Gimnasio “General Moscardó”

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Gimnasio “General Moscardó”

 

Por Eduardo Egido Sánchez

 

Desde principios de los años cincuenta hasta finales de los noventa del pasado siglo, el Gimnasio Municipal “General Moscardó” estuvo en funcionamiento en la calle Copa, frente al Instituto “Fray Andrés” (inaugurado en este emplazamiento en octubre de 1959) y en el solar que ocupó el Centro de Estudios Universitarios (inaugurado en 2002) y que desde noviembre de 2012 ocupa el Centro Cultural.

El Gimnasio ha escrito la crónica deportiva de numerosas promociones de estudiantes de Enseñanza Media y de aficionados al deporte a lo largo de casi medio siglo. Sus instalaciones fueron el marco donde se desarrollaron los sueños de alcanzar cotas importantes -siquiera fuese a nivel local o provincial- de los muchachos -el deporte aún permanecía vedado para las mujeres en la época- que se afanaban por descollar en baloncesto, balonmano, fútbol sala o tenis. En sus pistas de cemento se celebraban las competiciones de estos deportes hasta que a mediados de los años setenta se construye el primer pabellón cubierto de la ciudad en la calle Numancia, el actual Pabellón “Luis Casimiro”. Para ver o practicar deporte en Puertollano -con la excepción del fútbol, que campaba gloriosamente en el Cerrú del Calvo Sotelo, y de las pistas privadas de la Encaso- había que subir la escalinata del Gimnasio y adentrarse en sus instalaciones.

El Gimnasio se construyó en 1953 en la mencionada calle Copa, a la que daba nombre el depósito de agua con esa forma utilizado para regar los jardines del “bosque”. Era una zona habitada por personas en situación desfavorecida que malvivían en viviendas precarias, prácticamente en chozas. En 1956 se inaugura con motivo de la visita del gobernador civil don José María del Moral y con la presencia del alcalde don Emilio Caballero Gallardo, noticia que se ilustró con una fotografía del gobernador practicando en un balón de boxeo. En 1969 visitó la ciudad el Delegado Nacional de Educación Física y Deportes, y luego presidente del Comité Olímpico Internacional, don Juan Antonio Samaranch, que fue recibido en el Gimnasio Municipal donde las autoridades locales le solicitaron la construcción de nuevas instalaciones deportivas para la ciudad. El nombre de “General Moscardó” obedece a que el famoso militar que defendió el Alcázar de Toledo al comienzo de la Guerra Civil ocupó relevantes cargos en el régimen franquista y, en relación con la actividad deportiva, fue Delegado Nacional de Deportes y presidente del Comité Olímpico Español.

En el curso 1959-60 se trasladan a la calle Copa desde la calle Torrecilla las instalaciones del instituto “Fray Andrés” y el Gimnasio Municipal se convierte en el lugar idóneo para impartir las clases de Educación Física. Sólo se beneficia de ello el alumnado masculino ya que el femenino ha de conformarse con un reducido espacio cubierto en la tercera planta del propio instituto. Así pues, en las pistas al aire libre y en la sala cubierta del Gimnasio reciben desde entonces su formación deportiva innumerables promociones de estudiantes de bachillerato. En su amplio patio tienen lugar las tablas de gimnasia y las ceremonias académicas de fin de curso ya que cuenta con un doble graderío para acoger a estudiantes y familiares. La memoria rescata el color de las camisetas sin mangas de la vestimenta deportiva del instituto según el curso: verde en primero, rojo en segundo, amarillo en tercero…

También acude al recuerdo el profesorado de esta asignatura en los años sesenta y setenta: don Servando Carrillo, profesor que incentivaba los nobles valores del deporte mediante largos discursos y, de paso, animaba para asistir a los campamentos de verano de la Organización Juvenil Española (OJE); don José Pedro Fernández-Maquieira, el delegado local de Falange, pelirrojo que era más listo que los ratones colorados y que consiguió con una facilidad pasmosa que cierto articulista asistiese de principio a fin por 3500 pesetas a la Olimpiada de Múnich en 1972, ocupando una de las 50 plazas ofertadas a nivel nacional por la OJE; don Benito García, profesor y persona de una honradez intachable, que muchos años después publicó la novela memorialista “Siempre hay un camino” de indudable mérito; don Francisco Sánchez Menor, destacado corredor de fondo que da nombre al estadio municipal y que puso en marcha todas las competiciones de atletismo locales; don Narciso Merchán, inteligente profesor reconvertido en reputado abogado y autor de las notables obras “¿El capitalismo sin alternativa?” y un tratado filosófico inédito digno de publicación; don Eulogio Ruiz, también maestro de enseñanza primaria que cumplía a la perfección el cometido de “sargento de hierro” en los campamentos de verano. Todos ellos formaron un competente equipo para inculcar la práctica deportiva a infinidad de alumnos que entraban en contacto con esta disciplina por primera vez en sus vidas. En esas décadas hubo tres conserjes en el Gimnasio: Felipe, un anciano de quebrantada salud que vigilaba el acceso al recinto con idéntico celo al del Can Cerbero; Martín, carpintero municipal que perdió un ojo en accidente laboral y fue recalificado como conserje, hombre campechano y dicharachero; y Fernández, con problemas de audición, carácter bondadoso y disposición favorable a la tarea.

