Por Antonio Carmona Márquez
Sólo septiembre se atreve, tiene el temple requerido para secundar estíos, para arrostrar un nuevo principio tras ese final que siempre se nos queda pendiente. Septiembre irradia calor cuántico con sus incidencias de luz oblicua en la retina, con su incandescente sudor frío que lubrica recuerdos de otros muchos septiembres, de lo que no pudo ser, de lo que nunca ha sido, de puentes que te llevan a otros septiembres con sombras chinescas de un sol desfallecido.