Por Gloria Serrano Martín
"No podemos dejarnos llevar por nuestras emociones, debemos analizar fríamente todas las pruebas".
"La verdad siempre se abre paso, aunque a veces tarde más tiempo de lo que quisiéramos"
(Frases de la película "Doce hombres sin piedad")
A medida que se va desarrollando la primera parte de la trama es inevitable recordar la película "Doce hombres sin piedad", el clásico de Sidney Lumet (1957), disponible en la plataforma Filmin o la magnífica adaptación teatral que Gustavo Pérez Puig realizó para el programa Estudio 1 de TVE en el 1973 y que puede recuperarse a través del enlace: https://youtu.be/jO3kJ8w_1L8?si=kPVRkNoG9rvo00DR
"Doce hombres sin piedad" y "Jurado n°2” tienen en común la deliberación que lleva a cabo un jurado para determinar la culpabilidad o inocencia de un hombre y cómo el destino de una persona es puesto en juego por un grupo de 12 desconocidos, que con tal de que el proceso dure lo menos posible son capaces de dictar sentencia sin pararse a estudiar a fondo las pruebas que se aportan.
Partiendo de la misma premisa, el argumento de esta película da un paso más y se complica cuando un miembro del jurado, Justin, al escuchar las alegaciones del fiscal y el abogado defensor, se da cuenta de que él pudo haber sido quien por accidente ocasionara la muerte de la víctima. Justin parece que ha luchado por vencer su adicción al alcohol, intenta rehacer su vida y por tanto tiene que enfrentarse a un dilema moral: o confiesa la verdad y pierde su actual estatus o trata de convencer a los demás miembros del jurado de la inocencia del acusado y así lava su conciencia.
La película de Eastwood no da una respuesta clara a cada una de las incógnitas morales que van surgiendo en los personajes, cada uno tiene su visión de lo que es correcto y están obligados a emitir un veredicto cargando con sus propias experiencias. El beneficio de la duda está bien latente y los conceptos del bien y del mal no están definidos cuando todo lo que domina son grises. Se invita a que el espectador reflexione sobre la culpa, los daños colaterales ante decisiones difíciles y sobre todo sobre el concepto de justicia. Me ha llamado la atención que el primer plano de la película sea el de una mujer con los ojos vendados y que uno de los planos finales enfoque a una mujer con los ojos bien abiertos. Entiendo que este gesto simbólico resume la intencionalidad del cineasta: destapar la mirada de la Justicia para que pueda ver con claridad todos los obstáculos que le impiden ver la verdad cuando hay que elegir entre el deber cívico y la salvación personal.
Es una historia que mantiene una tensión y un ritmo muy controlados. La maestría de Clint Eastwood se deja ver en la empatía hacia sus personajes, son ellos los que aportan la fuerza necesaria para que entendamos lo que se está fraguando en sus conciencias. Y eso lo consigue con un elenco excelente de actores y actrices, que con sus miradas y sus gestos nos permiten adivinar los dilemas morales a los que se enfrentan.
Dicen que con sus 94 años puede que ésta sea su última película. Esto se lleva diciendo desde hace mucho. Recuerdo haberlo escuchado cuando se estrenó la anterior, "Cry Macho" (2021). Si fuese así, sería un broche final muy digno para una carrera extraordinaria, que siempre ha tenido un sello inconfundible y que le ha hecho convertirse en uno de los directores más influyentes de su generación. Con esta película ha demostrado estar en forma. Por eso, como amante del buen cine, deseo que siga siendo la "penúltima".
VER MÁS ARTÍCULOS SOBRE LIBROS, SERIES Y PELÍCULAS EN EL BLOG DE “GLOSEMAR” (Pincha en el siguiente enlace):