La belleza prospera en los almendros. ¡No tocar! Se trata de una versión efímera e intangible de la belleza que, cuando menos acuerdas, se diluye en un alud de pétalos, tapizando campos labrados, revistiendo ese hoy-camino-perdido que antaño fue férreo. El mismo camino que te devuelve a casa con un extraño sopor níveo en el alma: es tu ánimo estampado de pétalos de almendro.