La intemperie es uno de esos lujos que nuestra sociedad hace ya dejó de valorar. Umbría de Fresnedas, pedanía de El Viso del Marqués, tiene un puñado de casas (26) colocadas en fila, como una avanzadilla de colonización frustrada, con vistas a una de las más bellas intemperies de nuestra tierra, es decir, al Campo de Mudela.
Majadillas Verdes, Guijo, Mesada, Navazos y Cerro Mortero son los nombres de sus cinco calles, nombres con resabio rural, calles bien cuidadas y limpias, tendidas al sol y a tiro de piedra del río Fresnedas. El terruño, pléyade de ocres, es el protagonista de esta campiña, allí donde no se le ha desmelenado el cereal que ya, por cierto, espiga en estas fechas. Más esas siluetas de encinas solitarias que se recortan sobre el horizonte bajo nubes de acuarela.
En esta humilde aldea no falta la oficina de correos, ni el parque infantil, ni la fuente, ni la iglesia con su perfil diseñado a golpe de tiralíneas, ni el pozo (más estético que práctico) con cuerda, brocal, polea y cubo, ni ese ciprés más alargado y altivo que su propia sombra. Pero no hemos visto carta ni cartero, ni oído el chirrido de los columpios, ni el chapoteo del agua, ni la campana de la iglesia… Sólo el soplo del viento, el gorjeo de los pájaros y el zureo de una tórtola, que parecía marcar el tiempo. Nada más que eso. Nada más y nada menos.
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