Bosque de Galería

     Un bosque de galería es en definitiva un bosque quimérico, un bullicio de vida, un túnel de vegetación singularmente arraigada, un ecosistema acolchado de musgo con médula espinal cristalina. Aquí germinan semillas que, en teoría, no pertenecen a estas latitudes y hasta las laderas vecinales le envidian con sedienta extrañeza.

     Quizás por eso al caminante le parece estar transitando —de puntillas, sin hacer ruido— un pasadizo que no le corresponde, que su recorrido podría romper el hechizo de una escorrentía inaudita de estío, que este paraje —seamos honestos— estaría mejor sin su presencia.

     Sobre estos bosques, la noche siempre resulta prematura. En un claro empedrado de cuarcita aparece, abovedada, la respuesta al misterio. El manantial del arroyo no es otro sino la Lluvia de Estrellas: las Perseidas, las Líridas, las Leónidas sustentan cada noche el caudal de la escorrentía, desbordan los sueños de este bosque ribereño. Sueños emboscados de madreselvas, ruscos, majuelos, hiedras y helechos.