Las campanadas repican perezosas y su sonido se expande a una velocidad que apenas rebasa el vuelo acompasado de las aves. Las campanas suenan para recordarte cuán solo estás en un lugar que se desangra, sin apenas vecinos ni testigos. Suena para casi nadie, para hacer eco sobre muros de castillo en ruinas, para diluir el canto en su trágica huida por el camino del llano. Tal vez un día no quede nadie ni nada, ni campanario ni campana. Y aun así repicarán por los campos reminiscencias de nuestra historia.