Por Gloria Serrano Martín
"El Lorca adolescente es un rebelde acérrimo contra el Dios judeocristiano y sus acólitos, pero fervoroso admirador de Cristo, con quien se identifica a un nivel muy profundo (en otro momento lo llama “Socialista Divino”). En sólo dos décadas, dos, iba a crear una obra extraordinaria, con mucho que decir todavía. Pero se lo impidieron" (Ian Gibson)
El mes de agosto siempre nos trae el recuerdo del terrible asesinato en Granada de uno de nuestros mejores poetas. Para recordar la figura de Lorca en el 88 aniversario de ese trágico suceso, Ian Gibson, la persona que más ha investigado sobre su obra, ha publicado en la seccion cultural del diario Infolibre un artículo que el poeta y dramaturgo español escribió el 29 de octubre de 1917 cuando sólo tenia 19 años.
El concepto de "patriotismo" por desgracia hoy en día está muy desvirtuado por aquellos que se apropian de una bandera y de un himno para propagar sus ideas separatistas y excluyentes. Aunque fuera redactado en 1917 no desentonaria en los tiempos actuales. Y sería bueno que su lectura nos llevara a una reflexión sobre la importancia del "verdadero espíritu patriótico" y la necesidad de transmitirlo para que se convierta en un símbolo de unidad e igualdad entre las naciones. Aunque resulta muy recomendable la lectura del artículo completo, yo voy a transcribir la última parte porque creo que es la que más insiste en resaltar los valores de lo que debería ser el auténtico patriotismo: inclusión, solidaridad e igualdad.
El patriotismo
Por Federico García Lorca
... "Es necesario, preciso que las multitudes se despierten llenas de amor y caridad. Es preciso acabar con lo inútil de las ideas patrióticas. El patriotismo es uno de los grandes crímenes de la humanidad porque de sus senos podridos por el mal surgen los monstruos de la guerra. Por patriotismo los hombres han caído en las negruras de la muerte. Por patriotismo la verdadera patria fue deshecha y escarnecida. Por patriotismo nacieron los males de la tierra. Por patriotismo fueron los hombres odiosos y crueles...Las banderas son los símbolos de la oscuridad y de la negación de Dios... Al hallarse los hombres divididos pusieron el ideal de su bienestar sobre esos trapos de colores que flotan como orgullos con forma sobre todo el mundo. Desde la escuela, en vez de enseñarnos a amarnos y ayudarnos en nuestras miserias, nos enseñan la deplorable historia de nuestros países salpicados de sangres, de odios, y nos dicen: “Aprended a matar a vuestros enemigos. Mirad. ¿Veis este retrato? Pues es Felipe II, que quemó 8.000 herejes. ¡Admirad este otro! Es el Cid Campeador, que luchó contra la cruel morisma y que en Valencia asesinó a muchos hombres... Y este es Santiago, patrón de España, que luchó contra los moros y los exterminó”. Las almas de los niños se educan en ese ambiente de fuerza y de crueldad y llegan a considerar muy afligidos, aunque sin darse cuenta, al Dios de las batallas... “Ya lo sabéis, niños —exclama el maestro—. Dios crió a los hombres para amparar exclusivamente a nosotros, a los cristianos...” Y todos los niños se acostumbran a ver en las demás razas una humanidad inferior y digna de ser exterminada. En las escuelas en vez de enseñar el triunfo de la verdad sobre la fuerza enseñan el apoteosis de la crueldad y la razón espantosa de la fuerza... Todas las historias de los pueblos tan llenas de horrores sirven de guía a la juventud en vez de ampararse en la inefable luminosidad del Evangelio de Jesús. Desde nuestros primeros años nos predican la guerra como cosa necesaria para la gloria de la patria. El patriotismo borró de la historia a los espíritus débiles pero llenos de amor... Cuando en la historia nos quieren hablar de Dios, aparece la espantosa Inquisición. Cuando de formas de pedir misericordia, aparece aquel formidable espíritu del mal llamado Domingo de Guzmán. Cuando nos hablan de la fe en el más allá, nos enseñan la execrable figura del rey Carlos, el encantado por Barrabás. El maestro se levanta y dice: “¡Amar a España! En sus dominios