Las medias verdades de la compensación de emisiones mediante reforestaciones

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Son las 19:05 del Martes, 23 de Abril del 2024.
Las medias verdades de la compensación de emisiones mediante reforestaciones
La mitad del peso en seco de los árboles es carbono obtenido del CO2 atmosférico. Por ello, cada vez son más las empresas que pretenden compensar sus emisiones plantando árboles.
 
A menudo, después de plantar obtienen un sello que certifica la compensación. Viendo cómo funcionan sellos como el del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico nos daremos cuenta de que tal compensación muy probablemente no llegará a producirse.
 
Emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero
Para recibirlo deben calcular sus emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero y presentar un plan para reducirlas y anular el remanente plantando árboles.
 
El cálculo de árboles a plantar se hace mediante una hoja de cálculo proporcionada por el ministerio. Al introducir las especies y marcar si la compensación se quiere hacer a lo largo de 30, 40 o 50 años, la hoja de cálculo determina la absorción de CO2 que habrá tenido lugar al final del periodo elegido.
 
El sello reconoce como compensadas el 18 por ciento del total. Cuanto más largo sea el periodo de compensación elegido, mayor será ese 18 por ciento y mayor la diferencia entre la teoría y la realidad, ya que las repoblaciones se hacen con arbolillos pequeños.
 
Hasta que han transcurrido 20 o 25 años las cantidades de CO2 fijadas por los árboles son pequeñas y, en consecuencia, ese 18 por ciento de emisiones que el sello dice que se han compensado no se compensará hasta pasados muchos años.
 
Es absurdo que las emisiones realizadas a lo largo de un año se compensen en 30, 40 o 50, ya que eso significa que no dejarán de producir efecto invernadero (es decir, no dejarán de alterar el clima) hasta finalizado el periodo.
 
Absorción real de carbono
La absorción real de carbono depende del crecimiento y supervivencia de las plantas, variables ambas que solo se pueden controlar si se realizan fuertes inversiones para mitigar el efecto de las adversidades meteorológicas (sequías, vendavales, tormentas, olas de calor), de los parásitos, de la calidad del suelo y de algo muy importante y desatendido: la depredación de los árboles por el ganado y los herbívoros silvestres.
 
Como esas inversiones no se hacen, el porcentaje de árboles que no sobrevive es muy alto.
 
Para conjurar estos riesgos, el sello español exige un plan de gestión de la reforestación a 30, 40 o 50 años.
 
Si ya es complicado hacer un plan de gestión y su correspondiente presupuesto a esos plazos vista, más surrealista es aún permitir que las empresas que hacen la reforestación y a menudo se lucran vendiendo los créditos de carbono resultantes, le endosen la responsabilidad de la gestión a aldeas en la España vaciada con solo unas pocas decenas de habitantes, como está ocurriendo con la aquiescencia del Ministerio.
 
Por otra parte, es distinto plantar para maximizar la absorción de CO2 que hacerlo para restaurar los ecosistemas.
 
Para la mayoría de las especies arbustivas, esenciales en los bosques, no existe cálculo de absorción, lo cual invita a prescindir de ellas, ya que no arrojan beneficio reputacional ni económico.
 
La mayoría de los proyectos se desarrollan en la mitad norte peninsular, más húmeda y fresca, donde la absorción es mayor y más rápida porque el crecimiento y la supervivencia de los árboles son mayores.
 
La España en mayor riesgo de desertificación se ve marginada.
 
España debe evitar que los bosques que le quedan sucumban por el cambio climático.
 
Miguel Ángel Ortega es presidente de la ONG Reforesta.
 
Hemos de apoyar la recuperación espontánea de la vegetación y priorizar la lucha contra la desertificación, así como crear corredores verdes aprovechando los numerosos baldíos existentes en zonas agrícolas.
 
De este modo el beneficio ambiental y la absorción de CO2 serían mayores.
 
 
 
(*) Miguel Ángel Ortega es presidente de la ONG Reforesta. EFE
foto EFE