar el sentido del « mediático encuentro » entre Mariano Rajoy y Adolfo S. Illana en Avila, con motivo de la apertura de la campaña electoral, más allá del oportunismo político de unas elecciones que se aproximan. Aunque los que diseñan las campañas electorales no estén de acuerdo, no todo vale.

En este encuentro aparentemente informal se intenta manipular al electorado entrando en su subconsciente para tergiversar un mensaje y orientar el voto hacia un determinado signo. Los « profesionales del subconsciente » utilizamos estas técnicas en clínica para mejorar o curar trastornos mentales. Cuando estas se utilizan para alcanzar beneficios personales se atenta a la ética. En psicoterapia le llamamos perversión. Con este gesto  nos quieren hacer creer que Mariano Rajoy es el legítimo heredero del pensamiento político de Adolfo Suárez. Por eso se fotografia con su legítimo heredero, su hijo, al lado de una estatua conmemorativa. ¡Ay !… si las estatuas hablaran se convertirían en carne para poner a todos en su sitio. Como si los españoles no tuviéramos memoria. La transición, dirían los dos amigotes, la contamos como queramos : Total, mi padre es mio y la gente no se acuerda de lo que pasó. Es verdad,  la historia, cuando no es científica, se escribe sesgada para los pueblos que carecen de cultura o de espíritu crítico.

 

Adolfo S. Illana es el hijo de Adolfo Suárez González, primer presidente de la democracia española y valedor del gran acuerdo fraterno que se estableció en la transición política y que mostró al mundo entero el potencial de los españoles para afrontar un futuro con garantias. Aquel proceso mereció, sin tenerlo, el premio Nobel de la Paz.

Quizás, Don Mariano nos esté anunciando casi como en una sugestión hipnótica, un gran pacto de Estado con el resto de fuerzas políticas elegidas por el pueblo : en la educación, en la sanidad, en el empleo o en los servicios sociales. No lo creo. Demasiado tarde Don Mariano para que le podamos creer. Le queda pendiente la asignatura, que desde Bruselas, le pide seguir estrangulando a los españoles con más medidas de regulación del empleo y de salarios.

Voy a ser claro y lo diré alto :Don Mariano no ha hecho en su mandato ni un solo gesto político cercano al espíritu de la transición. Todos sabemos que lo hubiésemos necesitado. El consenso y la concordia han brillado por su ausencia en la última legislatura.  

Adolfo Suárez llegó a sentirse « victima de la concordia » aunque proclamaba su orgullo por ello. Lo más importante que hizo fue, paradógicamente, un gesto tan simple como dificil : poner las bases de un acuerdo entre la gran mayoria de los españoles en torno a un proyecto común : vivir en paz y en democracia. Se sentaron las bases políticas que luego en su práctica, contra todo pronóstico, se encargó de dilapidar.

El gesto de Adolfo S. Illana me parece mucho más grave. No es perverso como el de Don Mariano, es canalla. Adolfo S. Illana, al margen de unos cuantos pases de tentadero y unos poemas más o menos bien trenzados no es ni más ni menos que un ciudadano español más. Políticamente no es nadie que merezca ni siquiera una cierta relevancia. Su máximo logro político fue ser candidato a la Presidencia de Castilla - La Mancha en un movimiento interesado más del Partido Popular para arrebatar a José Bono la presidencia de nuestra región. Ya sé que su padre le catapultó teniendo que decir frases tan increibles como que « José María Aznar ha sido el mejor presidente de la democracia »  en un mitin en Albacete cuando su enfermedad ya le estaba apartando de la coherencia que siempre le caracterizó. José Bono le dijo : « trataré a tu hijo con la misma hospitalidad que la admiración que te tengo ».                                                                 

Es obvio, pero tengo que decirlo :  Yo soy hijo de mi padre pero yo no soy mi padre. Para algunas cosas a Dios gracias para otras, para mi desgracia.

 

Hay algunas personas en la historia que sobrepasan la pertenencia a una familia. Son simplemente patrimonio del pueblo. Yo estaría orgulloso que mi padre acabase siendo admirado por la casi totalidad del arco parlamentario y de los ciudadanos españoles que le conocieron : de izquierdas, de centro y de derechas. Por nada en el mundo lo alinearía con un sólo partido. Más aún si no es el que él fundó. Solo los extremos mantienen el rencor, pero asi se escribe la historia.

Adolfo Suárez González fue políticamente destruido por su enfermedad y por la presión de los partidos mayoritarios que querían ocupar su espacio político : el centro. Ese espacio indefinido que todos quieren ocupar en la campaña electoral y nadie ejerce en la legislatura. Adolfo Suárez fue distinto. El encarnaba el centro por su talante moderado y conciliador. Llevó magistralmente los caminos de la transición hasta otro paso necesario como fue la victoria socialista de 1982.

Sin embargo, Adolfo Suárez fracasó en su siguente aventura, aquel proyecto político que fue el Centro Democrático y Social. En él, intentó plasmar su evolución política que en aquel tiempo se situaba claramente en el centro izquierda. Lo que se llamó liberal-progresismo y que no era otra cosa que un partido social-demócrata. Un partido moderno del que salieron propuestas innovadoras. Una buena parte de sus militantes eran sus fieles derrotados de la UCD : Agustín Rodriguez Sahagún o Jesús Viana. Mariano Rajoy no estaba ni se le esperaba. Otros militantes veníamos (y nos hemos vuelto) de la izquierda tolerante. Políticos de altura como Ramón Tamames, Fernando Castedo o Raúl Morodo, Eduardo Punset o Federico Mayor Zaragoza y también gente más cercana a la calle que participaron con su grano de arena en aquel proyecto. Gente  jóven, preparada, entusiasta y  solidaria como Manuel Alonso, José Muelas, Carlos Alvarez, Eduardo Zulaica, Santi Castellá, Ignacio Vazquez o Jose Luis Rebollo por poner algunos ejemplos de españoles y españolas, militantes de CDS, que sigueron a Adolfo Suárez hasta su agónica dimisión. Tan fieles como su hijo a su ideario político. No me cabe duda de que Don Mariano hubiese participado en un simbólico pelotón de ejecución política en aquel fatidico año de 1991, como hicieron tantos otros grandes políticos que hoy le veneran o le admiran, de uno u otro signo.

Adolfo Suarez no fue un político cualquiera. Estaba a la altura de los grandes estadistas del siglo XX. De esta talla se pueden contar en España con los dedos de una mano y nos sobraría algun dedo. Y así le recordaremos.  Era de otro tiempo hasta para dimitir, algo que nadie ha hecho, en la democracia española habiendo razones sobradas para ello. Adolfo Suarez sobretodo transmitía credibilidad.

 

 

Por ello, para ilustrar este artículo, he elegido la fotografia de la cabecera, recogiendo el Premio Principe de Asturias de la Concordia y siendo aclamado por un puñado de notables de la política, de la ciencia y de las letras. Españoles, de izquierda y de derecha : Pedro J. Ramirez, Luis Maria Ansón, Soledad Becerril  o Fernando Morán se pueden adivinar en la fotografia, entre otros representantes de toda una sociedad orgullosa de su pasado.

La memoria de un padre es, lógicamente, patrimonio de su familia. Pero la del político, su ideario y quehacer, es patrimonio de los que trabajaron con él, tanto en los acuerdos como en los desencuentros.

Apropiarse del espíritu político de alguien como Adolfo Suárez es un fraude y cederlo una traición.

Este, primer Presidente del Gobierno democrático de España, pertenece a la historia y es patrimonio de todos los españoles.

Miguel Marset