no se ponía nunca el sol”. ¡Ay, nuestras gloriosas tradiciones! Todas incubadas en la maldad y amparadas cobardemente a la sombra augusta de la cruz... España tomó para encubrir sus maldades a Cristo crucificado. Por eso aún vemos su ultrajada imagen por todos los rincones. Con el nombre de Jesús se tostaban hombres. En el nombre de Jesús se consumó el gran crimen de la Inquisición. Con el nombre de Jesús se echó a la ciencia de nuestro suelo. Con el nombre de Jesús ampararon infamias de la guerra. Con el nombre de Jesús inventaron la leyenda de Santiago guerrero.Toman la luz y la hacen oscuridad. Toman la paz y la hacen luchas. Toman la gloria del amor eterno y crean la fuerza para amordazar conciencias. Estos son los crímenes de lo que llaman patriotismo. Estas son las aureolas de la bandera española. Todas las banderas de todas las naciones están nimbadas de sangre mártir que no dio la fuerza que según los reyes debió dar, ¡Ay Dios mío! ¿Hasta cuándo hemos de invocar a nuestras tradiciones....? Porque aquí en España pocas veces se nombran en las escuelas aquellos hombres suaves y plácidos que predicaron la paz por las mesetas castellanas y no los mientan por considerarlos malos españoles indignos de pertenecer a este desventurado país. Nuestra tradición guerrera no significa nada, puesto que el presente no dio su utilidad. ¿A qué oscurecer la conciencia con los recuerdos de sangre? Debemos de formar en las escuelas ciudadanos amantes de la paz y conocedores del Evangelio. Debemos de crear hombres que no sepan que existió el desdichado Fernando el Santo ni Isabel la fanática ni Carlos el inflexible ni Pedros ni Felipes ni Alfonsos ni Ramiros. Debemos de resucitar las almas niñas contándoles que España fue la cuna de Teresa la admirable, de Juan el maravilloso, de Don Quijote divino y de todos nuestros poetas y cantores. Ocultar a los niños que tuvimos reyes fratricidas y sanguinarios. Borrar de las conciencias el admirado Gran Capitán y echar el velo del olvido sobre el pasado. Que en las escuelas en vez de decir cantando “A Felipe I sucedió Felipe II”, que griten los niños “y nació Cervantes y Fray Luis”. Inculcar el amor a toda la humanidad en los niños y el odio a las espadas y a los escudos... y que una mañana, mañana con arreboles de sol glorioso y perfumes de verdad y justicia, vayan todos los niños en procesión a los campos con las manos llenas de rosas y claveles y que se detengan frente a un gran monte de libros de nuestra historia que esté ardiendo con gran furia, y los niños cantarán el amor de la humanidad. Luego que sea el monte ceniza, que arrojen sobre él las flores y de ellas surgirá el milagro. Un evangelio gigante se abrirá y los niños leerán el consuelo para la vida... y del horizonte brotará la aurora de una paz infinita. Hay que arrancar las nefastasideas patrióticas de la juventud como hay que arrancar a los patrioteros por honor a nuestras madres el concepto de la patria madre. ¡Nunca puede ser madre nuestra la que según decís tenemos que dar la última gota de nuestra sangre por ella! Ella nos lo manda y eso no lo ordena ninguna madre. Vosotros los que empuñáis eternamente las armas, en vez de empuñar el arado o alguna cosa santa y útil, no sabéis lo que es una madre. Las vuestras al permitir que fuerais fratricidas ya dieron prueba de que no os sintieron en sus entrañas. ¡No, señores luchadores de oficio! ¡No! ¡No! y ¡No! Las madres que poseemos son la que nos dio el ser y la de todos los hombres. La Humanidad. ¡No, caballeros del bufido y la espuela! La madre es el amor gigante, la piedad, el sacrificio. El único amor verdadero que poseemos en la vida. La madre es la compasión, la luz, el beso de Dios. La madre es el cuerpo del cual somos alma y corazón. ¡No, patriotas oscuros, la patria no es nuestra segunda madre! En todo caso una madrastra como la de Cenicienta. Lo que nos envía a matar hombres contra la razón no puede ser madre. Hay que ser hijos de la verdadera patria. La patria del amor y de la igualdad".
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