Por Antonio Carmona Márquez
Apenas recordaba su aliento estruendoso, su poder hipnótico, su luz y su olor que lo llenan todo.
A lo largo de este Sur, que es Sur y es Este, lame el mar rocas resecas como huesos arcaicos eternamente expuestos al sol y al viento.
Las gaviotas se enseñorean del rompeolas a paso altivo. Se dice que hubo un mar primigenio tierra adentro —hace de esto mucho, mucho tiempo—, se comentan historias sobre aguas pasadas que esculpieron inconcebibles formas pétreas.
Como decía aquel, a veces nos gusta pensar tumbados sobre la arena que “siempre acabamos llegando a donde nos esperan.”