Las instalaciones se demostraban suficientes para su función. Una escalinata ascendía a un reducido pórtico por donde se accedía al vestíbulo y los despachos. Un pasillo a la izquierda conducía al gimnasio cubierto, de amplias dimensiones, con las paredes laterales cubiertas por espalderas, una escalera horizontal de madera para ejercitar los brazos, y los temidos aparatos de saltos: el plinto (formado por siete cajones con forma piramidal de anchura decreciente, para realizar el salto a la larga y la voltereta frontal) el potro (para realizar el salto exterior y -el más complicado- salto interior) y el caballo con anillas o sin anillas (para saltarlo a la larga). Estos aparatos devenían en objeto de tortura para los alumnos menos dotados, así como la cuerda de trepa (el secreto radicaba en aplicar correctamente la presa de pies) y la barra vertical también de trepa.

Al fondo de este espacio se encontraba el tatami o colchonetas de judo, apiladas o extendidas para las clases de este arte marcial japonés que impartía el incombustible José Cañizares (padre del portero internacional de fútbol Santi Cañizares, al que no era raro ver de niño correteando con su pelo de pincho y su kimono) que ejercía de profesor de esta disciplina, de trabajador municipal y de hombre de negocios. En la pared del fondo, al lado del tatami, colgaba la fotografía del doctor Jigoro Kano, creador del judo, un venerable anciano con rostro apacible y expresión imperturbable.

Otro pasillo llevaba a los dos vestuarios, de idénticas dimensiones, y más adelante a los lavabos, duchas y elementos sanitarios. Finalmente, se desembocaba en las pistas al aire libre. La cancha de baloncesto quedaba a la derecha, en la zona oeste, y la de balonmano a la izquierda. En ambas bandas laterales existía un graderío, con más gradas en la cancha de balonmano. En 1969 se pintan sendas pistas de tenis y en mayo se celebra el “I trofeo de tenis Ciudad de Puertollano” que gana el ingeniero de Calvo Sotelo, Diego Álvarez de los Corrales, pionero e impulsor del tenis provincial. Poco después, en las fiestas patronales, tiene lugar el “I trofeo Fiestas de Septiembre”. Puertollano será el foco principal del desarrollo del tenis en la provincia.

El equipo local de baloncesto a comienzos de los sesenta es el “Ramiro Ledesma”, falangista que murió ejecutado al comienzo de la Guerra Civil tras alcanzar renombre como filósofo y ensayista y contribuir a la articulación intelectual del fascismo español. Por su parte, la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO) arma otro equipo con este nombre que compita sin demérito con el anterior. Unos años más tarde el “Ramiro Ledesma” pasa a denominarse “Iberia TV”, marca de televisores que José Cañizares comercializa en su establecimiento de la calle Calzada. En mayo de 1966 el “Iberia TV” alcanza su cénit al cruzarse en la Copa del Generalísimo nada menos que con el Barcelona C.B. en encuentro celebrado en el Gimnasio Municipal ante una nutrida y entusiasta afición. En la fotografía del encuentro se distingue a los siguientes jugadores locales: Constantino García, Rafael Arroyo, Pardo, Victorín Gómez, Marino Manzanares, Esteban Ayúcar, Julián Moreno, Eduardo Tello…

El Gimnasio Municipal, al margen de acontecimientos deportivos, es escenario idóneo para actos de la vida pública local, como mítines políticos al comienzo de la etapa democrática. En 1981 el alumnado del frontero instituto “Fray Andrés” con el apoyo de artistas locales, pitan en su fachada una reproducción del famoso cuadro “Guernica”, de Pablo Picasso, como exponente de los nuevos aires políticos y sociales que llegan a la ciudad. En los años ochenta y noventa anidan en este recinto los conciertos musicales de las denominadas “Movidas Poperas”, dentro de los programas de las Ferias de Mayo y Fiestas de Septiembre, que alcanzarán una amplia repercusión y colocarán a la ciudad en el epicentro del ambiente musical de la provincia, originando leyendas urbanas como la que asegura que al cantante Mikel Erentxun le rompieron el diente en uno de sus conciertos. La verdad es que las trifulcas no eran raras en los conciertos de Heavy Metal.

A finales de la década de los noventa se derriba el recordado Gimnasio Municipal y en su solar se levanta el Centro de Estudios Universitarios, que acogerá durante un breve periodo este nivel de formación dependiente de la Universidad de Castilla -La Mancha. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el Gimnasio fue el refugio de los jóvenes que forjaron su carácter en el deporte y consolidaron a la ciudad como referente de numerosas disciplinas deportivas. ¡Cuántas ilusiones encerraron sus muros!

 

Eduardo Egido Sánchez